domingo, 27 de julio de 2014

El tesoro escondido

Domingo 27 de Julio de 2014

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Acabo de leer el comentario que hace José Antonio Pagola al texto que se ha leído hoy en la eucaristía ("El tesoro escondido, la perla preciosa, la red...") y me hacía a mí mismo la pregunta que propone: ¿Por qué no hemos descubierto ningún tesoro?
Hoy en día pensamos y soñamos con muchos pequeños tesoros: el coche nuevo, la carrera terminada, el nuevo piso, la boda celebrada, los estudios, la salud, la fama, etc. Sólo que todos ellos se nos quedan cortos. Pueden ser tesoros o conquistas de un momento, de una situación; pero seguimos sintiendo un vacío que somos incapaces de llenar.
Dice Pagola: "Al parecer, Jesús teme que la gente le siga por intereses diversos, sin descubrir lo más atractivo e importante: ese proyecto apasionante del Padre, que consiste en conducir a la humanidad hacia un mundo más justo, fraterno y dichoso, encaminándolo así hacia su salvación definitiva en Dios.

¿Qué podemos decir hoy después de veinte siglos de cristianismo? ¿Por qué tantos cristianos buenos viven encerrados en su práctica religiosa con la sensación de no haber descubierto en ella ningún “tesoro”?"
Día a día voy sintiendo que lo único que realmente sacia y llena completamente la sed del corazón humano es el proyecto de Jesús de Nazaret, su Buena Noticia, todo eso que creemos "saber" pero que hasta ahora no acaba de ser el "tesoro", la "perla preciosa"... La felicidad de hombres y mujeres en un mundo justo y fraterno, lleno de ternura y compasión. Una felicidad hecha de carne y hueso. Quiero decir una felicidad hecha aquí abajo, entre nosotros. Nada de mandarla a la otra vida, a después de lo que tenemos entre manos.
Estoy convencido (bueno, creo que empiezo a estarlo) de que ése es el verdadero tesoro. Todo lo demás lo puedo perder... Quiero aferrarme a él y caminar siempre en esa dirección. 

Texto del evangelio de Mateo (13,44-52)

domingo, 20 de julio de 2014

La levadura, el grano de mostaza

Domingo 20 de Julio de 2014

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Resulta reconfortante escuchar al Maestro Jesús de Nazaret contándonos estas parábolas... Sí, también ahora, en este tiempo, necesitamos volver a sentir y hacer nuestra la enseñanza: El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza... O se parece a la levadura...

Leo el evangelio, reflexiono, quiero sentir como lo hacían aquellas personas que estuvieron con él; pero el mundo que me rodea, la sociedad que tenemos me aparece como indiferente y lejana. Centrada y manipulada por los poderosos, por los grandes medios de comunicación, por el dinero y por el consumo, considera que todo eso del evangelio, las palabras del Maestro son pura utopía, sueños de personas que no pisan el suelo. Y llego a pensar que tal vez tienen razón, que un mundo justo y solidario, una sociedad en la que las personas sean lo más importante... está muy lejos de nosotros.

Y sin embargo... "Es como la levadura..."
Seguramente es así: yo no soy nadie, no significo nada, apenas si puedo representar unos pocos gramos...; pero lo mismo pasa con la levadura.
Es el valor de las cosas pequeñas, de lo que es casi invisible, de lo que no aparenta, lo que no pesa, lo que puede parecer hasta despreciable.
Como el grano de mostaza...
Creer en Jesús de Nazaret, creer en la Buena Noticia del reino de Dios, vivir entregado a esa causa. Una sociedad, una humanidad nuevas. Un estilo diferente basado en esos valores que nos da Jesús, en el que lo que importa e interesa es el corazón, la compasión, la ternura, la sensibilidad hacia las personas (especialmente hacia aquellas que están marginadas, que son despreciadas y humilladas).
Vivir así y dejar de lado tantas cosas que a lo largo de nuestras vidas se han ido acumulando como importantes, como necesarias, como obligatorias incluso.
El reino de Dios se parece a...
Quiero dar ese paso y vivir de esa manera.
Texto del evangelio de Mateo (13,24-43)

domingo, 13 de julio de 2014

El que tenga oídos que oiga

Domingo 13 de Julio de 2014

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Tantas  veces hemos escuchado las parábolas y cuentos de Jesús de Nazaret que casi ya no prestamos atención. Y nos hacemos nuestras reflexiones o simplemente escuchamos lo que nos dicen en la eucaristía...
"El que tenga oídos que oiga".
"Salió el sembrador a sembrar y..."
Le damos vueltas a "la palabra de Dios", a "nuestras buenas obras", a "los frutos que producimos", y a otras tantas consideraciones. Sin embargo lo que importa es el mensaje central de Jesús: "el reino de Dios". Algo que no se explica, sino que se vive. Habría que decir: menos reflexiones y más vida, menos palabras y más ternura y compasión.
Como leía en el libro de José María Castillo: Jesús de Nazaret no nos explica quién es Dios, sino cómo podemos encontrarlo. No nos dice los misterios de la Santísima Trinidad, sino cómo sería nuestro mundo si viviéramos al estilo de nuestro padre (Dios). O sea es un acontecer, no una explicación ni una reflexión.
"Salió el sembrador a sembrar..." Así caminamos en este mundo, en esta sociedad. Entiendo que lo importante no es que vayamos "predicando" por ahí lo que llamamos la palabra de Dios. No, lo que importa es si mi vida va sembrando pedacitos de reino de Dios, si mi modo de hacer y de actuar va haciendo realidad una humanidad nueva en la que sea más importante la solidaridad y la compasión, el respeto y la ternura... comenzando por los más necesitados y los más débiles.
"El que tenga oídos que oiga"
Texto del evangelio de Mateo (13,1-23)

martes, 8 de julio de 2014

La gente sencilla



Escuchando el texto del evangelio de Mateo ( "Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla"), me preguntaba: ¿Cómo es que en la Iglesia, en la comunidad de los seguidores de Jesús de Nazaret, hemos terminado dando gracias a Dios "por los sabios y entendidos", por los que detentan el poder y los privilegios, por los que dan clases de maestro en los encuentros y en las eucaristías...?
Y lo peor de todo es que la gente, los fieles, los laicos, terminamos por no saber ni entender el mensaje central y principal de nuestro Maestro. Porque ahí está la cuestión: aceptar y asumir como norma de vida la Buena Noticia de Jesús de Nazaret con la importancia que le da a la ternura y a la compasión, al compartir y a la solidaridad, a descubrir a Dios que se encarna en cada persona, especialmente en los más débiles y desfavorecidos, en los oprimidos, en los marginados, en los despreciados... Eso es vital y no los discursos y argumentos sobre Dios, sobre la Trinidad, sobre los santos, los ángeles y todos los misterios y dogmas.
El lenguaje de Jesús es lo que decimos: "Al pan pan y al vino vino". Palabras y mensajes que cualquier persona (la gente sencilla) entiende.
Domingo, 6 de julio 2014


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Texto del evangelio de Mateo (11,25-30)

Se acerca vuestra liberación

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