martes, 3 de febrero de 2009

Ellas, tan imprescindibles!

No es necesario ser un gran observador: Ellas -las mujeres- son imprescindibles. Es más, si no fuera por ellas nuestro mundo sería un desastre.
Con sus maneras, su dedicación, su entrega, su ternura... consiguen que se vaya manteniendo y sea mínimamente habitable.
Las familias, las organizaciones, los grupos y asociaciones, la Iglesia...
En la iglesia de mi barrio, el 80% son mujeres. En un curso de Voluntariado al que asistía la semana pasada, su presencia era masiva (80%)... Y cada uno podría ir repasando su entorno.
Y me pregunto cuándo nos cambiaremos las "gafas de ver" para entender su presencia, su actitud, su buen hacer, su manera de entender la vida y nuestro mundo.
Ellas son como la sal de nuestra vida, o la levadura, o la alegría de nuestro corazón...
Y me parece ver a tantas mujeres que han estado y están presentes en mi vida: Carmen (mi porpia madre), Mª Jesús y Raquel, Mª Carmen, Mª Peña, Mª Pilar; Catalina, Sió, Mª Jose, Maite; Berta, Mª Luisa, Silvia, Mª Antonia, Judith, María, Aina, Conchi, Mª Carmen; Otilia, Alejandra, Casimira, Gisela, Digna, Mercedes; Jeanne, Isabel, Nati, Sagrario, Hortensia; Charo, Maribel, Cristina... Y la lista se iría alargando.
Hace poco me encontré con una cita totalmente nueva para mí. Es de Platón: "Hubo un tiempo en que los hombres y las mujeres eran completos pero se dividieron en dos, y la búsqueda y el deseo de recobrar la plenitud se llama amor".
Y una cita más. Ésta es de Ken Wilber:"...ella me señaló el camino que conduce al corazón" (habla de su mujer Treya).
Tal vez sea precisamente lo más importante de la mujer, de las mujeres en general, que nos señalan el camino del corazón.
Y eso me trae el recuerdo y el eco de lo que los Misioneros de los Sagrados Corazones llaman "la espiritualidad del corazón", ese toque femenino que ha quedado oculto en las organizaciones, instituciones, incluso en la Iglesia.
Quién sabe si no habría que reeditar la biblia y leerla con ojos femeninos. Es algo que Jesús de Nazaret insinuaba muy bien en sus parábolas: "El reino se parece a... la mujer que amasa el pan, la mujer que ha perdido una moneda". Y no digamos nada del padre-madre del "hijo pródigo"...
La ternura, las entrañas que se le derriten, la fiesta que organiza...
Ah, si los profetas hubieran sido profetisas...! Ah, si los evangelistas hombres hubieran sido mujeres...
Ojalá nos dejemos guiar por ese toque femenino y nos conduzcan por el camino del corazón.

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