Domingo 20 de Septiembre de 2015
Intento escuchar el texto del evangelio de Marcos (hoy vuelve el Maestro a señalar el estilo de vida que tienen que llevar las personas que opten por unirse a su proyecto de vida (el reino de Dios: "El que quiera ser el primero entre vosotros, que sea el último de todos y el servidor de todos...")
De nuevo unas palabras que nos descolocan. A lo largo de nuestra vida hemos recibido infinidad de instrucciones y doctrinas sobre la vida cristiana: el catecismo, las predicaciones en las iglesias, las charlas y conferencias... Ser cristiano era un esfuerzo que teníamos que hacer tratando de conseguir "cumplir los mandamientos de Dios", los "mandamientos de la iglesia", "las obras de misericordia", las devociones, las penitencias... Toda una práctica que, seguro que muy hermosa y muy razonada, nos deja a estas alturas casi en el mismo nivel en el que estábamos al principio.
Por eso, escuchar y sentir esas palabras de Jesús de Nazaret me resulta como descubrir que no he acertado en el esfuerzo, que me he desviado hacia unas normas y un guión que no es el que él decía: "El que quiera ser el primero..." O como escuchábamos la semana pasada: "El quiera salvar su vida, la perderá..."
Y Jesús pone en medio de sus seguidores a un niño... Con la visión y la cultura de aquel entonces (un niño, al igual que una mujer, era una persona sin importancia, casi sin valor...). Uno se pregunta: Cómo es posible? Poner como prioridad a un niño, a una mujer, a un marginado, a un extranjero emigrante, a un anciano abandonado, a un enfermo de sida... Todo eso entra en juego.
Hace referencia a "humanidad", a fraternidad y solidaridad.
En estos días los políticos y los medios de comunicación que son portavoces de los poderosos han puesto en primera página las imágenes desgraciadas y dolorosas de los miles de refugiados sirios... Fruto de una guerra que, desgraciadamente, los mismos poderosos han alimentado de alguna manera con la venta de armas, con sus intereses económicos, ahora se encuentran con el drama originado y hablan de "repartir" la acogida y la ayuda... Y se discute si hay que acoger a más o a menos personas.
Posiblemente sus decisiones se conviertan en otras tantas "medallas" o méritos que hay que agradecerles.
Pero esa misma imagen y esas noticias tan comentadas están dejando en la sombra los miles de inmigrantes africanos que con grandes sufrimientos y miserias tratan de alcanzar tierras europeas entrando en nuestro país. ¿Qué pasa con ellos?
Como comentaban ayer mismo en la reunión que tuvimos en Karibu: "Ésos sólo son inmigrantes "saltavallas"... No son refugiados como los sirios". Parece que eso lo llegó a decir el Ministro del Interior.
Tal vez hoy en día el Maestro pondría en medio de nosotros a un inmigrante africano llegado en una patera y nos diría lo mismo: "El que quiera ser el primero..." "El que acoge a uno de éstos, me acoge a mí... Acoge al que me ha enviado..." Acoge el reino de Dios.
Por eso, creo, si el seguimiento de Jesús de Nazaret no me obliga a replantearme mis prioridades, es que no he escuchado ni entendido bien.
Comenta José Antonio Pagola: "...Pone a un niño en medio de los Doce, en el centro del grupo, para que aquellos hombres ambiciosos se olviden de honores y grandezas, y pongan sus ojos en los pequeños, los débiles, los más necesitados de defensa y cuidado... Una Iglesia que mira hacia los grandes y se asocia con los poderosos de la tierra está pervirtiendo la Buena Noticia de Dios anunciada por Jesús..."
Texto del evangelio de Marcos 9, 30-37
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