8 de Septiembre de 2019
Seguimos escuchando el texto del evangelio de Lucas (en el capítulo 14), un texto que casi siempre se ha venido atribuyendo a los religiosos y religiosas o a los sacerdotes. Lo mismo ocurre cuando se habla de la vocación. Ellos y ellas han recibido la llamada, tienen vocación...
Poco a poco se han ido formando en la Iglesia dos clases: Los llamados a la vida religiosa (curas y monjas), como grupo de vida de perfección, y los laicos, el pueblo de Dios, que basta que vayan a misa y cumplan los mandamientos.
Es algo que, leyendo y reflexionando el texto del evangelio de hoy, resulta realmente extraño.
Cuando Jesús de Nazaret explica las condiciones y la manera de hacer y de vivir de sus seguidores no se está dirigiendo a un grupo especial, no se está dirigiendo siquiera a los doce. No! Se está refiriendo a todas aquellas personas que quieran seguirle, que acepten su proyecto, que estén dispuestas a seguir sus huellas.
Ésas son las condiciones para cualquiera de nosotros que quiera unirse al grupo de Jesús de Nazaret. Así lo entendió aquella primera comunidad de hombres y mujeres.
En sus oídos y en su corazón seguían resonando aquellas palabras tan exigentes: "Si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío.
Poco a poco se han ido formando en la Iglesia dos clases: Los llamados a la vida religiosa (curas y monjas), como grupo de vida de perfección, y los laicos, el pueblo de Dios, que basta que vayan a misa y cumplan los mandamientos.
Es algo que, leyendo y reflexionando el texto del evangelio de hoy, resulta realmente extraño.
Cuando Jesús de Nazaret explica las condiciones y la manera de hacer y de vivir de sus seguidores no se está dirigiendo a un grupo especial, no se está dirigiendo siquiera a los doce. No! Se está refiriendo a todas aquellas personas que quieran seguirle, que acepten su proyecto, que estén dispuestas a seguir sus huellas.
Ésas son las condiciones para cualquiera de nosotros que quiera unirse al grupo de Jesús de Nazaret. Así lo entendió aquella primera comunidad de hombres y mujeres.
En sus oídos y en su corazón seguían resonando aquellas palabras tan exigentes: "Si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío.
Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí, no puede ser discípulo mío..."
Suponía una opción vital, una elección que afectaba toda su vida. Era aceptar y hacer suya aquella primera palabra de Jesús: Está cerca el reino de Dios, convertíos! Aceptar el estilo de vida de Jesús significaba cambiar su escala de valores. Y, a partir de ese momento, la solidaridad y la compasión pasaban a ser lo primero. Ser más humano antes que tener más dinero. Compartir los bienes con las personas que lo necesitan antes que acumular propiedades y riquezas...
Demasiado a menudo se ha presentado el seguimiento de Jesús como una renuncia, como un perder todo aquello que tenemos, como privarse incluso de la familia y de las personas queridas... Creo que muchos predicadores han venido presentando el seguimiento de Jesús como algo negativo y se llamaba vocación a la renuncia de la familia, de los bienes, incluso del amor como pareja... Me parece que se ha puesto el acento en las cosas y no en el mensaje mismo del Maestro.
Fray Marcos lo comenta así: "El seguimiento de Jesús no puede consistir en una renuncia, es decir, en algo negativo. Se trata de una oferta de plenitud. Mientras sigamos hablando de renuncia, es que no hemos entendido el mensaje. No se trata de renunciar a nada, sino de elegir lo mejor. No es una exigencia de Dios, sino una exigencia de nuestro ser..."
Tener compasión del marginado y del oprimido (como el buen samaritano), dar de comer al hambriento, acoger al sin papeles, dar apoyo a los machacados por el sistema económico... Todo eso me hace más humano, más persona. Y a los que actúan de esa manera Jesús los reconoce y les dice venid, benditos de mi padre... Y es que cuando aceptamos la propuesta de Jesús, nuestra vida da un vuelco total y nos importa más que todo. Y, claro, va antes que el dinero, las comodidades, la diversión..., incluso la familia a la que, poco a poco, intentamos que lo entienda y que ella también se una a este proyecto.
Fray Marcos completa su comentario de esta manera: "En cuanto a las dos parábolas, lo que propone Jesús es que no se puede nadar y guardar la ropa. Queremos ser cristianos, pero a la vez, queremos disfrutar de todo lo que nos proporciona la sociedad de consumo. No tenemos más remedio que elegir. Preferir el hedonismo es un error de cálculo. Las parábolas quieren decirnos que se trata de la cuestión más importante que nos podemos plantear, y no debemos tratarla a la ligera. Es una opción vital que requiere toda nuestra atención. Nuestro problema hoy es que somos cristianos sin haber hecho una clara opción personal..."
Muy cierto. Creo que muchos de nosotros no se ha llegado a plantear el seguimiento de Jesús de Nazaret como una opción de vida y escuchar las palabras de hoy nos descoloca y preferimos dejarlo para todas aquellas personas que tienen vocación.
Muy cierto. Creo que muchos de nosotros no se ha llegado a plantear el seguimiento de Jesús de Nazaret como una opción de vida y escuchar las palabras de hoy nos descoloca y preferimos dejarlo para todas aquellas personas que tienen vocación.
Texto del evangelio de Lucas (14,25-33)
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