Domingo 23 de Marzo de 2014
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El texto de Juan (4,5-42) sobre la Samaritana (el pozo, el agua, la sed) lo he escuchado tantas veces que casi me lo sé de memoria.
Quizás la diferencia al escucharlo ahora es que no sabía entenderlo como algo personal, como algo que me sucede a mí mismo...
"Dame de beber..."
"El que bebe del agua de este pozo, vuelve a tener sed..."
"El que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed..."
Un amigo mío me comenta muchas veces lo del "ansia viva", el afán y ambición, el deseo constante de más cosas, de más dinero, de más comida, de más poder... Algo que se nos mete en el alma y el corazón y que nos deja siempre insaciados, hambrientos.
En respuesta a esa sed y ansia viva, la primera palabra de Jesús: Dame de beber. Una súplica que nos llega desde tantos hombres y mujeres que nos rodean. Son los más débiles, los más necesitados (ancianos que no se valen, inmigrantes sin papeles, personas que se han quedado sin trabajo, familias desprotegidas).
Y como propuesta a nuestra sed y hambre de tantas cosas, el agua de Jesús de Nazaret...
No hace falta reflexionar demasiado. Basta con seguir sus pasos. Es la Buena Noticia: el reino de Dios. Esa manera nueva de entender la vida, la religión, nuestras relaciones. Su palabra: Convertíos, cambiad, daos la vuelta... Es como darle la vuelta a la vida: En lugar de poder y dinero, solidaridad y ternura. En lugar de acumular, compartir con los que menos tienen. En lugar de tantas ceremonias y ritos, visitar al enfermo, vestir al desnudo, dar de comer al hambriento. Porque es ahí donde se encuentra Dios y eso es lo que quiere de todos nosotros. Una humanidad solidaria, justa, fraterna, con la dignidad de Dios mismo.
Creo que al descubrir ese nuevo camino e intentar seguirlo nos damos cuenta de que ya no volvemos a tener sed. Es como tener una fuente de agua viva dentro de nosotros.
"Señor, dame esa agua".
Texto del evangelio de Juan (4,5-42)
Quizás la diferencia al escucharlo ahora es que no sabía entenderlo como algo personal, como algo que me sucede a mí mismo...
"Dame de beber..."
"El que bebe del agua de este pozo, vuelve a tener sed..."
"El que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed..."
Un amigo mío me comenta muchas veces lo del "ansia viva", el afán y ambición, el deseo constante de más cosas, de más dinero, de más comida, de más poder... Algo que se nos mete en el alma y el corazón y que nos deja siempre insaciados, hambrientos.
En respuesta a esa sed y ansia viva, la primera palabra de Jesús: Dame de beber. Una súplica que nos llega desde tantos hombres y mujeres que nos rodean. Son los más débiles, los más necesitados (ancianos que no se valen, inmigrantes sin papeles, personas que se han quedado sin trabajo, familias desprotegidas).
Y como propuesta a nuestra sed y hambre de tantas cosas, el agua de Jesús de Nazaret...
No hace falta reflexionar demasiado. Basta con seguir sus pasos. Es la Buena Noticia: el reino de Dios. Esa manera nueva de entender la vida, la religión, nuestras relaciones. Su palabra: Convertíos, cambiad, daos la vuelta... Es como darle la vuelta a la vida: En lugar de poder y dinero, solidaridad y ternura. En lugar de acumular, compartir con los que menos tienen. En lugar de tantas ceremonias y ritos, visitar al enfermo, vestir al desnudo, dar de comer al hambriento. Porque es ahí donde se encuentra Dios y eso es lo que quiere de todos nosotros. Una humanidad solidaria, justa, fraterna, con la dignidad de Dios mismo.
Creo que al descubrir ese nuevo camino e intentar seguirlo nos damos cuenta de que ya no volvemos a tener sed. Es como tener una fuente de agua viva dentro de nosotros.
"Señor, dame esa agua".
Texto del evangelio de Juan (4,5-42)
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