sábado, 31 de julio de 2010

Revestíos de la nueva condición


1 de agosto 2010 - Domingo 18º tiempo ordinario

-Vanidad de vanidades, todo es vanidad!
-Despojaos de la vieja condición humanas... y revestíos de la nueva condición
-Guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes.

Para todos los que deseamos seguir a Jesús de Nazaret siempre tenemos presente la pregunta de cómo tengo que hacer para ser su discípulo, para vivir como persona que cree en la Buena Noticia, en el Reino de Dios.
Nuestro tiempo no es como el de entonces, nuestra situación económica y social es totalmente diferente, nuestros medios de comunicación están muy lejos de aquellos...
Por otra parte, actualmente escuchamos tantos mensajes, tantas verdades o medias verdades, tantas explicaciones que llegamos a dudar incluso de aquellos que se presentaban como los guías y portadores de la única verdad, absoluta y exclusiva.
Dada, pues, nuestra situación y admitiendo que en todas partes podemos encontrar valores y verdades, actitudes y acciones que nos encaminan hacia nuestro Padre común, entiendo que para nosotros que seguimos a Jesús de Nazaret, nuestra referencia más cercana e iluminadora es la que el mismo Jesús nos mostró.
Pablo, seguidor suyo, entusiasta y apasionado (y tan cercano a El en el tiempo) será también de gran ayuda a la hora de marcar el camino.
Las lecturas de hoy vienen a subrayar una actitud que debe dirigir nuestra vida.
En la primera, tomada de un libro antiguo de la Biblia, encontramos la reflexión de alguien que ha acumulado experiencia y sabiduría a lo largo de su vida:
"Hay quien trabaja con sabiduría, ciencia y acierto, y tiene que dejar su porción a uno que no ha trabajado... ¿Qué saca el hombre de todos los trabajos y preocupaciones...? Sufrir y penar... todo es vanidad!"
Preguntas y respuestas que todos hemos tenido más de una vez. ¿No nos ha tocado acudir al tanatorio? ¿No hemos acompañado a amigos y familiares en los momentos de la muerte de alguien querido y cercano? Vanidad de vanidades. No somos nada! Cómo se pasa la vida! Al final, para qué tanto trabajar, tanto penar y sufrir...! Todo es vanidad!
Y cuando muere alguien conocido, alguien famoso, artista de cine, escritor, político, deportista, poseedor de grandes fortunas... Al final, como todos, vanidad de vanidad!
Esa sensación que se ha metido en la mentalidad y sentimiento de todos. Y durante siglos (podríamos decir que siempre) los directores y maestros del pensamiento, los predicadores de religiones, terminaban apelando a esa filosofía: "Este mundo es un valle de lágrimas y de destierro. La vida verdadera está más allá, después de la muerte..." Y se nos instruía para que aprendiéramos resignación y paciencia, que aguantáramos lo que fuera porque el premio estaba más allá. Y el Reino de dios se convertía en algo lejano, que no era de este mundo y que sería el premio de los buenos, de los que habían soportado mejor el dolor y la miseria, la pobreza y la necesidad...
Lo hemos escuchado tantas veces que no es necesario explicar o comentar más.
Lo que sucede es que si leemos el evangelio ateniéndonos a las palabras de Jesús, si escuchamos los comentarios de Pablo, podemos ver y descubrir otro camino.
Jesús no nos habla de un Reino de Dios lejano, para después de la muerte... Jesús habla del reino que ya está aquí, dentro de nosotros. No escuchamos en sus palabras esa especie de lamento del hombre sabio, lleno de experiencia y de vida que dijo aquello de "vanidad de vanidades, todo es vanidad".
Jesús insiste en que el reino está aquí y que depende de cada uno el aceptarlo y acogerlo. Que es cosa nuestra el abrir bien los ojos, el ver y mirar alrededor para actuar y vivir a la manera de Dios.
Cuando habla y explica cómo es Dios, no es para que lo sepamos y nos lo creamos solamente. No! Nos indica cómo es y cómo actúa Dios, nuestro padre, para que hagamos y vivamos como El, para que el reino se haga realidad en nuestra vida.
Entonces, teniendo claro eso, las palabras de hoy -como respuesta al problema de reparto de herencias y riquezas- vienen a mostrar y subrayar una actitud importante para entrar en el nuevo estilo de vida. Y es lo que se llama el "desapego", el no codiciar, no agarrarnos a, no hacer depender nuestra felicidad de... nuestros bienes, de lo que tenemos, de todo esto que nos rodea: dinero, casa, salud, familia, posición, cualidades, dotes, etc. "Pues aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes"
Pablo en otra carta 8diferente del texto que leemos hoy, llegó a decir que viviéramos "como sino..." Que tienes bienes, vive como si no los tuvieras. Que estás casado, que tienes medios... Vivir sin amarrarnos a ello.
Y es que tenemos que centrar nuestra vida en la manera nueva del reino de Dios.
Y en la carta de hoy (escrita a los cristianos de Colosos) dice: "Despojaos de la vieja condición humana... y revestíos de la nueva condición".
Así, de esa manera, el reino de Dios va entrando en nuestra vida y poco a poco nos vamos pareciendo a Dios.
Entonces esta vida es camino y peregrinación hacia la casa del Padre de todos y durante todo el tiempo intentamos sacar de nosotros mismos la mejor imagen de nuestro padre... y viviendo de esa manera la despedida de nuestros familiares y amigos al acabar esta vida se convierte en un "hasta luego", hasta que la familia humana vuelva a reencontrarse en el principio y fin de toda vida, Dios mismo.
Que ése sea todo nuestro afán y ambición. Amén.

sábado, 24 de julio de 2010

Testimonio de la resurrección


25 de julio 2010 - Fiesta de Santiago Apóstol
-Los apóstoles daban testimonio de la resurrección de Jesús...
-Llevamos (el tesoro del ministerio) en vasijas de barro para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios.
-No sabéis lo que pedís... Entre vosotros el que quiera ser el más grande que sea vuestro servidor...

Las lecturas de hoy nos ofrecen toda una serie de pistas sobre la "nueva vida" de Dios en nosotros que es el estilo y manera de vivir que Jesús de Nazaret mostraba y vivía.
Frecuentemente se ha identificado en la iglesia eso del testimonio-predicación-enseñanza con lo que tenía que ser la vida de los apóstoles, de los obispos, curas y frailes... Y hoy, en la fiesta de Santiago Apóstol, escuchamos esas lecturas como recalcando esa idea precisamente.
Y puede que tenga sentido; pero me voy a atrever a hacer una lectura diferente.
No me cabe duda de que aquellos primeros discípulos de Jesús terminaron asumiendo esa manera nueva de vivir, a pesar de que, tanto ellos como sus familias, tenían una visión bien distinta. Estaban convencidos de que las cosas iban a cambiar, que llegaba el reino de Dios, un reino que les quitaría de encima a los romanos, que restauraría el reino de Israel... y ellos, ¿por qué no?, podían llegar a ser ministros (uno a la derecha y otro a la izquierda) del nuevo reino.
Pero qué lejos estaban de comprender el estilo de Jesús, la manera de hacer y de vivir que les proponía.
Y la muerte de Jesús, su pasión, su caída en desgracia, su crucifixión, supuso un shoc terrible...
El reino que imaginaron al principio se había evaporado. Tuvieron que rebobinar y, con la ayuda de esa fuerza y aliento nuevos de Dios (eso que llamamos Espíritu Santo) comenzaron a entrever la vida nueva (lo que es verdadera resurrección), la de Jesús y la de ellos.
Y entonces vino ese empuje y demostración de fuerza y valor para dar testimonio de la Buena Noticia. Así leemos en los Hechos de los Apóstoles. Ya no había miedo. Es cierto que les podían ajusticiar igual que a Jesús, como así sucedió muy pronto con Santiago. Es cierto que, a partir de ese momento, su vida se complicó y tuvieron que experimentar dificultades, persecuciones, trabas, obstáculos, penas y penurias...
Y ahí encontramos esas líneas de la carta que Pablo escribía a los cristianos de Corinto: "Llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús para que también se manifieste la vida de Jesús en nosotros..." Y comenta: "Nos aplastan, estamos apurados, acosados, nos derriban..." pero no pueden con nosotros, seguimos adelante.
Y no porque seamos especiales, excepcionales o que valgamos más que los otros... No, sino que todo eso que hacemos, nuestro nuevo estilo de vivir es algo que llevamos "como en vasijas de barro para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios..."
Cuántas veces lo habrá repetido Pablo. No es cosa nuestra, no es mérito nuestro, no son nuestras obras, nuestros esfuerzos, ni siquiera nuestras oraciones... Es obra de Dios. Es un don, un regalo. En otro tiempo se le daba el nombre de gracia.
Es como decir si yo me apunto a vivir al estilo de Dios, tal como nos indica Jesús de Nazaret, entonces comienzo a ser testigo de esa vida nueva, de la resurrección de Jesús y se me complica la vida y puedo tener dificultades y problemas y quizás cosas peores...; pero entonces, precisamente, aparece esa fuerza extraordinaria que es de Dios que permitirá que nos mantengamos a pesar de todo... porque todo eso es y será un don y regalo de Dios.
Y para no olvidar la manera de vida de Jesús, repasamos lo que les dijo a los hermanos Santiago y Juan en lo que se refiere al reino: "Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros que sea vuestro servidor..."
En un mundo como el nuestro, tan dominado por el poder y el dinero, qué difícil de entender todo esto!
A lo largo de los siglos se ha visto cómo se quería defender la palabra de Jesús usando la fuerza y el poder (incluso las armas) y los dirigentes de la iglesia se han convertido en auténticos jefes...
¡Qué extraño resulta, entonces, escuchar la palabra de Jesús: "No será así entre vosotros..." Y es que nos pasa lo mismo que a los hermanos Santiago y Juan: queremos el poder, los primeros puestos, un reino que ponga a todo el mundo firme y que, a las buenas o a las malas, meta a todo el mundo en el "buen camino"...
Y ahí está la media sonrisa de Jesús para decirnos: "No sabéis lo que pedís"... Y es que lo único que nos asegura Jesús es lo de "beber el caliz", el camino duro y difícil que conduce a la vida nueva: su pasión y muerte en la cruz.
Y de eso saben mucho todos los que buscan primero el reino de Dios y su justicia. A ellos también les ocurre lo que a Pablo: les atacan, los acosan, los derriban y llevan la muerte de Jesús en su cuerpo...; pero aguantan por la fuerza de Dios... Y ahí llega la vida nueva que es la resurrección. Amén.

sábado, 17 de julio de 2010

Sólo una cosa es necesaria


18 de julio - Domingo 16º tiempo ordinario
-La hospitalidad de Abraham
-Dios ha querido dar a conocer... a Cristo (el reino) entre vosotros
-Sólo una cosa es necesaria

Más de una vez estoy tentado de dar una explicación de las tres lecturas. Leer su mensaje. Conjuntarlo. Tratar de escuchar y entender todo lo que me quieren decir. Es como si me sentara entre aquellos primeros oyentes d Jesús o de Pablo... Y no siempre es fácil.
Leo y, en mi interior, voy escuchando las explicaciones y enseñanzas recibidas a lo largo de toda mi vida. Y se me pone como un filtro que seleccionara lo que está bien y lo que no, lo que significa y lo que no, lo correcto y lo incorrecto.
Brevemente.
La primera lectura del Génesis nos muestra la hospitalidad, que ya es proverbial, del pueblo oriental. Una manera de atender y acoger que también podemos encontrar en los pueblos de África o de América.
En esta caso los que escribieron este libro del Génesis entendieron que esa acogida y hospitalidad significaba un acercamiento a Dios y su respuesta fue la bendición de Sara para que tuviera un hijo: Isaac (abuelo de las doce tribus de Israel)...
En la segunda lectura, de la carta de Pablo a los cristianos de Colosos, es una proclamación de su fe y su entrega al mensaje y al reino. El lenguaje no es fácil y las traducciones no siempre ayudan.
Pablo siente que la proclamación del reino es todo para él. Y se siente "nombrado" ministro (=servidor) del mensaje y que no le importa soportar lo que sea con tal de que la buena noticia llegue a todos (también a los no-judíos). Porque Dios ha querido que lo que era como un misterio escondido se manifieste a todos y entiendan qué maravilla es y qué esperanza contiene... deseando que todos lleguen a esa vida nueva anunciada por Jesús de Nazaret y que es la vida misma de Dios...
Algo así entiendo yo.
En cuanto al evangelio, tomado de Lucas, es una escena que he oído explicar muchas veces.
Jesús que llega a un pueblo, Betania, y va a casa de una mujer llamada Marta. (De nuevo la hospitalidad). Marta tiene una hermana que se llama María. Y ahí viene la escena.
Marta que se afana y se multiplica para dar abasto con el servicio. María, sentada a los pies de Jesús, escuchando...
¿La explicación?
Se nos decía que Marta simbolizaba la "vida activa", el apostolado, la acción...
María, en cambio, simbolizada la "vida contemplativa", los que se dedican y consagran su vida a Dios.
Y se añadían como dos categorías. Siguiendo la palabra de Jesús, se nos decía que la vida contemplativa era "la mejor parte" (= primera categoría). Y que la vida activa era el mucho afanarse y mucho fatigarse distrayéndose de lo más importante...
(Curiosidad: La iglesia ha declarado santos y santas a muchísimos monjes y monjas... y muy pocos padres y madres de familia. Por qué? Es eso correcto? No será consecuencia de esa visión y categorías?)
Siempre se quedaba uno como incómodo con esas explicaciones. Y es que realmente existen esas categorías ante Dios? Acaso podía ser verdad que la vida de unas monjas de clausura o de unos monjes encerrados en sus monasterios era de más valor y mérito que la vida de una madre de familia, de una catequista, de una enfermera o de una cuidadora de ancianos?
Comenzaba a dudar de que el significado de la palabra de Jesús fuera ése.
No hace mucho tiempo descubrí un libro que me ayudó a tener otro punto de vista y que me hizo entender la palabra de Jesús de otra manera.
Jesús no se refiere a la hospitalidad (vital y esencial en aquellos tiempos y en aquel pueblo). No, "Jesús está enseñando el arte de vivir... Lo que María tenía, a diferencia de Marta, era la concentración".
Marta andaba preocupada y angustiada por muchas cosas a la vez. Jesús le dijo que, aunque tuviese muchas cosas en la cabeza, sólo una era necesaria: concentrarse en la tarea que está a mano.
María está centrada y concentrada... Y cuando llegamos a ese punto, el tiempo desaparece. Se está en el reino.
Se trataría de la actitud que tenían ante la vida, ante las cosas que había que hacer... No quiere decir que María no se uniera a su hermana en el servicio, en la atención a los visitantes. No, es más bien el concentrarse en el momento presente.
Todo eso también me ocurre a mí. Mi cabeza se llena de muchas cosas, de asuntos que resolver, tareas que realizar, problemas que resolver. Mi mente se dispersa y mi corazón se distrae. El futuro termina siendo una preocupación y una angustia. Ese futuro tiene forma de salud, de familia, de la casa, de la enfermedad, de los vecinos,etc.
Lo que ocurre es que el futuro no esté en nuestra mano. No existe. Sólo tenemos el presente, este momento. Y es ahora cuando puedo vivir la palabra de Jesús, el reino de Dios, actuar y hacer las cosas a su modo... En este mismísimo momento. Concentrado en lo que hago ahora...
Y si llego a ese nivel, puedo sentir que toco con un dedo una realidad nueva. Es el reino que, como dice Jesús, ya está en medio de nosotros. Es como pasar a otro nivel de vida. Algo que nos acerca a la vida misma de Dios.
"Sólo una cosa es necesaria..."
Siento en estos momentos la palabra de Jesús que decía: "no os preocupéis tanto por vuestra vida... no véis las flores del campo... o los pajarillos... Sólo una cosa es necesaria! Vivir el reino de Dios y su justicia... y el resto se os dará por añadidura".
Eso es lo que voy a suplicar para mí. Ser capaz de entender y comprender ese mensaje de Jesús: Sólo una cosa es necesaria! Amén.

domingo, 11 de julio de 2010

Haz tú lo mismo


11 de julio - Domingo 15º tiempo ordinario
-Conviértete al Señor con todo tu corazón y con toda tu alma
-Cristo Jesús es imagen de Dios invisible
-Amar a Dios y al prójimo...(Ley) - ¿Mi prójimo?... El samaritano. "Anda, haz tu lo mismo".

Las enseñanzas que hemos recibido nos han hecho "personas de orden". Nos han marcado las líneas a seguir: mandamientos, normas, limitaciones, prohibiciones... Todo estaba escrito y explicado. Finalmente nos convertimos en personas de la ley, de lo que está mandado. Hasta el lenguaje popular lo asumió y para decir que una cosa está bien se decía: "Hecha como Dios manda" o simplemente "como está mandado"...
Entonces, toda nuestra tarea era cumplir. Cumplir con la obligación de "ir a misa", por ejemplo. O "cumplir por Pascua" (confesarse y comulgar). O "Casarse por la iglesia", etc.
Es como la herencia del pueblo judío. La ley, los mandamientos... y los maestros de las iglesia han mantenido ese estilo y esa tradición, a pesar de renegar del origen judío y distanciarse públicamente de todo aquello que pudiera significar las maneras y el pensamiento judío.
De todos modos, basta pensar y recordar todo lo que hemos recibido como enseñanza y tradición:
Jesús fue judío y todas las primeras comunidades cristianas eran judíos. Y cuando Pablo escribe sus cartas a las diferentes comunidades habla como un judío, utiliza toda una terminología que podían entender los judíos y las razones que da arrancan de su formación y cultura judía aún cuando trata de abrise al mundo y cultura griega.
Y dicho todo esto, no deja de extrañar que los grandes maestros de la tradición cristiana se hayan agarrado tanto a la Ley cuando ni las palabras ni la vida de Jesús señalaron ese camino. Igualmente Pablo insistirá una y otra vez en que no es la Ley la que nos salva...
Hace pocos domingos lo leíamos:
En la carta a los cristianos de Galacia: "El hombre no se justifica (se salva) por cumplir la ley". Y en otro sitio dice: "Ya no hay distinción entre judíos y gentiles..." Todavía más: "Vuestra vocación es la libertad..." Y el domingo pasado: "Lo que cuenta no es circuncisión o no circuncisión (ser judío o no), sino ser criatura nueva"...
Es como si esas indicaciones las hubiéramos dejado al margen para seguir insistiendo en el cumplimiento de la ley...
Y aquí llega la lectura de hoy con la pregunta que un letrado le hace a Jesús:
-"Qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?"
Jesús le remite a lo que todo el mundo sabe y dice: -"Qué dice la Ley?" Y el letrado que se lo sabe le cita la ley: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma... Y al prójimo como a tí mismo".
-"Bien dicho. Haz eso y tendrás la vida eterna". Eso es lo que dice la ley. Si sigues la ley... cúmplela!
A la pregunta de "quién es mi prójimo..." Jesús responde con una historia, un cuento. No responde con la ley, no busca las explicaciones que se daban , no trata de interpretar la ley... No! Es como si tomara otro camino.
Y en la historia aparece un sacerdote (un cura como los de ahora), igualmente un levita (como si dijéramos un fraile)... Hombres cumplidores de la ley, que seguían las normas y mandatos. Porque no dice que fueran malos, ni que dijeran algo en contra...No! Simplemente, pasaron de largo. Tendrían sus obligaciones que cumplir.
Luego pasó un samaritano. Nada menos que un samaritano: peleados con los judíos, que no seguían la ley, que no acudían al templo de Jerusalén, que no seguían las tradiciones judías... Pasó el samaritano y atendió al herido, lo cuidó y pagó por él...
-"Quién crees tú que se portó como prójimo del herido?
-El que practicó misericordia con el herido, el samaritano.
-Anda, haz tú lo mismo".
Fijémonos bien. Arranca la lectura con aquello de "qué tengo que hacer para heredar la vida eterna"...
La ley da una respuesta. Y Jesús señala una dirección más cercana a nosotros: "Anda, haz tú lo mismo".
Creo que nuestra vida sería muy distinta si nos dejáramos guiar por estas palabras de Jesús. Recordemos una vez más que no es el cumplimiento de la ley lo que nos salva; sino la misericordia, la compasión, la solidaridad. "Anda, haz tú lo mismo".
Amén.

sábado, 3 de julio de 2010

Criatura nueva


4 de julio 2010 - Domingo 14º Tiempo ordinario
-Alegraos de su alegría
-Lo que cuenta no es circuncisión o incircuncisión, sino criatura nueva
-Estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo

Nuestro encuentro y celebración en la eucaristía del domingo tiene la intensidad y la fuerza de ser un punto de referencia para nuestra vida.
Son tantas las palabras que escuchamos a través de todos los medios de comunicación que es posible que perdamos la orientación y nos sintamos indecisos ante los acontecimientos diarios.
Pablo, en la carta que estamos leyendo (dirigida a los cristianos de Galacia), insiste en algo que debió ser un verdadero problema en aquellas primeras comunidades: Estar circuncidado no, hacerse judío o no...
Hoy no se nos plantea lo mismo; pero sí es posible que, dentro de la misma iglesia, se pongan como condiciones para ser reconocido como buen cristiano. Toda una serie de normas, ritos y mandamientos que, en teoría, nos hacen buenos cristianos... Y aquí es preciso que tengamos como referencia que "lo que importa es ser criatura nueva".
En la lectura del domingo anterior leíamos la palabra clave que les daba Pablo: "hemos sido llamados a la libertad... no para favorecer el egoísmo, al contrario haceos esclavos unos de otros por el amor". Ahí tendríamos la traducción de lo que es ser "criatura nueva".
Y es que si no cambiamos y nos convertimos en personas que viven a la manera de Dios, de nada nos sirve estar circuncidado o no, ser judío o no, haber recibido el bautismo o no... Los ritos y normas no nos salvan. Lo que importa es ser criatura nueva. Y en eso debemos insistir.
Creemos en la palabra de Jesús de Nazaret. Queremos seguirle viviendo como él. Como personas que no se atan a las cosas, que no suspiran por tener, por el poder, por la fama, por el consumo. Y pendientes del reino de Dios nos sentimos totalmente libres en la entrega intensa y cariñosa a los que tenemos cerca y en especial a aquellos más necesitados... Y repetimos las palabras de Pablo: "llamados a la libertad... haciéndonos esclavos unos de otros por el amor".
Hace muchos años un muchacho joven, inteligente, rico y de gran porvenir no dejaba de darle vueltas en su cabeza a una palabra de Jesús: "De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma?" De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo si se pierde él mismo= Ese muchacho era Francisco de Javier (al que hoy llamamos San Francisco Javier)...
Lo que importa es ser criatura nueva.
Y tenemos que deshacernos de tantas cosas, de tantas atadura, de aspiraciones y deseos que tienen que ver más con el tener y poseer, con enriquecerse y con la fama y poder que con nuestra propia persona...
El evangelio de Lucas nos refiere la misión de aquellos que seguían a Jesús. Detalles, instrucciones, maneras de actuar que los primeros apóstoles debieron seguir paso a paso...
Luego, la alegría de su éxito, sus anécdotas, sus encuentros... Y Jesús les comenta:..." No estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo..." Es como precisar la referencia.
Mi alegría es grande no porque explique mejor que nadie, ni porque tenga poder incluso sobre los demonios, ni por hacer milagros... No! Mi alegría es grande porque Dios me tiene en su agenda, porque al aceptar su manera de vivir, el estilo de Jesús, nuestro padre Dios no sólo me acepta sino que me tiene inscrito...
Lo que importa es ser criatura nueva.
Así, al tener ese punto de referencia, hagamos como dice el profeta Isaías en la primera lectura: "Alegrémonos de su alegría..." Alegrémonos con todos aquellos que, a pesar de todas las dificultades intentan vivir como criaturas nuevas... "porque dios les consolará como una madre consuela a su hijo pequeño..."
Amén

viernes, 2 de julio de 2010

Llamados a la libertad


27 de junio - 13º domingo Tiempo ordinario
-Elías pasó y le echó el manto encima...
-Nuestra vocación es la libertad: no una libertad para que se aproveche el egoísmo; al contrario, sed esclavos unos de otros por el amor
-Te seguiré... Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero el hijo del hombre no tiene donde reposar su cabeza... Deja que los muertos entierren a sus muertos: tú vete a anunciar el reino de Dios.

Una vez más, las lecturas de la eucaristía de este domingo nos llevan junto a Jesús de Nazaret, el maestro.
Es cierto que muchas veces se ha hecho una lectura restringida y se ha aplicado a una parte de la iglesia: a los sacerdotes, a los religiosos y religiosas. Pero me parece abusivo. Todas las lecturas son para la comunidad cristiana, sin restricciones. Para todos...
La primera lectura (del libro de los Reyes) narra el comienzo y compromiso del profeta Eliseo. Elías, con ese gesto de echarle el manto encima, le compromete a seguir sus pasos como hombre de Dios... libremente. Suya será la decisión.
Y Pablo, en su carta a los cristianos de Galacia, escribe ese párrafo tan inspirado y profundo:
"Hemos sido llamados a la libertad"...
Lo decía Pablo hace dos mil años. Y me creo que hoy debemos seguir proclamando esa palabra. Y, tampoco en este caso, debemos aplicarlo únicamente a esa parte del hombre que llamamos espiritual o del espíritu.
Llamados a la libertad. Así, de forma clara. Libres como personas, libres en nuestra vida de cada día, libres en nuestra relación, en nuestra manera de vivir y de actuar.
Pablo añade enseguida: "no una libertad para que se aproveche el egoísmo; al contrario, sed esclavos unos de otros por el amor".
San Agustín llegó a decir: "Ama y haz lo que quieras..."
Quizás nuestra gran dificultad no es la libertad, sino el amor.
La lectura que hacemos del evangelio de Lucas abunda, también, en esa libertad.
A la propuesta que uno le hace a Jesús de seguirle a donde quiera que vaya, le responde: "Mira, las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos; pero el hijo del hombre no tiene donde reposar su cabeza..."
Tiene tan pocas cosas que es libre más que un pájaro (con su nido) o la zorra (con su madriguera)...
Libertad. Llamados a ser libres, a liberarnos, de deshacernos de toda clase de ataduras...
Ni siquiera nos ata, dice Jesús, el tener que enterrar a los muertos... Quizás sería como decir: Hemos sido llamados a ser libres, a no atarnos a las cosas, tampoco a las personas... y todo lo que hacemos lo vivimos con la intensidad del que anuncia el Reino de Dios, con una entrega y un amor que somos como esclavos unos de otros... Y eso es lo que importa.
Anunciar el Reino que es vivir a la manera de Dios siguiendo la huella de Jesús de Nazaret.
Creo que esa profundidad del amor ha preocupado siempre a los dirigentes de la iglesia. Tanto nos hemos acostumbrado a que nos indiquen y marquen el camino y los pasos que tenemos que dar que hablar de libertad, como lo hace Pablo en esa carta, nos apura y da miedo. Entonces apelamos al orden, a las normas y mandamientos. No sólo señalamos los "mandamientos de Dios", sino que se han añadido otros "mandamientos de la iglesia..."
Y terminamos viviendo un cristianismo con el alma encogida y el corazón temeroso. Desaparece la libertad, se escapa la alegría de vivir el reino de Dios.
Y Jesús advierte. "El que echa la mano al arado y sigue mirando atrás... no vale para el reino de Dios". Nosotros ya no vemos eso de arar los campos como se hacía antiguamente con un arado... pero podríamos decir que el que se pone al conducir un coche y sigue mirando atrás...
Entrar en el estilo nuevo de Jesús y seguir deseando o echando de menos la comodidad del consumo, la exclusividad de su vida, la privacidad de sus propiedades, la fama y el poder... eso es no entender su mensaje. Si somos o vivimos así, no valemos para el Reino de Dios.
Proclamar, como hace Pablo, que nuestra vocación es la libertad resulta tan refrescante y tan nuevo...! Puntualizando eso de que "no es para el egoísmo"... Llamados a la libertad amando como yo mismo debo amarme...
Y sólo eso importa. Me atrevo a decir que por encima de normas, ritos y mandamientos. Y amar al otro como yo mismo debo amarme no es fácil.
Los discípulos de Jesús más destacados (esos a los que llamamos santos así lo entendieron. Hasta dar su vida. En una gran libertad y un inmenso amor. Sólo voy a recordar a la Madre Teresa de Calcuta.
Que la palabra de hoy nos llene de alegría y de paz. Amén

Se acerca vuestra liberación

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