sábado, 29 de mayo de 2010

Derramado en nuestro corazón


30 de mayo 2010 . La Santísima Trinidad
-La sabiduría de Dios... "allí estaba yo"
-La esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestro corazón
-Todo lo del Padre es mío...

Las lecturas de hoy nos ofrecen una visión llena de confianza. Escritas en tiempos tan difíciles o más que los nuestros, nos hacen sentir una seguridad y una esperanza ancladas en algo que no defrauda.
En la primera lectura (tomada del libro de los Proverbios) el autor nos hace una reflexión profunda sobre el mundo que le rodea. Y ve la mano de Dios (su sabiduría) en todo. Con imágenes preciosas tomadas de un lenguaje popular y que bien podían entender aquellas gentes: "Antes de que se abrieran los manantiales y las fuentes de las aguas... Antes de hacer los primeros terrones de tierra y la hierba... Cuando colocaba los cielos... Cuando sujetaba el sol y la luna y las estrellas... Cuando ponía límites a los mares... allí estaba yo"
Ahora no hablamos así. Ahora la ciencia y los descubrimientos nos hablan del cosmos, de las galaxias, de tiempos antiquísimos, de la formación de los continentes, de la evolución de las especies... Pero el mensaje es lo que importa. Es como decir, en esa explosión de vida, en la formación del cosmos, de las galaxias, en la presencia de las especies de animales y del hombre, en la formación y evolución de tantos seres y criaturas (grandes y pequeños)... allí estaba Dios (y su sabiduría). En las primeras células, en los microorganismos, en las aves y en las plantas, en los primeros hombres... Allí estaba yo.
Sí, allí estaba y ahí sigue estando Dios. Y lo que nos cuesta muchas veces es descubrirlo, saber verlo, entender que cada criatura, cada uno de nosotros lleva dentro un poquito de Dios, una chispa suya, un don de Dios. Todos somos parte suya y juntos formamos como un gran cuerpo llamados a vivir de tal manera que al final volvamos a El.
Nos hemos acostumbrado a ver sin mirar. Ya no nos maravilla una flor o una mariposa, un pájaro o un pez. Nos parece tan natural el nacimiento de un bebé o disfrutar de los sentidos de nuestro cuerpo...!
Y ahí está El.
Esas personas a las que llamamos "santos o santas" tenían esa manera de mirar. Recordemos a Francisco de Asís que veía la mano de Dios en todas las criaturas ("hermano sol, hermana luna"), a Teresa de Jesús que también descubre a Dios en la cocina ("entre pucheros anda el Señor")
Jesús de Nazaret decía: "Mirad las flores del campo... mirad los pajarillos..."
Pablo, en su carta a los cristianos de Roma, comenta su confianza y esperanza... Se gloría, incluso de las tribulaciones. Quiere decir que se siente orgulloso y animado incluso cuando las cosas le van mal... porque "Dios ha derramado su amor en nuestros corazones" y esa es la esperanza, una esperanza que no defrauda.
Y eso se dice pronto; pero cuando las cosas van mal, cuando la vida se nos tuerce, cuando parece que todo se nos pone en contra... el mundo se nos viene encima y parece que hemos perdido la dirección.
Es importante recordar esa palabra: "el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones"... La presencia de Dios ("allí estaba yo"), su aliento y espíritu, ha sido derramado en mi corazón. Ese espíritu de Dios que llevo dentro, su amor y su aliento son los que me tienen que dar esa esperanza. Una esperanza que no defrauda y que va más allá de las dificultades, de la enfermedad, de los peligros, de la muerte incluso.
La lectura del evangelio de Juan, en un lenguaje especial, como escondido y secreto, pone en boca de Jesús esa palabra que nos acerca también a Dios, a la raíz y fuente de nuestra vida y existencia, a la base de nuestra esperanza que no defrauda: "el espíritu de la verdad (el aliento de Dios) os llevará hasta la verdad plena..." Y "todo lo que tiene el Padre es mío"...
En Jesús de Nazaret a través de su vida y de sus palabras, hemos conocido y aprendido la misericordia y ternura de Dios, su debilidad por los más pobres y débiles, su gran corazón que acoge a todos, que no hace distinción de personas, que da y regala sus dones porque sí, gratuitamente... que hace una fiesta cada vez que alguien vuelve a casa...
Ya tú sabes, le dice al hermano del hijo pródigo, "todo lo mío es tuyo..."
Así debemos entender el gran poder de Dios : poderoso en regalar, débil con los más necesitados...
Dios no es celoso de nadie. Todo él es un don y un regalo.
Y a eso estamos llamados: a saber acoger como Él lo hace, a vivir como un don y regalo para los otros... porque ése es precisamente el amor que ha derramado en nuestro corazón.
Ahí está nuestra esperanza. Viviendo a su estilo nos iremos convirtiendo más y más en trocitos de Dios hasta volver a encontrarnos con Él.
Amén, amén, amén

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