17 de Noviembre de 2019
Este fin de semana escuchamos (en el texto de Lucas, 21) una descripción en el estilo que llaman apocalíptico. En otros tiempos era bastante frecuente oírlo en las predicaciones y charlas religiosas. Cualquier novedad social o científica adquiría enseguida esos tintes de catástrofe, de desastre, de decadencia moral... Lo que impulsaba a los predicadores y doctores de la iglesia a clamar y pronosticar grandes males y desgracias que arrastrarían al pueblo a la condenación...
Hoy en día, ya no son los adelantos científicos, las novedades electrónicas, los múltiples medios de comunicación... No! Ahora es como si todos los males estuvieran en todas partes y Dios se hubiera refugiado en las iglesias y sólo nos quedara el defender lo de siempre, la fe y la ortodoxia. Lo que siempre se ha hecho. Conservar y agarrarnos a lo seguro.
Y mientras tanto el mundo entero, su economía y su humanidad se mantiene en una crisis constante que hace que muchos pueblos, muchas familias, se vean marginadas, abandonadas en una subsistencia tan precaria que apenas si se puede llamar humana.
Las comunidades cristianas de Navarra estamos recibiendo una llamada especial para responder, no a la Iglesia, sino a nuestra sociedad y a nuestro mundo. Un porcentaje enorme ya dejó la Iglesia. La participación en nuestras celebraciones se ha reducido al mínimo. Cada vez son más escasos los sacerdotes y muchos pueblos se ven como abandonados sin liturgias ni celebraciones. Ése es nuestro reto. Ésa es la llamada
José Antonio Pagola lo cuestionaba así: -"¿Nos hemos posicionado de manera responsable, despertando en nosotros un sentido básico de solidaridad, o estamos viviendo de espaldas a todo lo que puede turbar nuestra tranquilidad? ¿Qué hacemos desde nuestros grupos y comunidades cristianas? ¿Nos hemos marcado una línea de actuación generosa, o vivimos celebrando nuestra fe al margen de lo que está sucediendo?"
Si he descubierto al Señor, tengo que contarlo a mis amigos, a mis conocidos (así sucedió con los primeros seguidores de Jesús). Y mi propuesta tiene que ser como la de ellos: Ven y verás. La respuesta de mi comunidad (por muy pequeña que sea) es y tiene que ser parecida a la de la primera comunidad de Jerusalén: Mirad cómo se aman! Se reunían, compartían y celebraban la fracción del pan... Y en esta sociedad nuestra queremos ser levadura y sal, aunque nos sintamos como un granito de mostaza. Porque lo que realmente nos preocupa es el proyecto de Jesús, la Buena Noticia de ese mundo nuevo en el que los pobres, los marginados, los desahuciados, los ancianos abandonados, los que se han quedado sin trabajo o los sin papeles... también tienen un puesto y están invitados.
Tomo prestada la observación que hace Fray Marcos: -"Lo que nos debía preocupar de verdad es lo que está mal por culpa del hombre. Ahí nuestra tarea es inmensa. El ser humano está causando tanto mal a otros seres humanos y al mismo mundo que debíamos estar aterrados..."
Los mensajes de miedo (catastróficos o apocalípticos) no nos van a ayudar. El arrinconarnos y escondernos en nuestras celebraciones no son la respuesta a la proclamación del reino de Dios que ya está dentro de nosotros... Es tiempo de actuar, de vivir solidariamente y hacer que nuestra vida vaya dando sabor a nuestro entorno.
Y como escribe Fray Marcos: "Lo esencial del mensaje de hoy está en la importancia del momento presente frente a los miedos por un pasado o las especulaciones sobre el futuro. Aquí y ahora puedo descubrir mi plenitud. Aquí y ahora puedo tocar la eternidad..."
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