Testigos de la luz13 de Diciembre de 2020 - III Domingo de Adviento
El evangelio de este domingo nos habla de Juan el Bautista. Y comienza así: "Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Y éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz..."
Le preguntaban que ¿quién era? ¿Si era el Mesías? ¿O un profeta?... No, nada de eso. Sòlo testigo de la luz.
Como escribe José Ant. Pagola: "El testigo de la luz no habla mucho, pero es una voz. Vive algo inconfundible. Comunica lo que a él le hace vivir. No dice cosas sobre Dios, pero contagia «algo». No enseña doctrina religiosa, pero invita a creer. La vida del testigo atrae y despierta interés. No culpabiliza a nadie. No condena. Contagia confianza en Dios, libera de miedos. Abre siempre caminos. Es como el Bautista, «allana el camino al Señor»...
A Juan el Bautista le preguntaron quién era... Ahora esa pregunta me llega a mí, a nosotros, a todos los que nos decimos seguidores de Jesús de Nazaret: ¿Y tú quién eres?
Quizás mi respuesta sería más bien la expresión de un deseo, de un objetivo que le pongo a mi vida, de ese camino que voy haciendo dia a día. Y sí, yo también quiero ser testigo de la luz. Tal y como escribe J.A.Pagola, yo sólo quiero ser el testigo que intenta reflejar eso que a mí me ha impactado y me anima a seguir una manera y estilo de vida que no coincide con lo que nos presentan como moda, como lo que se lleva, como lo que todo el mundo hace.
Jesús de Nazaret fue y es alguien muy especial para mí. Se me presenta como una persona profundamente humana que mira en profundidad a cada una de las personas con las que se encuentra. Vive una empatía y una compasión que le permite acercarse a un leproso o a un marginado o a una persona despreciada por todos con todo el cariño, como lo haría a un bebé, a la persona más débil y necesitada... A medida que vas captando su manera de ser y de actuar, entiendes que Él, como persona, resulta un auténtico reflejo de Dios mismo.
Tal vez, hay algo que, debido a nuestra formación religiosa, a lo que siempre nos han predicado (Jesús es el Hijo de Dios), se nos hace muy difícil de asumir. Y es la humanidad de Jesús. _Fray Marcos lo comenta de esta manera: "Jesús desplegó su vida humana como cualquier otro ser humano. Como hombre, tuvo que aprender y madurar poco a poco, echando mano de todos los recursos que encontró a su paso. Fue un hombre inquieto que pasó la vida buscando, tratando de descubrir lo que era en su ser más profundo. Su experiencia personal le llevó a descubrir dónde estaba la verdadera salvación del ser humano y entró por ese camino de liberación. Si no entendemos que Jesús fue plenamente hombre es que no aceptamos la encarnación..."
Entonces, seguir las huellas de Jesús de Nazaret, ser testigos de la Luz (de su Luz) sería, ante todo, rehacer su camino, poner en mi vida esa profundidad y esa manera de ver que hace que las personas (todas las personas) adquieren una dimensión diferente. Sería ir creciendo en humanidad, en solidaridad, en fraternidad. Y así ser como el reflejo de lo que Jesús llegó a ser.
"La simbología de la luz, escribe Inma Calvo, es una de las más sugerentes para comunicar la experiencia espiritual. Qué diferencia entre el día y la noche... A plena luz del día, el optimismo y la esperanza disipan los miedos y nos ponen en marcha. Por eso decimos que Jesús es nuestra luz. Su vida nos llena de motivos para seguir creyendo en la humanidad y descubrir en ella esos destellos divinos."
Así caminamos hacia ese encuentro que colmará todas nuestras esperanzas y anhelos.
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