...Y no miras lo que la gente sea
22 de octubre 2023
El texto del evangelio de este domingo nos trae la escena en la que le plantean a Jesús aquello de: -"¿es licito pagar impuesto al César o no?» La respuesta de Jesús («Pues pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.») nos ha servido de argumento para defender a la Iglesia en muchos momentos. De esa manera hemos dividido nuestra vida y nuestras acciones en esas dos mitades: Una, del César. La otra, de Dios.
Creo que esa actitud no nos ha ayudado nada. Hemos arrinconado a Dios para atenderlo en una serie de actos y celebraciones (sería la parte religiosa de nuestra vida) y hemos dado via libre a esa otra parte del César (que sería nuestra acción política y social) para hacer lo que nos parezca más conveniente según la época y circunstancias.
¿Sería ése en sentido verdadero y profundo del pensamiento de Jesús de Nazaret?
Para un judío piadoso, como lo era Jesús, había una verdad y una vivencia que atravesaba toda su vida, su conciencia y su modo de pensar y de hacer: "Yo soy el Señor y no hay otro; fuera de mí, no hay dios... Yo soy el Señor, y no hay otro." (Profeta Isaías, 45, 1 -6). Puede haber reyes y emperadores, jefes y gobernantes; pero sólo hay un Señor. En la vida y en la muerte, en las dificultades y en las alegrías, en la salud y en la enfermedad... Él es el Señor. Y él está presente en todo lo que me rodea, en todos los seres, en esa humanidad que formamos todos. Y todo el mensaje de la Buena Noticia que proclama Jesús de Nazaret apunta a una vida solidaria, compasiva y fraterna. Porque sólo los que viven así proclaman que son de verdad hijos de Dios.
Entonces "dar a Dios lo que es de Dios" deja de referirse a la parte religiosa de mi vida para hacer frente a mi vida entera en relación con los hermanos y hermanas (especialmente a los que más me necesitan). Porque sólo en la medida en que me acerco a ellos y soy compasivo y misericordioso estaré dando a Dios lo que es suyo.
Podríamos decir que Dios no necesita mis oraciones, mis celebraciones, mis genuflexiones y penitencias. Lo que da gloria a Dios, como dicen los profetas en más de una ocasión, es el derecho y justicia, la compasión y la solidaridad. ¡Cuántas veces echamos mano de la parábola del Buen Samaritano! Jesús propuso esa parábola a propósito. Un samaritano era como decir un hereje, alguien que no era de su religión, que estaba fuera del camino verdadero... El sacerdote y el levita pasaron de largo, dieron un rodeo para no contaminarse.
En nuestra Iglesia, hoy en día, encontramos de todo. Personas que viven y ejercen de samaritanos y dan su vida por los demás. Otras muchas personas se conforman con ser sacerdotes o levitas o religiosos o cristianos cumplidores de los preceptos. Y, en muchas ocasiones, terminamos por conformarnos con esos tiempos que dedicamos a Dios (dando a Dios lo que creemos que es de Dios).
En estos tiempos en los que se reúnen los Obispos con el Papa en ese Sínodo extraordinario tratando de escuchar y tomar la palabra a tantas cristianas y cristianos (los de abajo, lo de a pie), quizás sería bueno que también ellos sintieran el eco de esas palabras de Jesús: "...dad a Dios lo que es de Dios".
Mientras tanto que cada uno de nosotros dejemos que nos llegue hasta dentro ese mensaje de Jesús.
Texto del evangelio de Mateo (22,15-21)
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