"No la convirtáis en una casa de negocios"
3 de marzo 2024
Seguimos con la Cuaresma. Como en una catequesis o las clases de una asignatura la Iglesia nos va proponiendo unos textos del evangelio que nos ayuden a revisar nuestra vida religiosa, a resetear nuestro modo de vivir.
Este domingo nos ofrece un texto del evangelio de Juan ("La expulsión de los mercaderes del templo", así nos lo han predicado y comentado a lo largo de los años. Y, con lo que nos han explicado y enseñado, nos imaginamos a un Jesús con un azote de cuerdas en la mano expulsando a toda aquella gente... Sólo que, la actividad del Templo de Jerusalén, no tenía nada que ver con nuestras iglesias o con otro tipo de recintos religiosos. De ahí que es muy posible que nuestro sentir y pensar se haya desviado bastante de lo que quiso significar Jesús con su reacción al llegar al Templo.
Porque ¿qué es lo que da gloria a Dios? ¿Qué es lo que agrada a Dios? ¿Qué es lo que nos hace vivir y ser hijos de Dios? ¿La ofrenda de nuestro dinero, el sacrificio de animales, nuestras penitencias?
A lo largo de la historia de la religión las personas (hombres y mujeres) nos hemos hecho una imagen de Dios (nos hemos construido dioses a nuestro modo y manera) y, lógicamente, hemos creído que con ruegos, regalos y dones (al igual que se hace con los que mandan y dominan) ese dios que hemos imaginado nos hará más caso, nos ayudará, nos curará, nos salvará...
Y Jesús, hombre judío de su tiempo, muy religioso y con una conciencia y vivencia de Dios extraordinaria proclama la Buena Noticia del reino de Dios. Nos invita a cambiar, a convertirnos y reorientar nuestra vida... Y, como cuentan los textos de los cuatro evangelios, en ese impulso del Templo, va a subrayar ese cambio necesario: "No convirtáis la casa de mi Padre en una casa de negocios."
Son dos detalles que recoge esa expresión: "la Casa de mi Padre" y también "convertirla en casa de negocios".
Como escribe José A. Pagola: -"Para Jesús, sin embargo, era el gran obstáculo para acoger el reino de Dios tal como él lo entendía y proclamaba. Su gesto ponía en cuestión el sistema económico, político y religioso sustentado desde aquel «lugar santo»... "Aquello era un «mercado». Mientras en el entorno de la «casa de Dios» se acumulaba la riqueza, en las aldeas crecía la miseria de sus hijos. No. Dios no legitimaría jamás una religión como aquella. El Dios de los pobres no podía reinar desde aquel Templo. Con la llegada de su reinado perdía su razón de ser."
"La Casa de mi Padre". No podemos seguir pensando que se refiere al edificio religioso, a nuestra iglesia o a cualquier otro lugar religioso... Creo que debemos abrir nuestra mente y ver nuestro pueblo, nuestro país, nuestro mundo como la casa que tenemos. Creo que el Papa Francisco ha escrito mucho sobre el tema. Nuestra casa, nuestra tierra, el universo entero, es su casa y nuestra casa. Y no debemos convertirla en "una casa de negocios". Al poner como objetivo de nuestra vida la ganancia, el tener y tener más, el pasar por encima de los demás, en conseguir el máximo beneficio... nuestra casa común (de Dios y nuestra) se deteriora de manera alarmante dejando al margen a una población cada vez mayor, expoliando regiones y países enteros, empujando a pueblos enteros a emigrar, a salir de su casa y encontrarse como extranjero e indeseado, además de marginado, en los países a los que consigue llegar.
Añado un detalle del comentario de Fray Marcos: -"No se trata de purificar el templo sino de sustituir. El relato del Templo lo hemos entendido de manera simplista. Siempre interpretamos la Escritura de manera que nos permita tranquilizar nuestra conciencia echando la culpa a los demás. Como buen judío, Jesús desarrolló su vida espiritual en torno al templo; pero su fidelidad a Dios le hizo comprender que lo que allí se cocía no era lo que Dios esperaba. Recordemos que cuando se escribió este evangelio, ni existía ya el templo ni la casta sacerdotal tenía ninguna influencia. Pero el cristianismo se había convertido ya en una religión que imitó la manera de dar culto a Dios. Es el culto de ayer y de hoy el que debe ser purificado."
¿Cómo cuestiona el evangelio nuestra manera de dar culto a Dios? ¿Sigo viendo la iglesia como la casa de Dios? ¿Nuestro encuentro de los domingos me empuja a intentar que nuestro entorno, nuestra Casa sea de verdad una casa de oración, una casa de acogida, de encuentro, de empatía y compasión en esta sociedad de negocios?
"La actuación de Jesús -sigue el comentario de José A. Pagola- nos pone en guardia a todos sus seguidores y nos obliga a preguntarnos qué religión estamos cultivando en nuestros templos. Si no está inspirada por Jesús, se puede convertir en una manera «santa» de cerrarnos al proyecto de Dios que Jesús quería impulsar en el mundo. Lo primero no es la religión, sino el reino de Dios."
Texto del evangelio de JUAN 2, 13-25
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