sábado, 21 de septiembre de 2019

El dios dinero

22 de Septiembre de 2019

En el texto de la eucaristía de este fin de semana escuchamos la parábola del administrador astuto... y termina con una sentencia que todos conocemos:"No podéis servir a Dios y al dinero". O como explica Fray Marcos: No podéis servir al dios "mammón" (dios cananeo) y a Dios...
Estamos hablando, pues, del "dios dinero"...

José Ant. Pagola se expresa así: "Desgraciadamente, la riqueza se ha convertido en nuestro mundo globalizado en un ídolo de inmenso poder que, para subsistir, exige cada vez más víctimas y deshumaniza y empobrece cada vez más la historia humana."

Es algo que lo constatamos diariamente. Una sociedad, un mundo en el que una minoría amontona poder y riqueza mientras una población inmensa carece de lo más elemental. Podríamos decir que siempre fue así; pero nunca antes fue tan grande el desarrollo de las comunicaciones que nos permiten saber algo de los abusos, la prepotencia y la opresión que se ejerce sobre muchas poblaciones.

Los seguidores de Jesús de Nazaret tenemos que asumir esas indicaciones que nos da el Maestro. Cuando nos dice que tenemos que ser la sal o la luz del mundo..., es para que nuestro modo de vivir marque una tendencia en medio de nuestra sociedad. Y cuando añade que seamos como la levadura, es para que entendamos que lo que importa y tiene que ser nuestro objetivo es la transformación de la masa. La levadura se disuelve y desaparece para obtener un pan que alimente a todos... La eucaristía creo que tiene que significar también eso mismo: ser pan que se parte y se reparte entre los hermanos. (Hay una canción que lo expresa bien: "tu palabra es camino, tu cuerpo fraternidad").

¿Qué tenemos que hacer? Como comenta Inma Calvo, nuestra vida y nuestras acciones, a veces, se quedan a mitad camino sirviendo un poco a Dios y un poco al dinero...: "El refranero lo traduce también con mucha fuerza gráfica cuando critica la incoherencia de encender una vela a Dios y otra al diablo. Son nuestras acciones diarias las que dirán de qué parte estamos." 

Hemos visto las manifestaciones de grandes multitudes, sobre todo gente joven y estudiantes, clamando y exigiendo el cambio de economía ante el cambio climático del planeta que ya vamos sintiendo en todo el mundo... Podemos añadir el hambre en el mundo, las migraciones de tantos hombres y mujeres, la explotación laboral de niños y niñas...
Tal vez ser levadura, sal y luz del mundo puede significar ser conciencia de todo esto y actuar de manera que se transforme el mundo que nos rodea.

Fray Marcos comenta eso de servir a Dios...: "A Dios no le servimos para nada. Si algo dejó claro Jesús fue que Dios no quiere siervos sino personas libres. No se trata de doblegarse con sumisión externa a lo que mande desde fuera un señor poderoso. Se trata de ser fiel al creador, respondiendo a las exigencias de mi ser. Servir a un dios externo, que puede premiarme o castigarme, es idolatría y, en el fondo, egoísmo. Hoy podemos decir que no debemos servir a ningún “dios”. Al verdadero Dios solo se le puede servir sirviendo al hombre. Aquí está la originalidad del mensaje cristiano."

Entonces ahí estaría nuestra opción: Servir, amar a los hermanos. 
Texto del evangelio de Lucas (16,1-13)

sábado, 14 de septiembre de 2019

Dios no da a nadie por perdido

15 de Septiembre de 2019

Resultado de imagen de he encontrado la oveja que se me había perdidoEl texto del evangelio de Lucas que escuchamos en la eucaristía de este fin de semana nos cuenta tres parábolas: La oveja perdida, la moneda perdida y el hijo pródigo.
Un texto que siempre nos ha gustado y que sabemos de memoria. Jesús nos presenta a Dios mediante unas imágenes muy cercanas, muy tiernas y compasivas... Como comenta José Ant. Pagola: "Podríamos decir que Jesús nos está presentando al Dios de los perdidos, o, mejor dicho, a un Dios que no da a nadie por perdido..."

Me llama la atención cómo las enseñanzas de la Iglesia, incluso las mismas oraciones de los doctores y predicadores, siguen manteniendo un lenguaje tan diferente del que usaba Jesús de Nazaret. 
Él no utiliza las expresiones de la Biblia (del Antiguo Testamento): El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob...; el Señor de los ejércitos...; el Altísimo...; el Todopoderoso... Él también acudía a la sinagoga. Escuchaba las lecturas. Rezaba como lo hacia toda su familia... Pero cuando se decide a proclamar la Buena Noticia del reino de Dios se olvida de todo ese lenguaje y nos habla de algo que le sale de lo más profundo de su vivencia, de lo más profundo de su corazón... "Cuando oréis, decid Abbá..." Y nos dice en parábolas cómo es Dios, cómo ha sentido y experimentado a Dios.
Entonces, ¿por qué escuchamos continuamente esas oraciones que la Iglesia utiliza en la liturgia: "Omnipotente y sempiterno Dios..."; "Oh Dios todopoderoso y eterno..." Incluso seguimos utilizando ese mismo lenguaje en la proclamación de nuestra fe (el Credo). 
Es cierto que es el lenguaje humano de cada época y de cada lugar. La Iglesia se ha olvidado o ha dejado al margen el modo de sentir de Jesús de Nazaret y así ha conseguido que "nuestro Dios", el que nos han enseñado y predicado, aparezca siempre como alguien lejano al que tenemos que adorar y rendir vasallaje o como el juez que nos vigila y nos juzga examinando meticulosamente nuestras acciones.

Con todas esas parábolas Jesús nos quiere dar a entender, ante todo, que Dios (Abbá = padre-madre) es amor, don total, entrega, compasión... El apóstol Juan recogerá esta misma idea en su primera carta (Dios es amor... Él nos amó primero... Y si alguien dice que ama a Dios y no ama a su hermano, es un mentiroso...)

Fray Marcos hace este comentario: "El Dios de Jesús es don absoluto y total. No un don como posibilidad, sino un don efectivo y ya realizado, porque es la base y fundamento de todo lo que somos. Al decir que es Amor (ágape) estamos diciendo que ya se ha dado totalmente, y que no le queda nada por dar. Jesús no vino a salvar, sino a decirnos que estamos salvados. Un lenguaje sobre Dios, que suponga expectativas sobre lo que Dios puede darme o no darme, no tiene sentido..." 

La conversión a la Buena Noticia del reino de Dios nos exige también un cambio en nuestra relación con Dios, con nuestro padre. Aceptar, sentir y hacer vida que Dios nos ama desde siempre, que somos un don suyo y que nuestra vida tiene que ir convirtiéndose en reflejo de Dios mismo. 
Yo, como muchas otras personas, también soy esa moneda perdida, o la oveja perdida, o el hijo que se ha ido de casa a vivir su vida... Y debo entender que Él, Dios, ha salido a buscarme.  No sólo me ha perdonado, sino que ha hecho una fiesta porque, por fin, he entendido y aceptado todo el cariño, la ternura y compasión que recibo de nuestro Abbá. Es entonces que empezaré a sintonizar con Él y experimentar la salvación y entrada en la familia misma de Dios.

Fray Marcos añade que esas parábolas nos quieren dar a entender que es...Un Dios que pone en valor a aquellos que la sociedad ha desechado. Un Dios que corre al encuentro de los excluidos, sin pedir explicaciones de su vida, restaurándoles con su abrazo como hijos suyos de pleno derecho. Un Dios que nos da la seguridad de saber que, aunque nos sintamos totalmente perdidos, Él nos está buscando..."

Texto del evangelio de Lucas (15,1-32)

domingo, 8 de septiembre de 2019

Una opción vital

8 de Septiembre de 2019

Resultado de imagen de el que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo míoSeguimos escuchando el texto del evangelio de Lucas (en el capítulo 14), un texto que casi siempre se ha venido atribuyendo a los religiosos y religiosas o a los sacerdotes. Lo mismo ocurre cuando se habla de la vocación. Ellos y ellas han recibido la llamada, tienen vocación...
Poco a poco se han ido formando en la Iglesia dos clases: Los llamados a la vida religiosa (curas y monjas), como grupo de vida de perfección, y los laicos, el pueblo de Dios, que basta que vayan a misa y cumplan los mandamientos.
Es algo que, leyendo y reflexionando el texto del evangelio de hoy, resulta realmente extraño.
Cuando Jesús de Nazaret explica las condiciones y la manera de hacer y de vivir de sus seguidores no se está dirigiendo a un grupo especial, no se está dirigiendo siquiera a los doce. No! Se está refiriendo a todas aquellas personas que quieran seguirle, que acepten su proyecto, que estén dispuestas a seguir sus huellas.
Ésas son las condiciones para cualquiera de nosotros que quiera unirse al grupo de Jesús de Nazaret. Así lo entendió aquella primera comunidad de hombres y mujeres. 
En sus oídos y en su corazón seguían resonando aquellas palabras tan exigentes: "Si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío.
Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí, no puede ser discípulo mío..."
Suponía una opción vital, una elección que afectaba toda su vida. Era aceptar y hacer suya aquella primera palabra de Jesús: Está cerca el reino de Dios, convertíos! Aceptar el estilo de vida de Jesús significaba cambiar su escala de valores. Y, a partir de ese momento, la solidaridad y la compasión pasaban a ser lo primero. Ser más humano antes que tener más dinero. Compartir los bienes con las personas que lo necesitan antes que acumular propiedades y riquezas...

Demasiado a menudo se ha presentado el seguimiento de Jesús como una renuncia, como un perder todo aquello que tenemos, como privarse incluso de la familia y de las personas queridas... Creo que muchos predicadores han venido presentando el seguimiento de Jesús como algo negativo y se llamaba vocación a la renuncia de la familia, de los bienes, incluso del amor como pareja... Me parece que se ha puesto el acento en las cosas y no en el mensaje mismo del Maestro.

Fray Marcos lo comenta así: "El seguimiento de Jesús no puede consistir en una renuncia, es decir, en algo negativo. Se trata de una oferta de plenitud. Mientras sigamos hablando de renuncia, es que no hemos entendido el mensaje. No se trata de renunciar a nada, sino de elegir lo mejor. No es una exigencia de Dios, sino una exigencia de nuestro ser..."

Tener compasión del marginado y del oprimido (como el buen samaritano), dar de comer al hambriento, acoger al sin papeles, dar apoyo a los machacados por el sistema económico... Todo eso me hace más humano, más persona. Y a los que actúan de esa manera Jesús los reconoce y les dice venid, benditos de mi padre... Y es que cuando aceptamos la propuesta de Jesús, nuestra vida da un vuelco total y nos importa más que todo. Y, claro, va antes que el dinero, las comodidades, la diversión..., incluso la familia a la que, poco a poco, intentamos que lo entienda y que ella también se una a este proyecto.
Fray Marcos  completa su comentario de esta manera: "En cuanto a las dos parábolas, lo que propone Jesús es que no se puede nadar y guardar la ropa. Queremos ser cristianos, pero a la vez, queremos disfrutar de todo lo que nos proporciona la sociedad de consumo. No tenemos más remedio que elegir. Preferir el hedonismo es un error de cálculo. Las parábolas quieren decirnos que se trata de la cuestión más importante que nos podemos plantear, y no debemos tratarla a la ligera. Es una opción vital que requiere toda nuestra atención. Nuestro problema hoy es que somos cristianos sin haber hecho una clara opción personal..."

Muy cierto. Creo que muchos de nosotros no se ha llegado a plantear el seguimiento de Jesús de Nazaret como una opción de vida y escuchar las palabras de hoy nos descoloca y preferimos dejarlo para todas aquellas personas que tienen vocación.
Texto del evangelio de Lucas (14,25-33)

Se acerca vuestra liberación

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