Domingo 11 de Mayo de 2014
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El texto que nos han leído en la eucaristía de este domingo está tomado del evangelio de Juan y habla del Buen Pastor: su voz, conoce a sus ovejas, las llama por su nombre... Él es la puerta.
Sí, he escuchado el comentario muchas veces. Incluso he llegado a escuchar la importancia de los sacerdotes como "pastores" de la iglesia, de la comunidad de seguidores de Jesús.
Nos lo repitieron tantas veces que ya hemos asumido que la comunidad cristiana es como es: la jerarquía, los sacerdotes, los religiosos y finalmente los laicos. Somos el rebaño, los que tenemos que escuchar, los que decimos Amén.
¿Pero tiene que ser así? ¿Es realmente lo que quería decirnos Jesús, el Maestro?
Juan y los primeros seguidores hicieron una lectura de su palabra de acuerdo a sus tiempos, a su cultura, a su modo de entender. ¿Cómo lo entendemos hoy?
A mi me llama la atención su palabra final, algo así como su objetivo y finalidad: "Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante".
Cuando escuchamos su primer anuncio del reino de Dios, su buena noticia, es para hablarnos de una nueva vida, de un mundo y una sociedad más humana, más tierna y compasiva, más solidaria y justa. Se trata de la vida. Que los últimos, los olvidados, los oprimidos, los despreciados, los desheredados de esta tierra... sientan que Dios está de su parte, que nos los olvida, que lo que más desea es un mundo tan diferente... Y a esa tarea nos invita a todos sus seguidores. Que sea lo que más nos preocupa, lo que llevamos en nuestro corazón.
Y al escuchar hoy esa palabra siento que me remite, de nuevo, a su primer anuncio: el reino de Dios. Que ha venido para que tengamos vida y la tengamos en abundancia. Una vida llena de compasión y ternura y en la que la fracción del pan, la eucaristía, el compartir es como el símbolo y el punto en el que encontramos la fuerza para intentar vivir esa vida a la que estamos invitados.
Texto del evangelio de Juan (10,1-10)
Sí, he escuchado el comentario muchas veces. Incluso he llegado a escuchar la importancia de los sacerdotes como "pastores" de la iglesia, de la comunidad de seguidores de Jesús.
Nos lo repitieron tantas veces que ya hemos asumido que la comunidad cristiana es como es: la jerarquía, los sacerdotes, los religiosos y finalmente los laicos. Somos el rebaño, los que tenemos que escuchar, los que decimos Amén.
¿Pero tiene que ser así? ¿Es realmente lo que quería decirnos Jesús, el Maestro?
Juan y los primeros seguidores hicieron una lectura de su palabra de acuerdo a sus tiempos, a su cultura, a su modo de entender. ¿Cómo lo entendemos hoy?
A mi me llama la atención su palabra final, algo así como su objetivo y finalidad: "Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante".
Cuando escuchamos su primer anuncio del reino de Dios, su buena noticia, es para hablarnos de una nueva vida, de un mundo y una sociedad más humana, más tierna y compasiva, más solidaria y justa. Se trata de la vida. Que los últimos, los olvidados, los oprimidos, los despreciados, los desheredados de esta tierra... sientan que Dios está de su parte, que nos los olvida, que lo que más desea es un mundo tan diferente... Y a esa tarea nos invita a todos sus seguidores. Que sea lo que más nos preocupa, lo que llevamos en nuestro corazón.
Y al escuchar hoy esa palabra siento que me remite, de nuevo, a su primer anuncio: el reino de Dios. Que ha venido para que tengamos vida y la tengamos en abundancia. Una vida llena de compasión y ternura y en la que la fracción del pan, la eucaristía, el compartir es como el símbolo y el punto en el que encontramos la fuerza para intentar vivir esa vida a la que estamos invitados.
Texto del evangelio de Juan (10,1-10)
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