13 de Octubre de 2019
El texto que escuchamos este fin de semana es el relato que hace Lucas de la curación de los 10 leprosos... Sólo uno volvió a dar gracias a Jesús, y éste era samaritano...
Me arranco con el comentario que hace José Antonio Pagola: -«¿No han quedado limpios los diez?». ¿No se han curado todos? ¿Por qué no reconocen lo que han recibido de Jesús? «Los otros nueve, ¿dónde están?». ¿Por qué no están allí? ¿Por qué hay tantos cristianos que viven sin dar gracias Dios casi nunca? ¿Por qué no sienten un agradecimiento especial hacia Jesús? ¿No lo conocen? ¿No significa nada nuevo para ellos?..."
También el domingo pasado se nos hacía referencia a la fe... ("Si tuvierais fe como un granito de mostaza..."), y pienso que cuando se nos habla (o nosotros mismos hablamos) de la fe, ha como una referencia a las "verdades que creemos", algo así como hablar del credo y sus artículos o verdades. De ese modo nuestra fe es más bien una doctrina, un conocimiento; pero diría que no tiene nada que ver con nuestra vida. No me implica, no me compromete a nada. Es como si pudiera simplemente responder a las preguntas del Catecismo, como hacíamos cuando íbamos a la doctrina, tal como decíamos en aquel tiempo.
El leproso samaritano entiende que su vida ha cambiado totalmente. De ser una persona excluida y marginada de su comunidad y de su gente, ahora está y se siente limpio, regenerado y es ese tal Jesús quien lo ha hecho. Alegre, agradecido, lleno de una vida nueva. Eso es lo que siente. Y vuelve para agradecer, para mirar más de cerca y expresar algo para lo que le faltan palabras.
Y de nuevo me pegunto ¿cómo es mi fe? ¿son palabras y doctrina? ¿compromete mi vida?
Jesús proclamó su proyecto de la Buena Noticia del reino de Dios y fue invitando a todos los que se encontraba por el camino: Juan y Andrés, Pedro y Santiago... y Zaqueo y Magdalena y a todos los fariseos. Cada uno escuchó esa invitación a su manera. Para algunas personas significó un cambio total, fue como abrir los ojos a un mundo nuevo que iba mucho más allá de todas las normas y mandamientos, más allá de toda religión.
Cuando leo y releo las palabras de Jesús, sus comentarios, sus parábolas, su manera de actuar y de vivir, me digo que creer en Jesús sólo puede tener esa intensidad y esa entrega a su proyecto, sentir que (a través de Jesús) se me han abierto los ojos, me va desapareciendo la lepra y tantas cosas que se me han ido pegando a la piel, y tengo que volver a Él una y mil veces para agradecer, para reafirmar y resentir que me encanta su anuncio y proclamación, que yo también quiero seguirle y aportar mi granito de arena para que llegue el reino de Dios.
Y voy a tomar prestada, una vez más, el último comentario de José Ant. Pagola: "Una fe que no genera en los creyentes alegría y agradecimiento es una fe enferma..."
Lectura del santo evangelio según san Lucas (17,11-19)
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