Domingo 16 de Julio de 2017
El texto que escuchamos en la eucaristía de este domingo está tomado del evangelio de Mateo (capítulo 13): La parábola del sembrador.
Ante todo quiero decir que me encantan las parábolas, una forma sencilla y asequible a todos. Y me llama la atención que todos los demás escritos (las cartas de Pablo, Pedro y Juan) no hayan mantenido ese modo que, en realidad, es mucho más cercano a nuestro modo de explicar y entender. Incluso la iglesia en sus escritos (tantos documentos y libros) que razonan y argumentan y terminan dando la impresión de ser "doctores" y "sabios" porque usan tantas palabras pensamientos difíciles de seguir...
La parábola del sembrador nos la han explicado de muchas maneras; pero siempre terminan diciéndonos que: el sembrador es Jesús (o bien el predicador mismo); la semilla es la Palabra de Dios (o su sermón); nosotros somos la tierra (buena, regular o mala); y nuestras obras son el fruto que damos en respuesta a la Palabra de Dios. Además parece que los cristianos tenemos "la semilla" en exclusiva.
¿Sería realmente ése el sentido que Jesús le daba a la parábola?
He leído el comentario de Fray Marcos y me ha parecido muy acertado y que responde a esa pregunta que yo me hacía: Fray Marcos: Dios es la semilla, que ya está en mí.
"La semilla es el mismo Dios-Vida germinando en cada uno de nosotros. Dios está en sus criaturas y se manifiesta en todas ellas como algo tan íntimo que constituye la semilla de todo lo que es. No debemos dar a entender que nosotros los cristianos somos los privilegiados que hemos recibido la semilla (Escritura). Dios se derrama en todos y por todos de la misma manera (a voleo). Dios no se nos da como producto elaborado, sino como semilla, que cada uno tiene que dejar fructificar..."
Y ¿cuál es el fruto? Imagino que la respuesta es tan variada como las personas a las que podamos hacérsela: Obras piadosas, obras de caridad, recibir los sacramentos...
Quizás en la predicación y en la práctica de los cristianos nos ha faltado lo que Fray Marcos llama "dar sentido a mi existencia". Cómo la vivo en el tiempo y en las circunstancias que me rodean... La humanización de mi mundo. Darle ese toque de compasión y ternura que haga a las personas más humanas y solidarias al estilo de Jesús nuestro maestro.
Sigue el comentario de Fray Marcos: "Generalmente caemos en la trampa de creer que dar fruto es hacer obras grandes. La tarea fundamental del ser humano no es hacer cosas, sino hacerse. “Dar fruto” sería dar sentido a mi existencia de modo que al final de ella, la creación entera estuviera un poco más cerca de la meta. La meta de la creación es la UNIDAD. Yo no tengo que dar sentido a la creación sino impedir que por mi culpa pierda el sentido que ya tiene. Mi tarea sería no entorpecer la marcha de la creación entera hacia la consecución de su objetivo final...
Descubrir cuál sería el fruto al que se refiere la parábola sería la clave de su comprensión. El fruto no es el éxito externo, sino el cambio de mentalidad del que escucha. Se trata de situarse en la vida con un sentido nuevo de pertenencia, una vez superada la tentación del individualismo egocéntrico. El fruto sería una nueva manera de relacionarse con Dios, consigo mismo, con los demás y con las cosas.
"El que tenga oídos que oiga"... Intento asumir que sólo ése puede ser el sentido de mi vida y de todo lo que hago.
Texto del evangelio de Mateo 13,1-23:
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