jueves, 31 de agosto de 2023

El que quiera venir conmigo...

jueves, 24 de agosto de 2023

¿Quién dice la gente que es...?

«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»

27 de agosto 2023

El texto que nos propone Mateo este domingo ya lo conocemos. «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?»

Ellos contestaron: «Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas.»

Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»

No es difícil imaginar que si nos preguntaran a los que formamos la comunidad de seguidores de Jesús nos lo preguntaran también habría una gran variedad de respuestas. En más de un caso daríamos la respuesta del Catecismo o la respuesta que pone el evangelio en boca de Pedro («Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.»)

Y nos podrían dar por aprobado el examen; pero la pregunta tiene una profundidad que va mucho más allá de todo lo que enseña la Iglesia y de lo que ha convertido en dogma de fe.

Porque, personalmente, ¿quién es para mi Jesús de Nazaret? ¿qué supone y significa para mí?

No estoy hablando de doctrina, de conocimientos, de cosas que he aprendido. ¿Es tan importante que implica y compromete mi vida?

Cuando Pedro expresa el sentir de los que le conocieron ("Tú eres el Mesías, el ungido de Dios...") está diciendo con palabras que el pueblo judío entendía muy bien. Es decir, la persona que nos hace llegar el mensaje de la Buena Noticia del Reino de Dios. Con su vida, con sus actos, con sus palabras y con todo su ser transmitía "una experiencia interior única, una manera distinta de relacionarse con Dios. No predicó verdades teóricas, sino una manera de vivir que debía estar de acuerdo con lo que el ser humano es. Y lo resumió en un concepto muy repetido: El Reino de Dios. Y la única manera de implantarlo era descubrir a Dios dentro de sí y hacerlo presente fuera a través de las obras."

"Jesús fue un judío de profunda fe-confianza en Dios. Sus esfuerzos estaban encaminados a que todos los seres humanos llegasen a esa misma confianza absoluta en Dios... Esa confianza absoluta no se basaba en lo que Dios podía hacer por él sio en lo que Dios era para él."

He tomado prestados estos comentarios que hace Fray Marcos en su libro "Eres Ungido como Jesús".

Me ha parecido que traducen lo que yo mismo siento en estos momentos con referencia a Jesús de Nazaret. Leer el evangelio es para mí una constante invitación a seguirle, a caminar tras sus huellas y poquito a poco llegar a esa vivencia de la profunda fe-confianza en Dios. Descubrirlo en mí y en todo lo que me rodea (las personas, la naturaleza, el universo) y vivir una humanidad que supere tantas barreras, las diferencias que nos separan, dejando que, a través de mis obras, aparezca ese Reino de Dios con signos de fraternidad, solidaridad, compasión y entrega.

Texto del evangelio de Mateo (16,13-20)


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sábado, 19 de agosto de 2023

¡Qué grande es tu fe!

“Que se cumpla lo que deseas”

20 de agosto 2023




Este domingo se nos propone un texto del evangelio de Mateo que deberíamos leerlo con mucha más atención de manera que nos haga ver en profundidad nuestra sociedad y nuestra Iglesia.

Es la narración del encuentro de Jesús de Nazaret con una mujer cananea… Lo que quiere decir extranjera, pagana, no judía.

Yo diría que es un canto a la mujer, a toda mujer, a esa parte de la población que es la base esencial de nuestra convivencia, de nuestra vida, de lo que la humanidad ha venido usando como instrumento imprescindible para seguir adelante.


Esa mujer cananea, pagana, no judía, tiene un problema grave en su vida (Su hija tiene un demonio muy malo) y por lo que ha oído ese hombre, Jesús de Nazaret, podría ayudarla. Y ahí va ella detrás de él gritando que le ayude…

Jesús es reticente… Esa mujer no es judía… Él se dirige y habla de su proyecto del Reino de Dios a su pueblo, a los judíos.

Pero ella llega hasta él e insiste: -“Señor, socórreme!”

Y Jesús le contesta: -«No está bien echar a los perros el pan de los hijos.»

Pero ella no se acobarda: -«Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos.»


Yo creo que todo eso podría ser el reflejo de nuestro modo de actuar. En la sociedad, por supuesto. La mujer, aún hoy en día en el siglo XXI tiene que pelear por cada pequeño espacio que va conquistando. A todos los niveles. Es como si dentro de la humanidad hubiera niveles o escalones. Nos cuesta reconocer el papel esencial de las mujeres, de todas las mujeres (las madres, las abuelas, las jóvenes, las niñas). Y tienen que ir reclamando y protestando para que se las acepte todos esos valores que representan.

Eso en la sociedad. En nuestra Iglesia, aún después de tantos años (dos milenios), seguimos teniendo un gobierno de hombres (convencidos que están ahí por voluntad de Dios), que se sienten sagrados (consagrados dicen ellos) y que tienen una gran dificultad en ceder como hizo el propio Jesús de Nazaret…  -«Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas.»


La propuesta que Jesús de Nazaret hacía al pueblo de Israel, a su pueblo, a los judios, era la de un mundo más humano, más solidario, más compasivo y fraterno… Y finalmente entendió que ese proyecto era para todas las personas (judíos o paganos, hombres y mujeres, grandes y chicos). Que nos convirtiéramos  y cambiáramos para vivir como hijos del mismo Padre.

Y fueron numerosas las mujeres que le siguieron, se empaparon del mensaje y acompañaron a las primeras comunidades de los seguidores de Jesús.


¡Qué grande es tu fe! ¿Acaso no podríamos decir eso mismo de tantas mujeres que todos conocemos? Y no hace falta que pensemos en aquellas a las que la Iglesia ha declarado santas o que son fundadoras de Órdenes o Congregaciones Religiosas.

No. Pensemos en tantas y tantas mujeres que nos son cercanas. Y aprendamos a reconocer y agradecer su valor, su insistencia, su esfuerzo, su dedicación callada en muchos casos.

Hoy quiero que mi oración sea un gesto de agradecimiento y de valoración por todo lo que han hecho por este conjunto que llamamos humanidad.

«Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas.»

Texto del evangelio de Mateo (15,21-28)

viernes, 11 de agosto de 2023

Entre el miedo y la esperanza

¿Por qué has dudado?

13 de agosto 2023


Este domingo el evangelio de Mateo nos ofrece la narración de la tempestad en el lago... Los discípulos de Jesús en la barca. Jesús orando en el monte. Y, de madrugada, se les acercó Jesús andando sobre el agua... Ellos se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma.

"Jesús les dijo en seguida: «¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!»

Luego viene la escena en la que Pedro le pide a Jesús que, si de verdad es él, "...mándame ir hacia ti andando sobre el agua.» Y dice el texto que echó a andar sobre el agua... Pero: "al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: «Señor, sálvame.»

Una narración que me obliga a reflexionar y a darme cuenta que también los seguidores de Jesús de Nazaret andamos muchas veces de esa manera, entre el miedo y la esperanza.

Nos declaramos cristianos que estamos en la misma barca (la Iglesia) y que creemos en su mensaje, en la buena noticia del Reino de Dios. Parece que todo va bien, que hacemos lo correcto. Hasta que nos damos cuenta de la presencia del mismo Jesús en situaciones imposibles (andando sobre las aguas o en realidades bien lejanas de la paz y tranquilidad de nuestras iglesias) y entonces creemos ver fantasmas. Y nos entra miedo y gritamos pidiendo auxilio.

Vivir la experiencia de Dios, hacer nuestro el estilo y camino de Jesús de Nazaret, a ratos nos entusiasma y creemos ser capaces de cualquier cosa. Luego la realidad misma nos ofrece unos aspectos de la vida que simplemente nos asustan y gritamos de miedo o rezamos todas las oraciones que sabemos pidiendo auxilio.

Y, también a nosotros, nos dice Jesús: "«¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?»

Me recuerda el texto del evangelio que nos cuenta lo de los discípulos de Emaús: "Ellos le dijeron: Nosotros creíamos que...,  sin embargo, han pasado ya tres días desde que estas cosas sucedieron (la muerte en la cruz)"

¡Cuántas veces les dijo Jesús que no tuvieran miedo!

Quizás hay un detalle en su mensaje que no acabamos de entender y asumir: La confianza en Dios, hacer nuestra la experiencia de Jesús de Nazaret descubriendo dentro de nosotros que somos hijos suyos, que nuestro ser y nuestra realidad están impregnados de Dios. Y vamos caminando nuestra vida respirando al mismo Dios.

Todo eso lo vivió Jesús de tal manera que se sentía totalmente identificado con Dios, su abbá (su papá). Y desde esa perspectiva veía y miraba a la gente con la mirada misma de Dios. Se le conmovían las entrañas, miraba con ternura a los más débiles y necesitados. Y entendía que no podíamos hacer y comportarnos como lo hacen los ricos y los poderosos. Que la actitud más humana era el servicio, el ayudarnos unos a otros, el vivir como hermanos.

Ahí, pues, andamos. Entre el miedo y la esperanza. Escuchemos la palabra de Jesús: «¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!»

Texto del evangelio de  Mateo (14,22-33)


jueves, 3 de agosto de 2023

No vieron a nadie más que a Jesús

Escuchadle

6 de agosto de 2023

La Iglesia nos propone en este domingo de agosto (día 6) la fiesta de la Transfiguración. Es una fiesta que parece una presentación. La aparición en escena de alguien importante. Tanto la narración como los personajes aparecen en un escenario fantástico: Nada menos que un monte alto, unos personajes que recogen lo más grandioso de la historia de Israel y las nubes que cubren la escena para dejar oír la voz que proclama el nombre del personaje elegido...

Algo así me imaginaba yo cuando leía o escuchaba este evangelio.

Y ahora, mientras releo el texto, me veo obligado a reflexionar y a repensar su mensaje: «Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadle.»

Aceptamos con cierta facilidad eso de que Jesús es el Hijo, el amado, el predilecto. Y llegamos a aceptar (por lo menos en teoría) lo que nos han enseñado sobre Jesucristo. Incluso aceptamos los signos o milagros que nos cuentan los evangelios. Y confesamos que tuvo que ser alguien extraordinario... sin entrar a aclarar todo lo que se dice sobre su naturaleza humana y divina o lo referente a la Santísima Trinidad y las tres Personas.

Ahora bien, lo que me parece que se nos hace más difícil es la palabra final: ¡Escuchadle!

Todo el evangelio, todos los textos que vamos leyendo/escuchando son una invitación a escuchar... "El que tenga oídos para oír, que oiga". Y todas las parábolas que se han recogido en los mismos son una proclamación continua del mensaje del Reino de Dios... para que escuchemos y... reaccionemos. ¡Convertíos! Está cerca el Reino de Dios! Cambiad vuestro estilo de vida.

Ese hombre Jesús de Nazaret (judío de toda la vida) captó y vivió en profundidad lo más íntimo y esencial de los mensajes que habían dejado los profetas. Y con su vida y su palabra nos hace entrever la presencia de Dios en el mundo y en nuestra vida. Un Dios que es, ante todo, amor, ternura y compasión. Que no se olvida de nadie y que espera que todos intentemos ser sus hijos.

A nosotros nos cuesta alcanzar esa profundidad de vida y apena si creemos algo que esté más allá de lo que vemos y tocamos. Y cuando hablamos de Dios lo imaginamos a nuestra manera, un poco a nuestra imagen: Que es bueno con los que se portan bien y "justo" (o castigador) con los malos... Que, como es todopoderoso, puede hacer lo que quiera y, como nosotros somos buenos, nos puede conceder cualquier cosa (incluso la vida eterna).

Pero qué diferente lo entendió Jesús de Nazaret... Releer las parábolas lentamente nos puede ayudar mucho: La oveja perdida; el hijo pródigo; la fiesta de bodas; el grano de mostaza; la levadura; la red que pesca toda clase de peces; la semilla que llega a todos los terrenos... Dios que es padre-madre que hace salir el sol para los buenos y para los malos..., o cae la lluvia sobre unos y sobre otros. Que tiene en cuenta a los lirios del campo y a los pajarillos. Jesús no está haciendo física o biología. Habla de su profunda experiencia vital. Sintió a Dios como algo esencial y presente en todo.

Bien, pues, a ese hijo amado y predilecto... ¡Escuchadle!

A aquellos hombres y mujeres que anduvieron por los caminos de Galilea les costó entender su mensaje. Sólo después de su condena y muerte en la cruz fueron captando poco a poco lo que le hacía tan especial. Y eso les fue cambiando la vida. Es a lo que llaman "experiencia pascual". Y nosotros estamos en ese proceso... si queremos escuchar y poner en práctica. Conviene que recordemos lo que dijo Jesús: "No todo el que dice Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos".

Texto del evangelio de Mateo (17,1-9)

Se acerca vuestra liberación

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