10 de octubre 2010 - domingo 28º del tiempo ordinario
Leemos este el texto del evangelio de este domingo y nos ponemos a reflexionar y a comentar la actitud de los leprosos de la narración y de que hay que ser agradecidos con aquellos que nos hacen bien, que nos ayudan, etc.
Y no cabe duda de que puede ser un buen comentario...
Sin embargo, cuando escuché la reflexión que nos hicieron en la iglesia, me pareció que había algo más. No es únicamente la actitud de aquellos leprosos que se van corriendo a cumplir los ritos establecidos para demostrar que ya están limpios y que pueden volver a la sociedad...
Yo me he fijado en el detalle que pone el que escribe el evangelio: "Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos, y se echó por tierra a los pies de Jesús dándole gracias. Éste era un samaritano"
No es la primera vez que aparece un detalle así.
Cuando Jesús quiere explicar aquello de "amar al prójimo" cuenta la parábola de hombre aquel que bajaba de Jerusalén a Jericó y cayo en manos de unos ladrones que le robaron, le maltrataron y lo dejaron medio muerto... Y acertó a pasar un sacerdote, y un levita... Y pasaron de largo. Luego llegó un samaritano... y se acercó, lo llevó a la posada y pagó para que lo cuidaran y atendieran... "Era un samaritano".
Hay otros pasajes del evangelio, incluso de la biblia, en los que gentes paganas (que no siguen la ley de Moisés, ni van al Templo de Jerusalén, ni conocen los mandamientos de Dios) se comportan de una manera que es alabada.
Y pienso que ese detalle puede ser una clave para entender cómo tenemos que vivir y actuar. Porque el tema no es únicamente de "agradecer", sino que va más allá y me parece que insinúa que lo que es vital es que tengamos nuestra mente y nuestro corazón en el Reino de Dios y no en los mandamientos, en las normas, en el cumplimiento...
Alabar a Dios, agradecer a Dios con nuestra manera de vivir. Y si recuperamos la salud, si las cosas de nuestra vida mejoran... nuestro corazón se dirija, ante todo, a nuestro padre Dios. Y lo mismo cuando las cosas se tuercen y la salud, o el trabajo, o la familia, o lo social... no va como desearíamos.
"Éste era un samaritano", como para que entendamos (una vez más) que lo que nos salva y nos encamina hacia Dios no son las normas y preceptos, ni el cumplimientos de tantas leyes proclamadas por los hombres, sino el corazón recto y centrado en nuestro Padre Dios y su Reino.
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