jueves, 13 de octubre de 2022

La justicia de Dios

¿Dios escucha nuestras oraciones?

16 de octubre 2022

El texto del evangelio de Lucas que escuchamos/leemos este domingo nos coloca en una postura un tanto ambigua. 

Lucas pone en boca de Jesús la recomendación de que "hay que orar siempre" y añade, a continuación, la parábola de la viuda y el juez injusto que, al final, para que no le fastidie más le hace caso...

Entonces nos preguntamos: ¿Es que Dios actúa así? Y, aunque añade que Dios escuchará a sus elegidos cuanto antes, ¿no es verdad que la realidad de cada día nos muestra algo diferente?

Quizás tendríamos que preguntarnos: ¿Para qué rezamos? ¿Qué queremos conseguir?

Creo que llevamos muy dentro de nuestro subconsciente lo de que Dios es todopoderoso, que si rezo mucho e insisto me concederá cualquier cosa, que si me porto bien y formo parte de sus elegidos seguro que escuchará mis oraciones...

Y así nos hemos hecho una imagen de Dios a nuestra medida. Si es juez podré ganármelo de alguna manera. Si es el Señor podrá hacer un milagro si hace falta... Y con esos pensamientos nuestra oración se aleja totalmente del mensaje de Jesús de Nazaret.


Como escribe Fray Marcos: -"Dios es siempre el mismo y no puede cambiar para amoldarse a una petición. No tenemos que esperar al final del tiempo para descubrir la bondad de Dios sino descubrir a Dios presente, incluso en todas las calamidades, injusticias y sufrimientos que los hombres nos causamos unos a otros."


Descubrir a Dios y su bondad (su justicia) es aceptar y acoger todo el amor que nos regala (en la vida, en la naturaleza, en todo lo que nos rodea) y tratar de copiar en mi vida esa actitud y ese estilo. Y ahí entra toda la compasión, toda la solidaridad, toda la empatía, toda la ternura... Especialmente ante la injusticia, la opresión, el desprecio, el olvido y abandono. 

Entonces mi oración se vuelve algo íntimo que me ayuda a ver mi propia vida desde la perspectiva de nuestro Padre.


Me parece muy agudo el comentario que ofrece Fray Marcos: -"Si rezamos, esperando que Dios cambie la realidad: malo. Si esperamos que cambien los demás, malo, malo. Si pedimos, esperando que el mismo Dios cambie: malo, malo, malo. Y si terminamos creyendo que Dios me ha hecho caso y me ha concedido lo que le pedía: rematadamente malo. Cualquier argucia es buena, con tal de no vernos obligados a hacer lo único que es posible: cambiar nosotros."


Que tenemos que orar siempre... Sí, claro. Una oración en la que, ante todo, tratamos de hacer nuestro el mensaje de la Buena Noticia del Reino de Dios. Una oración para que vaya entrando en nuestra vida. Una oración para ir aprendiendo a hacer su voluntad... Para ser justos y compasivos como Dios nuestro Padre. Y así entramos en la dinámica del evangelio.

Aceptar que Dios nos ama, siempre y en cualquier situación, es acoger ese don y hacerlo mío en cualquier situación... También en ocasiones en las que la injusticia nos rodea. Entonces mi oración será parecida a la de San Francisco de Asís:  "Oh, Señor. haz de mí un instrumento de tu paz. Que donde haya odio, ponga yo amor. Donde haya ofensa, ponga yo el perdón. Donde haya discordia, ponga yo armonía. Donde haya desesperación, ponga yo esperanza..."


Y como subraya Fray Marcos: "-La única manera de ser justo es no practicar ninguna injusticia."

Y sí, podemos estar seguros de que Dios escucha nuestras oraciones. Sobre todo cuando yo voy dejando entrar en mi vida el Reino de Dios y adquiere ese estilo de evangelio en el que llegaré a ser capaz de dar mi túnica al que me pide el manto, o poner la otra mejilla al que me golpea... O sea amar incluso a los que me hacen daño, al que me persigue, al que comete injusticia...

-"Padre, perdona todo el mal que he hecho como, al decir estas palabras, también yo perdono al que me ha ofendido..."

Texto del evangelio de LUCAS 18, 1-8

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