domingo, 24 de abril de 2011

Vio y creyó


24 de abril 2011 - Domingo de Pascua
«Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto»
Después de todos estos días de Semana Santa con todas las procesiones y manifestaciones religiosas en tantos pueblos y ciudades, hoy la iglesia celebra la Pascua, la gran fiesta, la solemnidad de las solemnidades, como decía el sacerdote en la misa de la parroquia.
Y reflexionando sobre todo lo ocurrido tengo la sensación que debieron tener aquellos hombres y mujeres que habían seguido a Jesús de Nazaret: No entiendo bien, no acabo de comprender y esa cruz, todo ese sufrimiento, toda esa tragedia experimentada por Jesús de Nazaret me resulta terrible.
La comunidad cristiana le ha buscado razonamientos, la ha embellecido, le ha puesto música y adornos (liturgias, cánticos, vestiduras ricas, adornos, presentaciones...), un gran escenario para elevarlo hasta los "cielos" dándole ese final feliz de gran película en la que los buenos terminan ganando y se le declara vencedor de todo y de todos.
Pero me atrevo a dudar. Como que no es ésa la explicación. Algo que se nos escapa. Una resolución y argumentación muy a nuestro estilo humano.
Y es que, volviendo a Jesús de Nazaret, lo que ocurre al final de su vida tiene que estar de acuerdo con lo vivido, con lo hablado, con lo asumido a lo largo de sus años.
Y los argumentos y racionamientos oficiales me suenan a extraños y raros. El sacerdote en la misa subrayaba una frase que se lee o se canta en el pregón de la Vigilia de Pascua: "Feliz culpa (la de Adán, pobrecito él) que necesitó tal redención... Feliz pecado que tuvo tal redentor..." Y así se alaba el asesinato y la muerte en cruz de Jesús de Nazaret...
Y me viene a la mente una reflexión que leía en estos días: ¿Cómo es Dios que salvar exige el sufrimiento, para dar vida pide la muerte, para decirnos que nos ama sacrifica a su hijo...?
Serán reflexiones de gente muy sabia y entendida; pero no me cuadra con lo que Jesús de Nazaret vivió y transmitió. Ese Dios no es el padre misericordioso del "hijo pródigo". Ese Dios no es el padre que cuida hasta de los lirios del campo y de los pájaros del cielo. Ese Dios no es el padre que hace salir el sol sobre buenos y malos...
Dios, nuestro padre, que se hace carne, que se humaniza hasta ser como el último, como un esclavo para que nosotros seamos capaces de "humanizarnos", de ser como él, a su imagen y semejanza...
Creo en Jesús de Nazaret y en el padre que nos ha mostrado. Creo en su estilo de vivir. Creo en esa nueva humanidad que rompe con el deseo de tener y poseer, de acaparar y pasar por encima de los demás. Creo que Dios nos ha dado esta vida para vivirla a tope, para gozarla, para compartirla, para hacer una mesa común con los hermanos...
Y en un mundo tan egoísta y consumista como el nuestro, el de ahora más que nunca, creer eso, aceptar ese estilo, es seguro que es ir a menos. Renunciar al poder y a dominar, a tener más que los otros, a no aprovecharme de ellos, a compartir y preocuparme de los que tienen menos, de los que no pueden, de los olvidados y desfavorecidos, de los inmigrantes, de los ilegales y sin papeles... Y es seguro, también, que en más de una ocasión puede costar la vida y el dolor y el sufrimiento. Y es ahí donde saltamos a la nueva vida, a esa vida de Dios que es, ni más ni menos, que una vida mucho más humana, más fraterna, más compartida...
"Vio y creyó", así dice Juan en el evangelio.
Se hizo creyente, aceptó todo lo vivido por Jesús de Nazaret. Y, aparte de la narración del evangelio (siempre desde la condición de creyente y convencido), ahí están sus cartas en las que va a subrayar aquello de "amar" al hermano al que vemos, vivir de la manera que vio hacer al mismo Jesús. Su gran preocupación por esta vida, por la vida actual de los hermanos a lo que vemos...
Luego la vida se nos acaba, como a todos, y... Ahí está el no saber, el misterio, el fiarnos de Dios que es padre de todos, de ponernos en sus manos.
Entonces hoy quiero celebrar todo eso: la nueva vida. No quiero decir eso de "buscar las cosas de arriba"... como tirando para afuera, para más lejos (en esa visión de dos mundos); sino la nueva vida como la vivía Jesús: en una gran atención a la vida de los otros, a compartir, a hacer de nuestra vida una mesa común, una gran fraternidad. Sí, ésa quiero que sea mi felicitación y mis mejores deseos para los amigos, conocidos, comunidades y grupos que intentamos seguir al Maestro de Nazaret.

sábado, 16 de abril de 2011

Debilidad y locura


17 de abril 2011 - Domingo de Ramos
SEMANA SANTA
En estos días de gran religiosidad, de tantas procesiones y celebraciones, la iglesia nos propone la lectura de la Pasión de Jesús de Nazaret.
Convendrá insistir en que no se trata de una lectura de libros de historia. No es la narración del periodista testigo de lo que pasó en aquellos días en Jerusalén hace 2.000 años. Es el relato de fe de unos hombres y mujeres que estaban convencidos de lo que Jesús había vivido entre ellos.
Y ahí está la clave. La convicción, la fe unida a ese estilo de vida.

Hace unos días mi amigo Jaime nos invitaba a compartir un poema de Félix Morisseau Leroy titulado "La Cruz de los negros" del que extraigo este fragmento:
Desde entonces
Cuando es muy pesada una cruz
Cuando algo pesa demasiado
para las fuerzas de un blanco
Llaman a un negro para que cargue
Y leyéndolo pensé (y estoy convencido) que Jesús se hizo "negro" (San Pablo dirá que se hizo esclavo)... Y ésa es, creo yo, la gran convicción que tenía aquel grupo de hombres y mujeres que siguieron a Jesús. Que Dios vino a nosotros, a los hombres y mujeres de todos los tiempos, que se encarnó (que se hizo carne, como dice San Juan). Y decimos que se manifestó en Jesús de Nazaret asumiendo la humanidad al nivel más bajo, como las personas a las que sólo les queda eso, el ser hombre o mujer ya que no tienen nada más. Ni poder, ni dinero, ni influencia, ni son famosos, ni tienen propiedades, ni tienen papeles que acrediten nada...
José Mª Castillo, en su libro "La humanización de Dios" titula este apartado como "Jesús, locura y debilidad de Dios". Y, como dice muy bien, suena a blasfemia. Y es que aquellos hombres y mujeres estaban convencidos e iban anunciando que el Dios en el que ellos creían era un Dios crucificado.
Ahora, dentro y fuera de la institución de la iglesia, nos hemos acostumbrado a esas imágenes, las hemos sacralizado, las hemos elevado a los altares, las hemos puesto por encima de todo o hacemos adornos y colgantes... Pero la cruz era el tormento con el que se ejecutaba a los esclavos y a los subversivos contra el Imperio Romano. Tormento de esclavos. Lo más opuesto a los dioses y a cualquier tipo de dignidad. Era el suplicio que llevaba consigo la infamia... Y esto, exactamente esto, es lo que hicieron con Jesús. Y es lo que veían las gentes del Imperio cuando se les hablaba de un crucificado. Lo que es tanto como decir que en un hombre que había muerto así, aparte de ser un mortal como los demás, era considerado como el mortal más indeseable de todos los humanos y para todos los humanos.
La reflexión que hará Pablo y que vivieron todos los seguidores de Jesús es precisamente ésa: Que el Dios de Jesús se asocia con la necedad, con la debilidad, con la condición de plebeyo y, en este proceso de descenso, llega hasta lo más asombroso: "lo que no existe". Es la nada, lo que representa nada, ni pinta nada...
Si hoy en día, ponemos nuestra mirada en esa humanidad que no representa nada, hombres y mujeres que no pintan nada, que son vulgares, plebeyos, incultos, miserables, que no tienen donde caerse muertos... seríamos capaces de entrever esa debilidad y locura del Dios de Jesús? Gentes sin papeles, ilegales, que duermen bajo un puente o se amontonan en albergues o pisos alquilados, sin papeles que acrediten nada, expuestos a la expulsión, al maltrato o simplemente al olvido y a la indiferencia... Tendrán algo que ver con nuestras ceremonias, procesiones y funciones especiales?
Como un esclavo, como un subversivo... así terminaron con él.
La pena es que nosotros sacralizamos la "historia de Jesús", la elevamos hasta el cielo y nos quedamos tan tranquilos porque Jesús venció a la muerte, resucitó y pudo con todos declarándole Rey del Universo, Juez y Liberador.
Como que nos hemos desviado de la dirección de Jesús, de su mensaje. Porque cuando habla de ese examen final (que nos llegaría a todos) Jesús habla de todos esos "donnadie", de los sin papeles, de los miserables, de los hambrientos, los sin techo, los incultos, los que sufren en su carne una auténtica "pasión y muerte"... Y si no nos dimos cuenta de ellas, ni pasamos indiferentes ante ellos... Dios tampoco nos conoce.
Esa es la debilidad y la locura de Dios, el Dios de Jesús, el que nos ha mostrado con su vida, el que se ha hecho carne para hacernos más humanos, más cercanos a Él.
Cómo agradezco a esas personas que nos ayudan a ver las cosas más claras, a entender el mensaje de Jesús, el crucificado, el "esclavo", el que se "hizo nada" (en palabras de Pablo).
Dios, si no soy capaz de encontrarlo ahí... no lo encontraré nunca.

domingo, 10 de abril de 2011

Aunque haya muerto, vivirá


10 de abril 2011 - 5º domingo Cuaresma
-"Si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano..."
-"Tu hermano resucitará"
-"Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?"

Una narración bien larga y con muchos detalles que pueden iluminar nuestro caminar tras las huellas de Jesús de Nazaret.
No quiero olvidar que el evangelio, todas las narraciones del evangelio están escritas desde la fe. No son narraciones históricas, tal como las entendemos hoy en día. Por eso, no vale la pena ponerse a aclarar cómo ocurrió, qué fue lo que pasó exactamente... El que escribe el evangelio, en este caso Juan, nos está diciendo lo que es para él Jesús, su convencimiento, lo que le da ánimo y esperanza desde que decidió seguirle.
La realidad de todos los días nos presenta continuamente el final de nuestra vida, la muerte. Acompañamos a familiares y amigos en ese momento duro y trágico que nos hace llorar (como las hermanas de Lázaro y Jesús mismo) y que, probablemente, también podemos añadir: "Si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano..."
Entonces, al escuchar el evangelio de hoy, entiendo que lo importante no es el acontecimiento real o histórico, sino el convencimiento de que si acepto seguir a Jesús y vivir a su manera, aunque muera viviré.
Cómo? De qué manera? Dónde?
Eso no lo sé, ni creo que haya nadie que lo sepa. Hasta Jesús de Nazaret llegó a decir que, con referencia a algunas cosas, sólo Dios lo sabe.
Por otra parte, cuando escucho decir Jesús nos garantiza la resurrección a todos los que le seguimos y creemos en él. Que él es nuestra esperanza. Que como hemos sido bautizados, resucitaremos... Cuando escucho esa manera de hablar, me siento confuso y me parece que hay algo que se interpreta mal.
Porque qué ocurre con todos los millones y millones de personas que no han conocido a Jesús? Qué pasa con tantísima gente que no han sido bautizados, ni han recibido sacramento alguno, ni han seguido las normas y mandamientos de la iglesia? Y de todos ellos, los explotados, los que se han visto empobrecidos, despreciados, abandonados... y han tenido una vida inhumana, destrozada, arrebatada por otras personas que han acaparado la riqueza, el bienestar, los bienes de esta tierra... incluso dando gracias a Dios porque se lo ha dado a ellas.
Ellos no tendrán derecho a una vida más humana? Ellos no resucitarán? Ellos no alcanzarán nunca una vida mejor?
Cómo cabe todo eso en el plan de Dios? Si Dios, y así nos lo dice Jesús de Nazaret continuamente, quiere la vida y la vida para todos, el mensaje que nos llega en esta narración tiene que tener un sentido más profundo que, además, afecta a todas las personas. Jesús, verdadera humanización de Dios, se hizo tan humano que se colocó en el último escalón para coincidir con el nivel de todas las personas (aquellas a las que ya sólo les queda eso: que son hombres y mujeres, su humanidad), aquel en el que no tienen nada, ni bienes, ni comodidad, ni riqueza, ni poder, ni estudios... Y nos señaló ese lugar como punto de encuentro especial. Que ahí encontramos a Dios se ha hecho carne...
Entonces si seguimos su camino y su estilo de vivir, aunque muramos, viviremos.
Y siento que me dice: "Crees tú esto?"
Al decir que sí estoy diciendo que acepto su manera de ver y de vivir. No se trata de una idea o de una noticia o de una información... sino de un estilo de vida.
Entonces, aunque no entiendo nada, aunque no sepa cómo puede ser, ni en qué puede consistir, creo que comienzo a entender que siguiendo ese camino me estoy poniendo en la línea que a Dios le gusta, una humanización cada vez mayor que me llevará hasta él mismo.
Así trato de asumir la palabra de Jesús:"...el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre".

domingo, 3 de abril de 2011

Era sábado


3 de abril 2011 - 4º domingo de Cuaresma
"¿Crees tú en el hijo del hombre? - ¿Y quién es. Señor, para que crea en él?"

El evangelio de este domingo es largo y se presta a hablar de muchas cosas, de muchos temas... Tantos que al final puede que nos perdamos en comentarios y argumentos que nos alejan del tema central de Jesús.
Una de las cosas que más me está ayudando a tratar de seguir el camino y la palabra de Jesús de Nazaret es ir descubriendo su gran preocupación, el gran motivo de toda su vida: El reino de Dios, su justicia, su gran deseo...
A través de sus parábolas, pero sobre todo a través de toda su vida, nos va revelando cómo siente y experimenta a Dios. Y nos habla de que Dios es nuestro padre, que es compasión y ternura, que le importa muchísimo la vida de la gente, que esos que nosotros (en el mundo) llamamos inútiles, sin valor, donnadie, olvidados y colocados en último lugar... esos precisamente son como la niña de sus ojos. Tanto que, a la hora de explicar cómo puede ser el examen o juicio final de cada uno, Dios se identifica con todos esos. Los sin papeles, los ilegales, los vagabundos, los pordioseros, las mujeres y hombres oprimidos, los que están siendo avasallados, los despreciados y desfavorecidos... son Dios mismo. Dios se encarna. Eso, se hace carne. Y si no somos capaces de descubrirlo y atenderlo nos dirá que no nos conoce.
La verdad, resulta fuertísimo. Y ése es un primer punto y pensamiento.
El segundo es que la vida de la gente se convierte en algo básico en la marcha y estilo del reino de Dios. Mucho más que el Templo, los mandamientos, las normas y ritos. Y eso es como revolucionario. Tuvo que resultar increíble para la gente que le escuchaba entonces. Pero es que ahora también lo es. Decir que la vida, la gente, es antes que la misa, los sacramentos, los mandamientos, los ritos, y todo lo demás... La vida de las mujeres y hombres. Y me estoy acordando de la gente que pasa por Cáritas en busca de ayuda, de alimentos, de trabajo, de lo que más necesitan para "vivir"...
Dice el evangelio que era sábado. Es como si lo subrayara. Ahora ya no lo entendemos. Pero es que en sábado no se podía hacer eso. Era el día sagrado, consagrado a Dios. Y en eso se era muy estricto.
Antes, en nuestra sociedad, también se nos hacía sentir lo que significaba el domingo. No trabajar, ir a misa, cumplir con los mandamientos de Dios y de la iglesia. Ahora somos una minoría que vamos a la iglesia; pero seguimos teniendo dentro esa división entre "sagrado" y "secular o laico". Como si las cosas de Dios fueran sagradas, santas y las cosas de los hombres, las cosas de la tierra fueran laicas, no santas, no sagradas... "Y era sábado".
Y Jesús, con su actitud y estilo de vida, nos insiste al mostrarnos que lo sagrado es la humanidad: mujeres y hombres. La vida misma. Y que eso está por encima de todo. Que lo más sagrado y lo más importante es ser auténticamente humanos, con esa manera de relacionarnos como la que nos muestra Jesús de Nazaret. Y ahí va desgranando detalles como el de perdonar una y mil veces, no hacer a la otra persona lo que no quieres que te hagan a tí, amar incluso al enemigo, saludar e invitar al desconocido y necesitado (no sólo al amigo o al familiar)...
Tan lejos hemos colocado a Dios y a Jesús de Nazaret que es muy posible que nos ocurra lo que al ciego del evangelio de hoy. Cuando Jesús le pregunta: -¿Crees en el hijo del hombre? el ciego le responde: -¿Y quién es Señor para que crea en él?
Si Jesús nos muestra cómo Dios se identifica (se encarna) en las mujeres y hombres, especialmente en los últimos (a los que sólo les queda su humanidad), es más que probable que también nosotros preguntemos: ¿Y quién es Señor para que crea en él?
La respuesta de Jesús seguro que a más de uno nos descoloca: -"Lo estás viendo: el que habla contigo..."
Basta que sigamos el mensaje de Jesús. El reino. Dios que se hace presente (se encarna) en las personas, sobre todo aquellas que apenas si les queda otra cosa que su humanidad ya que no tienen nada más. Entonces, si no llego a descubrirlo... es que estoy ciego. Y también entonces me dice: "Lo estás viendo (o deberías verlo): el que habla contigo..."
Verdad que es increíble?
Claro que no a todo el mundo le va a gustar eso.

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