Segundo domingo de Adviento. Y en la catequesis que nos ofrece la Iglesia aparece la figura de Juan el Bautista. Una figura muy especial que, también en su manera de expresarse, nos va a pedir que estemos atentos, que no nos despistemos…
“Lucas ha resumido su mensaje -escribe José Antonio Pagola- con este grito tomado del profeta Isaías: «Preparad el camino del Señor». ¿Cómo escuchar ese grito en la Iglesia de hoy? ¿Cómo abrir caminos para que los hombres y mujeres de nuestro tiempo podamos encontrarnos con él? ¿Cómo acogerlo en nuestras comunidades?”
“Allanad sus senderos; los valles serán rellenados, los montes y colinas serán rebajados; lo torcido será enderezado, lo escabroso será camino llano. Y toda carne verá la salvación de Dios».
Desde las vivencias de las primeras comunidades de seguidores de Jesús, Lucas recoge y transmite la exigencia del grito de Juan y que, era ya también, de la iglesia primitiva: Para que toda carne vea la salvación de Dios… Los senderos, los valles, los montes y colinas, lo torcido, lo escabroso… de nuestro mundo y nuestra sociedad.
Para que la gente, los hombres y mujeres de nuestro tiempo vean la salvación de Dios tenemos que implicarnos y empeñarnos en preparar el camino. Y creo que tiene mucho que ver con la realidad social que nos envuelve, con esta humanidad hecha girones por tantos sitios y países. Y, aunque las fiestas y celebraciones que se preparan en las iglesias pueden ser bonitas y emotivas, andarán muy descaminadas si ni prestan atención a esos caminos, a esos valles, a esos montes, a lo que está torcido y escabroso.
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