Domingo 28 de Mayo de 2017
La semana pasada no pude escribir mi comentario. Escuchando las lecturas me llamó la atención algo que dice Pedro en su carta: Estar preparados para dar razón de vuestra esperanza...
Este fin de semana, celebrando la fiesta de la Ascensión, me vuelve a la cabeza el tema de nuestra esperanza. ¿Qué espera la comunidad cristiana? ¿Qué espero yo mismo?El hecho de llamarme "discípulo o seguidor" de Jesús de Nazaret me obliga a revisar mi estilo de vida, mi modo de comportarme, mi escala de valores de manera que estén de acuerdo con la buena noticia del reino de Dios.
Todo eso que Jesús, el Maestro, va repitiendo con gestos y palabras: su atención y acogida a los más desfavorecidos, los marginados (leprosos, por ejemplo), los más débiles, los que parece que no valen para nada... Y los modelos que presenta a través de las parábolas: el buen samaritano, el buen pastor...
Hoy en día nos seguimos preguntando: ¿Cómo es el mundo que Dios quiere? ¿Cómo actuar para buscar e intentar vivir la humanidad según el modo de Jesús de Nazaret?
Y ahí me surge esa pregunta: Qué esperanza tengo yo? La sociedad en la que vivimos nos ofrece demasiados ejemplos de corrupción, de explotación, de abuso, de violencia, de egoísmo. Todo ello abocado a un consumismo desenfrenado para alcanzar una vida que colme todas nuestras ansias de bienestar, de goce, de eternidad incluso.
Lo que ocurre es que también la vida se nos va. Y, en más de una ocasión, acompañada de dificultades, enfermedades y deficiencias que imprimen a nuestra vida física una decadencia que muchas veces presenta un final triste acompañado de dolor y lágrimas...
¿Cuál es mi esperanza?
José A. Pagola comenta así: "No pocos cristianos viven hoy mirando exclusivamente a la tierra. Al parecer no nos atrevemos a levantar la mirada más allá de lo inmediato de cada día. En esta fiesta cristiana de la Ascensión del Señor quiero recordar unas palabras de aquel gran científico y místico que fue P. Teilhard de Chardin: «Cristianos a solo veinte siglos de la Ascensión. ¿Qué habéis hecho de la esperanza cristiana?».
Quizás mi vida sólo tiene que ser "un poquito de levadura" o unos granitos de "sal" que permita que mi mundo, mi sociedad, mi entorno, se acerque un poquito a ese modelo de humanidad que Jesús nos presenta como el "sueño" y plan de Dios, nuestro padre.
Y, si lo propongo como número uno en mi escala de valores, creo que terminar esta vida física de camino a la raíz y origen de toda vida... a quien llamamos "padre" o "abba" o con tantos otros nombres.
De esa manera, nuestro final no tiene que suponer un final triste, ni todas las escenas de dolor, lágrimas y luto que tantas veces hemos contemplado.
Así sería mi esperanza cristiana.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 28,16-20
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