domingo, 15 de abril de 2012

Paz a vosotros


15 de abril 2012 - 2º domingo de Pascua
"Dichosos los que crean sin haber visto"


Siempre que escuchaba el relato del evangelio de Juan sentía como cierta envidia de aquellos hombres que "habían visto al Señor"... Y me ocurría algo parecido a lo pone en boca de Tomás, el mellizo:  «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.» Tenía que hacer un esfuerzo mental para llegar a la frase del mismo Tomás: "Señor mío y Dios mío"...

Hacía una lectura literal del relato de Juan y tomaba su presentación como un relato histórico en el que hasta los detalles más pequeños nos explicaban lo acontecido. Lo cierto es que, aún hoy en día, oigo comentarios en la misma línea con los mismos comentarios y los mismos argumentos...
Acepto que a muchas personas (mayores, sobre todo) todo ello es como la fuerza de la tradición, lo que siempre se ha dicho, lo que siempre hemos creído; pero qué lejos lo siento. Además contado de esa manera suena a fábula, a narración fantástica, a algo que no tiene nada que ver con nuestras vidas... Es como haber perdido el sentido del evangelio.

Tomás el mellizo, al igual que todos los demás (incluido Juan y Pedro), tuvieron un verdadero trauma con el final de Jesús de Nazaret. El arresto, el juicio, la condena y el ajusticiamiento en cruz fueron como un verdadero descenso a los infiernos. ¿Cómo era posible? Seguro que durante días estuvieron dándole vueltas y vueltas. El desánimo lo llevaban todos. "El reino de Dios, el mesías, la buena noticia..." Todo perdido, todo terminado...
Cuando empiezan a comprender algo, a ahondar en el sentido de la vida misma de Jesús... ¿Cómo expresar, cómo contar que la buena noticia de Jesús sigue adelante, que está a su lado, que ha muerto pero... sigue vivo, que el reino de Dios está sembrado...? "Hemos visto al Señor¡" Así de rotundo lo expresan. Ese sentimiento no les abandonará nunca.

Dos palabras que hoy me llaman la atención: "Paz a vosotros".
Después de todo el miedo vivido, de toda la angustia, el temor, el sufrimiento, el saber de la muerte en la cruz de Jesús de Nazaret... "Paz a vosotros".
No tengáis miedo, estad tranquilos, el reino de Dios es más grande y más fuerte que la cruz, que la muerte, que todo el miedo y el sufrimiento...

La otra: "Dichosos los que crean sin haber visto..."
Creo que es una palabra dirigida a ellos y a nosotros.
Porque el "reino de Dios" tampoco era visible para aquellos hombres y mujeres. Aunque proclamaran que Jesús seguía vivo..., la realidad que les rodeaba era la que era: seguía habiendo violencia, opresión, injusticias, pobres despreciados, extranjeros indeseables, poderosos que pisoteaban a las personas...
"Dichosos los que crean en el reino de Dios sin haber visto..., sin poder tocar y experimentar esa realidad".
Y hoy, nos dice lo mismo a nosotros: "Dichosos los que, a pesar de toda la miseria, el hambre, el abuso y violencia, los inmigrantes que nos presentan la pobre humanidad y todas sus carencias... crean en el reino de Dios, se fíen del plan de Dios y la palabra de Jesús de Nazaret..."

Y con esa palabra de Jesús ("Paz a vosotros") quiero seguir mi camino. Presintiendo ya el sosiego y tranquilidad a pesar del panorama triste y sombrío que pinta nuestra sociedad y nuestro mundo. Los poderosos que hablan un lenguaje hecho de dinero y poder mientras los pueblos, las gentes humildes, los necesitados y desvalidos se van hundiendo en la miseria y se apaga su humanidad... "Paz a vosotros!"


Lectura del santo evangelio según san Juan (20,19-31):
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos.
Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros.»
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegria al ver al Señor.
Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.»
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús.
Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor.»
Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.»
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos.
Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros.»
Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.»
Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!»
Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.»
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

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