sábado, 29 de mayo de 2010

Las maravillas de Dios


-Se llenaron del Espíritu Santo... y les oímos hablar las maravilla de Dios
-Nadie puede decir "Jesús es Señor" si no es bajo la acción del Espíritu Santo... Un mismo Dios obra en todos... En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común... y todos somos un solo cuerpo
-Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo (su aliento)

En mas de una ocasión, a lo largo de mi vida, he llegado a creer que el acontecimiento de Pentecostés -la venida del Espíritu Santo- fue algo tan especial y único que sólo los cercanos a Jesús llegaron a experimentarlo.
Además..., de pronto "comenzaron a hablar en lenguas", con lo que le cuesta a uno aprender idiomas (especialmente lo pensé cuando estaba en Rwanda).
Ahora, al reflexionar en la eucaristía de hoy, entiendo y siento que las lecturas se fijan en las "maravillas de Dios".
Si, como dice Pablo en su carta a los cristianos de Corinto, nadie puede decir "Jesús es el Señor" si no es por la acción del Espíritu Santo... , hablar las maravillas de Dios sólo se llega por la acción del mismo Espíritu.
Cuáles son la maravillas de Dios? Qué es lo que da gloria a Dios?
Trato de recordar lo que Jesús decía acerca de su padre, de nuestro padre:
-Compasión y ternura, eso es lo que Dios quiere
-Que todos somos hermanos
-Que no hay diferencia de personas
-Que cuando alguien vuelve a casa (como el hijo pródigo) habrá una gran fiesta
-Maravillas de Dios es que entendamos su buena noticia y nos queramos como él nos quiere
-Que lo importante es comprender que todo lo bueno que tenemos es un don, un puro regalo de Dios, de su aliento que nos da vida.
Y todas esas maravillas de Dios las vemos y descubrimos cuando dejamos que su aliento nos anime. Y ese aliento o espíritu santo (porque es el aliento de Dios) no es exclusivo nuestro, de los cristianos. ¡Cómo iba a serlo!
Jesús de Nazaret nos muestra el camino, nos da la buena noticia; pero no tratemos de tenerlo en exclusiva. Porque allá donde se manifiesta la compasión y la ternura, donde vemos el amor a los más desvalidos, donde sentimos la solidaridad y la ayuda, donde percibimos la dedicación y entrega a los otros... allá descubrimos las maravillas de Dios.
Y poder contar las "maravillas de Dios" es parte de ese aliento de Dios (espíritu santo).
Porque el aliento de Dios es un don para el bien común, porque todos somos un solo cuerpo. Así, en esa imagen que usa Pablo: todos formamos parte de un todo, de ese único cuerpo que es parte de Dios mismo. Y es que todos, en cuanto recibimos el aliento de Dios, dejamos de lado todas las diferencias para formar esa comunidad de hermanos, hijos del mismo padre.
Y es que actuar y vivir de esa manera es la gran noticia (la buena noticia) de Jesús... siendo compasivos como nuestro padre que está en los cielos.
Jesús decía: "Sed perfectos como vuestro padre es perfecto", con ese corazón tan grande que ni siguiera tiene en cuenta si uno es mano y el otro bueno, si es hombre o mujer,blanco o negro, judío o cristiano...
Somos parte de Dios. Nos ha dado su vida y cada uno portamos un trocito suyo en nuestro interior. Por eso, el amaros unos a otros, nos amamos a nosotros mismos "como un solo cuerpo".
Y en el evangelio de Juan, la reflexión e insistencia en dos punto:
-La paz a vosotros!
-Os envío, como yo mismo fui enviado
Si hay algo que tenemos que tenemos que recordar en todo momento es la Palabra de Jesús, su buena noticia, el Reino de Dios, esa manera nueva de ver, mirar y hacer...
Mirad, abrid los ojos! Ya ha llegado! Cambiad vuestro corazón. Dios es nuestro padre y lo que quiere de todos nosotros es que seamos hermanos, que nuestra vida florezca y sea una gloria que alabe y santifique...
No tengáis miedo! Confiad en Dios. Lo lleváis dentro de vosotros. La vida que recibís es su vida, es su regalo. Vividla a su estilo y manera... todo lo demás se os dará como un añadido.
Y Jesús insistía una y otra vez... Y al final del evangelio (antes de recibir el espíritu santo), se nos insiste: No os preocupéis! Vais a recibir ese aliento nuevo... y entonces seréis testigos de esta gran noticia. Paz a vosotros!
Que esta palabra de Jesús serene nuestro corazón, nos libere de toda preocupación y nos haga sentir el aliento de Dios (el espíritu santo) para respirar y hacer todo a la manera de nuestro padre. Amén.

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