17 de octubre 2021
Hay expresiones, por muy religiosas que sean, que no me gustan, que no me cuadran. Es más, me parecen erróneas.
Decir que Dios envió a Jesús al mundo para morir por nosotros, simplemente me parece un disparate.
Lo han comentado en la misa de hoy. Y se aferran a un texto de la Carta a los Hebreos. Eso de que tenemos un Sacerdote que se ofrece en expiación de nuestros pecados. Que Dios envió a su Unigénito para que muriendo por nosotros nos salvara del pecado original y de todos nuestros pecados...
Y de ahí sacan la conclusión de que hemos nacido también para sufrir como Él y así salvarnos...
Me parece esa doctrina de la Iglesia y los que la defienden no han entendido el mensaje de Jesús de Nazaret.
Precisamente una persona, un hombre, que pasó haciendo el bien, con esa atención tan especial a los pequeños y marginados, a los enfermos y excluídos... Y cómo entender al Dios de Jesús tan tierno y compasivo, todo amor, que presta atención a las cosas más pequeñas (las flores del campo, los pajarillos, incluso nuestros cabellos), con esa idea de enviar su hijo a la muerte.
No, no es posible. Si nacemos es para vivir y para vivir intensamente. Si recibimos la vida (todo un don) es para la gocemos y la hagamos gozar... Y por ahí entra la entrega, el amor, el cariño, el compartir, el pensar en los demás, el favorecer la vida con todos nuestros medios.
La muerte ya la propagamos, a veces, sin darnos cuenta. Y hacemos daño, y abandonamos a otros, los arrinconamos, los olvidamos...
Claro que nuestra vida tiene unos límites. Y, seguro, un día moriremos. Pero siempre tiene que prevalecer que nacemos para vivir.
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