5 septiembre 2010 - 23º domingo tiempo ordinario
"El que no pospone a su padre o a su madre... incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío"
No es la primera vez que escuchamos palabras de Jesús en este sentido:
-"Buscad el Reino de dios y su justicia..."
-"El que quiera venir en pos de mí, que tome su cruz y me siga"
-"Los pájaros tiene nidos y las raposas madrigueras, pero el hijo del hombre no tiene donde reposar su cabeza"
-"Qué le importa al hombre ganar todo el mundo, si pierde su vida"
-"Nadie puede servir a dos señores... a Dios y al dinero"
Todas estas palabras, a lo largo de los siglos, han servido para enseñar y predicar una cosa que llaman "ascética", una manera y estilo de vivir que insistía en la penitencia y la disciplina, en el dominio del cuerpo y la renuncia a los bienes de este mundo... Algo así como lo que hemos oído decir y explicar a los curas y monjas, a los frailes y a los que viven en los conventos y monasterios.
Así nuestra vida tenía que convertirse en un esfuerzo y una lucha contra nuestro cuerpo y nuestras inclinaciones. Una disciplina que nos volvería verdaderos atletas de Jesucristo.
Así seríamos sus discípulos. Alguno diría que así nos convertíamos en sus "soldados", según la mentalidad de cada época.
Y pienso que cada época, cada cultura ha escuchado o leído las palabras de Jesús de Nazaret y según ellas han tratado de vivirlas y hacerlas suyas.
Ahora nos toca a nosotros, en nuestro mundo y en nuestro tiempo, tratar de descubrir el sentido que tiene para nosotros. Entonces, para mí, sin despreciar lo que se dijo en otro tiempo, estas palabras de Jesús tienen un sentido profundo que me ayuda a caminar tras sus huellas:
Ante todo y directamente, me habla de un "desapego" a cosas y a personas. Algo que no quiere decir "desamor", olvidar o despreciar. Quizás, a medida que crecemos en edad (llegamos a la jubilación) vamos entendiendo mejor su significado: No sólo es que nosotros nos vamos haciendo mayores; sino que incluso la vida misma parece que se va, se aleja... Incluso en nuestra propia casa. Las generaciones más jóvenes vienen empujando y parece como si nos fueran dejando de lado.
Y las cosas, también. Ya no nos sirven o ya no podemos servirnos de ellas. Y, poco a poco, nos vemos obligados a dejarlas, a "desapegarnos" de ellas...
Y ahí viene la palabra de Jesús: "Si alguien viene conmigo y no pospone a... (su padre o su madre, incluso a sí mismo)... no puede ser discípulo mío".
Ir con Jesús, ser su discípulo me exige "posponer", poner en segundo lugar, desapegarse...
Me suena, entonces, a sacrificio, a penitencia, a violentarse a sí mismo, a privarse de todo...
Pero creo que no es ése el sentido profundo.
Jesús me habla de posponer, igual que cuando habla del que encuentra un tesoro en el campo (y lo compra) o del mercader de perlas que encuentra una perla maravillosa y vende todo lo que tiene para conseguirla... "Posponer", como al decir "buscad primero el reino de Dios" y todo lo demás se os dará por añadidura... O al decirle a Marta: "Marta, Marta, te afanas por muchas cosas... sólo una es importante"...
"Posponer", desapegar, dejar de lado, no preocuparme por, centrarse en...
Quizás nuestro problema es que no hemos descubierto todavía ese tesoro escondido, la perla preciosa, lo que es importante, el reino de Dios... y seguimos amarrados a nuestros pequeños tesoros, nuestras cosas, nuestra salud, nuestra vida.
Otro punto que me parece importante es que el reino, el tesoro escondido o perla preciosa, es un don, un regalo. Dios, nuestro padre, nos lo da, nos lo regala. No es el premio a mi esfuerzo, a mi penitencia, a mis privaciones, a mis méritos. No, creo que no. Aunque se haya dicho y repetido mucho lo de los méritos, las obras buenas, los premios, etc.
Creo que Dios lo ofrece gratuitamente, lo regala. No se trata del premio o recompensa por los deberes hechos. Dios es amor. Siempre lo ha sido. Es así. Y su manera de hacer y actuar es amar, regalar, hacer el bien. Siempre. Y desde nuestro punto de vista humano nos resulta extraño, raro, injusto incluso... Pero es porque "nuestra justicia" tiene unas medidas raquíticas y están bien lejos de la manera de ser de Dios.
Y por eso, cuando escuchamos a Jesús una parábola como la del hijo pródigo o la de aquellos que van a trabajar a la viña apenas un rato y les paga lo mismo que a los primeros que han aguantado todo el día al sol, o al pródigo que ni le pide cuentas y encima le hace una fiesta... nos parece que "no hay derecho", que "no es justo"...
Jesús comenta: "Acaso os molesta que yo sea bueno y generoso?"
Y a lo mejor es eso. Nos molesta que, al final, Dios les regale a todos esos que apenas si se han molestado... mientras que nosotros hemos aguantado, nos hemos privado, nos hemos mortificado y hemos renunciado a...
Creo que en ese caso nos falta descubrir ese tesoro escondido. Y una vez hallado ya no me da pena "posponer" nada, ni siquiera a mí mismo.
Y creo entender que el tesoro escondido es Dios mismo, como lo explica y muestra Jesús de Nazaret. Y ser su discípulo es caminar tras él, vivir a su manera y hacer del Reino mi centro, mi ilusión, mi meta, mi todo. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario