¿Por qué somos cobardes? ¿No nos fiamos?
20 de Junio de 2021
El texto del evangelio que escuchamos o leemos este domingo (tomado del evangelio de Marcos) nos narra lo de la tempestad calmada... Los discípulos suben a la barca con Jesús y, cuando están en mitad del lago, se desata una tempestad... Y Jesús dormía.
Cuando leía este texto siempre pensaba: qué bueno seria tener a Jesús en nuestra barca, en nuestra casa, en nuestro barrio, en nuestro trabajo... y cuando las cosas se ponen feas, cuando surgen los problemas, poder echarle un grito a Jesús: -No te importa que nos hundamos? Y Jesús nos sacaría de apuros y problemas...
No acababa de verle el sentido. La narración, fuera lo que fuese que sucedió, es una cosa; pero con referencia a nuestra vida actual ¿qué sentido podría tener?
En la última reunión que tuvimos en nuestra parroquia hablamos de la puesta en marcha de las UAP (Unidad de Acción Pastoral), algo que se va haciendo aquí en la iglesia de Navarra. Y casi lo primero que se nos planteaba era qué tipo de iglesia queremos, qué es lo que nos motiva para seguir a Jesús...
Y es que todos hemos recibido tanta doctrina, tantas fórmulas y dogmas que, a lo mejor, hemos perdido la orientación del mensaje de Jesús, su Buena Noticia del Reino de Dios.
En los comentarios se hicieron referencias a textos y lecturas del Antiguo Testamento y lo dificil que se hacía a la gente de hoy entender y aceptar algunas cosas que allí se leen... Y así se no hizo larga la reunión. Pero sí apareció claro lo de centrarnos en Jesús mismo y su mensaje, en la comunidad de hermanos que quiere seguir las huellas del Maestro (en la Acogida de los más desfavorecidos, en la Orientación de los niños y jóvenes -Catequesis-, en nuestras Celebraciones). Siempre pensando en una comunidad de Hermanos y Hermanas con participación plena y sin ese peso estructural y jerárquico que define a nuestra Iglesia Oficial.
Pues bien, para entender mejor el texto de hoy, como siempre, he echado mano del comentario de Fray Marcos: -"Jesús pide a los discípulos que vayan a la otra orilla. Está haciendo referencia al paso del mar Rojo. Aquel paso les llevó a la tierra prometida. La otra orilla del mar de Galilea era tierra de gentiles. Es una invitación a la universalidad, más allá del ámbito judío, que se opone a la apertura. La primera “tormenta” que se desató en el seno de la comunidad cristiana fue precisamente por el intento de apertura a los paganos..."
Luego sigue la escena de la tempestad, del miedo que pasan, de Jesús dormido y el gritarle para que les salve... Y Jesús que les dice: (Sigue comentario de Fray Marcos): -"¿Por qué sois cobardes? ¿Aún no tenéis fe? No son preguntas, sino constataciones de una evidencia. Ni confiaban en sí mismos ni confiaban en él. Aquí tenemos otra clave para la reflexión. Confiar en un Dios que está fuera y actuará desde allí nos ha llevado siempre al callejón sin salida del infantilismo religioso. Una vez más queda manifiesto que la fe no es la aceptación de unas verdades teóricas, sino la adhesión confiada a una persona. Jesús les acusa de no confiar ni en Dios ni en él ni en ellos..."
Al leer todo esto estaba recordando nuestros comentarios y propuestas en la reunión de la parroquia. Está claro que tenemos miedo, que somos cobardes, que no nos acabamos de fiar, que hay dificultades, que aquella iglesia de cristiandad, en la que veíamos las iglesias llenas todos los domingos, ya no existe; que muchísima gente (la inmensa mayoría) ya no pisa la iglesia a no ser para una boda, un funeral y algunas comuniones y bautizos... Es toda una tempestad en la Organización misma de la Iglesia. Y, sí! parece que Jesús está dormido, que no le importa lo que nos pase...
Pues eso, ¿por qué somos tan cobardes? ¿no nos fiamos? Está claro que sólo somos como ese granito de mostaza, o un poco de levadura. o un granito de trigo que cae en la tierra... y tiene que morir para dar fruto.
Entiendo que tenemos delante de nosotros una invitación para ir a la otra orilla (dejándonos de seguridades y normas y preceptos de cumplimiento) y encontrar a esa muchedumbre de personas que, en muchos casos, han perdido hasta la esperanza o sufren una soledad terrible. Y, en segundo lugar, vivir y experimentar nuestro seguimiento de Jesús como una fraternidad de hermanos y hermanas que cada día hacen más real su confianza en Él.
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