20 de marzo 2011 - 2º domingo de Cuaresma
"Se transfiguró delante de ellos..." "Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto"
A lo largo de la historia, siglos y siglos, los predicadores de la iglesia han venido insistiendo (y lo siguen haciendo hoy en día) en lo que fue o es Jesús. Y la transfiguración se convierte en un momento importante para hablar de su divinidad, de su esencia, de sus naturalezas, de lo que Dios dijo de él...
Y con eso, como bien explica José Mª Castillo en su libro "La humanización de Dios", nos entretenemos en el "ser" olvidando el "acontecer". Hacemos metafísica y olvidamos la historia, la vida, la gente, el pueblo... perdidos en disquisiciones que no van a ninguna parte.
Jesús de Nazaret no nos dice quién es Dios, ni qué hace, ni su naturaleza, ni sus poderes... Insiste una y otra vez en el "reino de Dios"... Qué pasaría si viviéramos nuestra vida al estilo y manera de Dios. Cómo sería nuestra vida, nuestro pueblo, nuestra gente, si entráramos en esa dinámica...
Dios, Yahvé, ese nombre que no se podía pronunciar, el Dios de los ejércitos, juez justiciero, todopoderoso, que destruye a los enemigos, que puede aniquilarnos, que ve y juzga todo (el ojo que nos vigila siempre) resultaba realmente escalofriante... Y se ha predicado tanto! Infundía temor ("Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto").
Jesús de Nazaret nos revela una relación distinta, una experiencia totalmente nueva: Su relación con Dios es la del padre ("Abba"), todo lleno de ternura, de paciencia, de bondad, de cercanía, de compasión (padre y madre a la vez)... Y a partir de ahí nos indica que si vivimos así, nuestro acontecer de cada día, entraremos en el reino de Dios. Si vivimos nuestra humanidad de ese modo, nos acercaremos a Dios, nos pareceremos a Él, seremos sus hijos.
Y, entendiéndolo así, me ayuda escuchar su palabra: "Levantaos, no temáis"... Es la nueva visión. Ésa sí que es transfiguración. No tanto por los ropajes, por la luz, por los personajes de Moisés y Elías... sino por esa nueva relación con Dios, el padre-madre.
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