Domingo 29 de abril de 2018
Ayer, sábado, celebramos la eucaristía (fracción del pan) en la iglesia de nuestro barrio como de costumbre. La diferencia estuvo en que la presidieron dos obispos venidos de lejos (aunque son de aquí): uno de Venezuela y el otro de un país africano que no recuerdo el nombre.
La lectura tomada del evangelio de Juan nos decía lo de la "vid" y los "sarmientos". Que si no andamos unidos a la comunidad, a Jesús mismo, al proyecto que nos propone... no llegaremos a dar fruto.
A partir de ahí una reflexión que nos hizo bien a todos. Antes, hace unos cuantos años, lo de ser cristiano o católico era algo que "se llevaba", era lo correcto, lo que todo el mundo hacía... Y bastaba con cumplir: la misa de los domingos, el bautizo, la comunión, confesarse de cuando en cuando y cosas así.
Hoy ya no se lleva. Parece una cosa de perder el tiempo, de quedarse atrasado, mantenerse fuera de onda... Como decir que "no sirve para nada".
Y ahí vuelve a plantearme el reto que vivieron los primeros seguidores de Jesús de Nazaret. "Nosotros esperábamos que... y ya han pasado días desde el desastre de su ejecución y muerte..." Con todos los problemas y dificultades que se nos presentan en nuestra sociedad (el hambre, los inmigrantes, el paro y el desahucio, la marginación de tantos y tantos)... Esperaba que Jesús, como Salvador, como Mesías, nos iba a salvar... Y nosotros, como hace ya dos mil años, sentimos como una decepción. Dejamos de creer en las instituciones, en los discursos y en las políticas... ¿Qué podemos hacer?
Es hora de tomarlo en serio. El proyecto de Jesús no es aprender ciertas verdades o saber de memoria ciertas oraciones o acudir a algunos ritos o ceremonias. Se trata de ser "más humanos", de tener más corazón, de ser compasivos... En definitiva es cuestión de "amar".
Un texto de la primera carta de Juan nos dice que "el que ama, da fruto abundante". Esa persona es como un "sarmiento" unido a la vid que da fruto... La persona que tiene como proyecto de vida su comodidad, tener más cosas, vivir mejor, gozar de todo lo que pueda... al final termina siendo una persona sola y vacía. Y hoy en día lo que hace más falta en nuestra sociedad y en nuestro mundo es precisamente el contacto y la relación de las personas: la solidaridad, la atención, el trato amistoso, el compartir... Seguro que no están a nuestro alcance los grandes proyectos, ni los grandes presupuestos; pero hay un montón de pequeños detalles capaces de ir creando un mundo más justo, humano y compasivo...
Y ése es el fruto del proyecto de Jesús de Nazaret. Y todo eso supone un compromiso y un estilo de vida. Y, consciente de lo poco de valgo y puedo, yo me apunto.
Texto del evangelio de Juan (15,1-8)
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