viernes, 20 de octubre de 2023

Maestro sabemos que enseñas el camino de Dios

...Y no miras lo que la gente sea

22 de octubre 2023


El texto del evangelio de este domingo nos trae la escena en la que le plantean a Jesús aquello de: -"¿es licito pagar impuesto al César o no?» La respuesta de Jesús («Pues pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.») nos ha servido de argumento para defender a la Iglesia en muchos momentos. De esa manera hemos dividido nuestra vida y nuestras acciones en esas dos mitades: Una, del  César. La otra, de Dios.

Creo que esa actitud no nos ha ayudado nada. Hemos arrinconado a Dios para atenderlo en una serie de actos y celebraciones (sería la parte religiosa de nuestra vida) y hemos dado via libre a esa otra parte del César (que sería nuestra acción política y social) para hacer lo que nos parezca más conveniente según la época y circunstancias.

¿Sería ése en sentido verdadero y profundo del pensamiento de Jesús de Nazaret?

Para un judío piadoso, como lo era Jesús, había una verdad y una vivencia que atravesaba toda su vida, su conciencia y su modo de pensar y de hacer: "Yo soy el Señor y no hay otro; fuera de mí, no hay dios... Yo soy el Señor, y no hay otro." (Profeta Isaías, 45, 1 -6). Puede haber reyes y emperadores, jefes y gobernantes; pero sólo hay un Señor. En la vida y en la muerte, en las dificultades y en las alegrías, en la salud y en la enfermedad... Él es el Señor. Y él está presente en todo lo que me rodea, en todos los seres, en esa humanidad que formamos todos. Y todo el mensaje de la Buena Noticia que proclama Jesús de Nazaret apunta a una vida solidaria, compasiva y fraterna. Porque sólo los que viven así proclaman que son de verdad hijos de Dios.

Entonces "dar a Dios lo que es de Dios" deja de referirse a la parte religiosa de mi vida para hacer frente a mi vida entera en relación con los hermanos y hermanas (especialmente a los que más me necesitan). Porque sólo en la medida en que me acerco a ellos y soy compasivo y misericordioso estaré dando a Dios lo que es suyo. 

Podríamos decir que Dios no necesita mis oraciones, mis celebraciones, mis genuflexiones y penitencias. Lo que da gloria a Dios, como dicen los profetas en más de una ocasión, es el derecho y justicia, la compasión y la solidaridad. ¡Cuántas veces echamos mano de la parábola del Buen Samaritano! Jesús propuso esa parábola a propósito. Un samaritano era como decir un hereje, alguien que no era de su religión, que estaba fuera del camino verdadero... El sacerdote y el levita pasaron de largo, dieron un rodeo para no contaminarse. 

En nuestra Iglesia, hoy en día, encontramos de todo. Personas que viven y ejercen de samaritanos y dan su vida por los demás. Otras muchas personas se conforman con ser sacerdotes o levitas o religiosos o cristianos cumplidores de los preceptos. Y, en muchas ocasiones, terminamos por conformarnos con esos tiempos que dedicamos a Dios (dando a Dios lo que creemos que es de Dios).

En estos tiempos en los que se reúnen los Obispos con el Papa en ese Sínodo extraordinario tratando de escuchar y tomar la palabra a tantas cristianas y cristianos (los de abajo, lo de a pie), quizás sería bueno que también ellos sintieran el eco de esas palabras de Jesús: "...dad a Dios lo que es de Dios".

Mientras tanto que cada uno de nosotros dejemos que nos llegue hasta dentro ese mensaje de Jesús.

Texto del evangelio de Mateo (22,15-21)



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