Poder llegar a ser hijos de Dios
25 de diciembre 2022
Ya es Navidad. Además de todas las luces, los regalos, las comidas en familia y el belén que hemos puesto en nuestra casa... es Navidad.
A lo largo de tanto tiempo hemos hecho una lectura de los evangelios tan literal que ya nos parece que se trata de una narración histórica. Con todos los detalles que nuestros belenes han recogido: el establo de los animales, la pobreza de José y María, los ángeles que anunciaron su nacimiento, los pastores que corrieron a ver al niño... Toda una imagen que nos resulta tan tierna y conmovedora que nos llena de paz y de esperanza. Nos ha nacido un Salvador. Él nos librará de todos los males y nos traerá, sí, la paz y un mundo mejor.
Y repetimos la fiesta cada año. Y nos parece que así daremos comienzo a un nuevo año que sea mejor que el anterior.
El texto del evangelio de Juan deja a un lado toda esa narración del nacimiento de Jesús y nos mete en unas profundidades que nos tienen que hacer reflexionar.
Nosotros, al igual que lo hacía todo el pueblo judío, esperamos al Salvador, el Mesías, el que nos salvará de todos nuestros males y problemas. Y Juan, en su texto, nos dice que "La luz brilla en las tinieblas", "Que vino a los suyos y los suyos no lo recibieron..."
Creo que se está refiriendo a la Palabra, al mensaje de Jesús de Nazaret, a acoger y recibir dentro de mí mismo esa propuesta que hacía Jesús a todos los que le querían escuchar: Para acoger el mensaje, la Palabra, hay que cambiar, hay que renacer. Como le dijo a Nicodemo: "el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios”.
Y ese renacer es algo muy exigente. Así lo comenta Juan Zapatero Ballesteros: "Jesús se refería al otro nacimiento que no entiende de lugares, de tiempos ni de otras anécdotas que a la postre no inciden para nada en la plenitud de uno mismo ni en la felicidad de los demás. Jesús se refería al cómo, o lo que es lo mismo, a nacer de otra manera."
"Era y sigue siendo mucho más atractivo, qué duda cabe, un cielo con angelitos revoloteando que proclaman por doquier paz, que denunciar la injusticia de cerca y de lejos como la causante de tanta destrucción material y eliminación de vidas. Cómo no va a ser mucho más enternecedor contemplar a un recién nacido, postrado en un pesebre, mientras lo lamen el buey y la mula, que tener que arremangarse con la acción y la palabra para evitar desahucios, por ejemplo, o cualquier otro tipo de atropello. “Renacer” o lo que es lo mismo, desmontar todo un tinglado de estructuras religiosas, que no evangélicas, es harina de otro costal que conviene dejar aparcado para tiempos mejores..." (Juan Zapatero).
Ésa es la reflexión para este día de Navidad. Contemplar el belén tiene que significar para nosotros un cambio que nos hace renacer, acoger su mensaje y vivir de tal manera que la Luz que brilló en la vida de Jesús de Nazaret ilumine también la nuestra.
Acogiendo esa Luz que brilla en las tinieblas, también nosotros, podemos llegar a ser hijos de Dios.
Y celebraremos la Navidad con todo el sentido del mensaje del evangelio. De acogida a Dios que está entre nosotros, que se hace carne en los más desprotegidos (especialmente), en los necesitados, en los hambrientos de pan, de paz, de justicia... Acogemos la Luz que nos da vida y que nos hace renacer como verdaderos hijos de Dios.
Texto del evangelio de Juan - Jn 1, 1-18
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