jueves, 20 de octubre de 2022

Justificados

Estar a bien con Dios

 

23 de octubre 2022


Este domingo se nos propone una parábola tomada del evangelio de Lucas y que todos ya conocemos. Es la parábola del fariseo y el publicano.

Sin pensarlo mucho, podríamos decir que casi todos nos quedamos un poco entre los dos: No nos tenemos por fariseos, pero tampoco nos colocamos en el grupo de los publicanos.

Lo que ocurre es que nuestra manera de vivir y de actuar tiende a tomar la actitud del fariseo... Porque somos de los que cumplen con lo mandado; procuramos ser buenos y seguir las normas establecidas. Y nos parece tener muy claro que Dios no puede mirar de igual manera a los buenos que a los malos. Eso nos parece razonable, ¿no?


Fray Marcos en su comentario nos ayuda a entrar dentro del mensaje de esta parábola:

-"Lucas, en la introducción a la parábola, lo deja claro: “por algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás” El fariseo se siente excelente y falla en su apreciación. El publicano se siente pecador y falla al considerar que Dios está lejos de él, por eso tiene que insistir en pedir un perdón que Dios ya le ha otorgado. Lo más normal del mundo sería alabar al que era bueno y criticar al malo, pero a los ojos de Dios todo es diferente. Dios es el mismo para los dos, uno le acepta por su gratuidad, el otro pretende poner a Dios de su parte por la bondad de sus obras."


La vida de Jesús de Nazaret es toda una experiencia de Dios. La vive en una profundidad que apenas llegamos a entrever. Y nos propone un montón de parábolas que nos muestran ese Dios tan especial: Hace poco recordábamos el Padre del hijo pródigo.


-"Recordemos la frase de Mateo (comenta Fray Marcos): “Las prostitutas y los pecadores os llevan la delantera en el reino de Dios”. ¿A quién dijo eso Jesús? A los cumplidores de toda la Ley, que hoy serían los religiosos de todas las categorías. Aún hoy, desde nuestra visión raquítica del hombre y de Dios, nos resulta inaceptable esta idea. Seguimos juzgando por las apariencias sin tener en cuenta las actitudes personales, que son las que de verdad califican las acciones de las personas. Y lo que es peor, nos preocupa más lo que hacemos que lo que sentimos."


Como escribe San Juan en una de sus cartas: Dios no me quiere porque soy bueno, sino porque Él es amor. Si partimos del razonamiento del fariseo, resultaría que el que no es bueno no sería amado por Dios...


Y eso viene a decirnos que todos nosotros recibimos ese don antes de empezar a existir. Es un puro don, un regalo. Y lo que debemos hacer es desarrollarlo en nuestra vida... y no tenemos que ser buenos para que Dios nos ame, porque Él me quiere y no puede fallarme. Vamos a intentar ser agradecidos fallándole menos.


Seguir el mensaje de Jesús de Nazaret provocaría consecuencias en nuestra vida y en nuestra relación con los demás.


Fray Marcos completa su comentario así: -"Amar al que se porta bien conmigo no tiene ningún valor. Es lo que hacemos todos, pero tenemos que revisar esa actitud. Si me porto humanamente con aquel que no se lo merece, estaré dando un salto de gigante en mi evolución hacia la plenitud. Ser más humano me hace a la vez, más divino."


Al habernos hecho una imagen de Dios tan humana, siempre hemos sabido encontrar una justificación que nos clasificaba entre los buenos y encontrábamos razones convincentes para tranquilizarnos.


Pero lo de estar justificados o ser justos a los ojos de Dios es otra cosa. "Amaos unos a otros como yo os he amado", ésa es nuestra justificación. Así nos lo propuso Jesús de Nazaret. Y sólo así podemos pensar que estamos a bien con Dios.


Texto del evangelio de LUCAS 18, 9-14

jueves, 13 de octubre de 2022

La justicia de Dios

¿Dios escucha nuestras oraciones?

16 de octubre 2022

El texto del evangelio de Lucas que escuchamos/leemos este domingo nos coloca en una postura un tanto ambigua. 

Lucas pone en boca de Jesús la recomendación de que "hay que orar siempre" y añade, a continuación, la parábola de la viuda y el juez injusto que, al final, para que no le fastidie más le hace caso...

Entonces nos preguntamos: ¿Es que Dios actúa así? Y, aunque añade que Dios escuchará a sus elegidos cuanto antes, ¿no es verdad que la realidad de cada día nos muestra algo diferente?

Quizás tendríamos que preguntarnos: ¿Para qué rezamos? ¿Qué queremos conseguir?

Creo que llevamos muy dentro de nuestro subconsciente lo de que Dios es todopoderoso, que si rezo mucho e insisto me concederá cualquier cosa, que si me porto bien y formo parte de sus elegidos seguro que escuchará mis oraciones...

Y así nos hemos hecho una imagen de Dios a nuestra medida. Si es juez podré ganármelo de alguna manera. Si es el Señor podrá hacer un milagro si hace falta... Y con esos pensamientos nuestra oración se aleja totalmente del mensaje de Jesús de Nazaret.


Como escribe Fray Marcos: -"Dios es siempre el mismo y no puede cambiar para amoldarse a una petición. No tenemos que esperar al final del tiempo para descubrir la bondad de Dios sino descubrir a Dios presente, incluso en todas las calamidades, injusticias y sufrimientos que los hombres nos causamos unos a otros."


Descubrir a Dios y su bondad (su justicia) es aceptar y acoger todo el amor que nos regala (en la vida, en la naturaleza, en todo lo que nos rodea) y tratar de copiar en mi vida esa actitud y ese estilo. Y ahí entra toda la compasión, toda la solidaridad, toda la empatía, toda la ternura... Especialmente ante la injusticia, la opresión, el desprecio, el olvido y abandono. 

Entonces mi oración se vuelve algo íntimo que me ayuda a ver mi propia vida desde la perspectiva de nuestro Padre.


Me parece muy agudo el comentario que ofrece Fray Marcos: -"Si rezamos, esperando que Dios cambie la realidad: malo. Si esperamos que cambien los demás, malo, malo. Si pedimos, esperando que el mismo Dios cambie: malo, malo, malo. Y si terminamos creyendo que Dios me ha hecho caso y me ha concedido lo que le pedía: rematadamente malo. Cualquier argucia es buena, con tal de no vernos obligados a hacer lo único que es posible: cambiar nosotros."


Que tenemos que orar siempre... Sí, claro. Una oración en la que, ante todo, tratamos de hacer nuestro el mensaje de la Buena Noticia del Reino de Dios. Una oración para que vaya entrando en nuestra vida. Una oración para ir aprendiendo a hacer su voluntad... Para ser justos y compasivos como Dios nuestro Padre. Y así entramos en la dinámica del evangelio.

Aceptar que Dios nos ama, siempre y en cualquier situación, es acoger ese don y hacerlo mío en cualquier situación... También en ocasiones en las que la injusticia nos rodea. Entonces mi oración será parecida a la de San Francisco de Asís:  "Oh, Señor. haz de mí un instrumento de tu paz. Que donde haya odio, ponga yo amor. Donde haya ofensa, ponga yo el perdón. Donde haya discordia, ponga yo armonía. Donde haya desesperación, ponga yo esperanza..."


Y como subraya Fray Marcos: "-La única manera de ser justo es no practicar ninguna injusticia."

Y sí, podemos estar seguros de que Dios escucha nuestras oraciones. Sobre todo cuando yo voy dejando entrar en mi vida el Reino de Dios y adquiere ese estilo de evangelio en el que llegaré a ser capaz de dar mi túnica al que me pide el manto, o poner la otra mejilla al que me golpea... O sea amar incluso a los que me hacen daño, al que me persigue, al que comete injusticia...

-"Padre, perdona todo el mal que he hecho como, al decir estas palabras, también yo perdono al que me ha ofendido..."

Texto del evangelio de LUCAS 18, 1-8

lunes, 10 de octubre de 2022

Nos fiamos de ti, Señor

“NO TENEMOS NI IDEA DE HACIA DÓNDE VAMOS”
Oración plural, oración en comunidad
MARI PAZ LÓPEZ SANTOS, pazsantos@pazsantos.com
MADRID

Una bella oración y un bello artículo que agradezco a Mari Paz López Santos. Creo que podemos hacernos nuestra esta oración y saborearla cada día.


ECLESALIA, 10/10/20.- Hace unos días volví a leer una oración que desde que la conocí hace un montón de años, me afecta, me reta, me adentra en el silencio y me invita a confiar. Me gusta leerla primero en inglés, idioma en el que fue escrita:

My Lord God, I have no idea where I am going. I do not see the road ahead of me. I cannot know for certain where it will end. Nor do I really know myself, and the fact that I think that I am following your will does not mean that I am actually doing so. But I believe that the desire to please you does in fact please you. And I hope I have that desire in all that I am doing. I hope that I will never do anything apart from that desire. And I know that if I do this you will lead me by the right road though I may know nothing about it. Therefore will I trust you always though I may seem to be lost and in the shadow of death. I will not fear, for you are ever with me, and you will never leave me to face my perils alone”.

Y luego en mi propio idioma:

Mi Dios y Señor, no tengo idea de hacia donde voy. No veo el camino delante de mí. No puedo saber con certeza donde finalizará. Tampoco me conozco realmente a mí mismo y el hecho de creer que estoy siguiendo tu voluntad no significa que realmente lo esté haciendo. Pero creo que el deseo de complacerte hace, de hecho, que te complazca. Espero tener este deseo en todo lo que estoy haciendo. Espero no hacer nunca nada lejos de este deseo. Sé que si actúo así tú me guiarás por el camino recto, aunque no puedo saber nada sobre ello. Por tanto confiaré siempre aunque pueda parecer que estoy perdido y en sombra de muerte. No temeré, tú estás siempre conmigo y nunca me dejarás solo frente a mis peligros”.

En este tiempo en el que el Sínodo nos ha puesto a revisar lo que significa Caminar Juntos, con “permiso” del autor, Thomas Merton*, me he permitido la licencia de que en esta oración suene a coro de voces o de silencio del corazón de muchos. He querido orar en plural, orar en comunidad:

Nuestro Dios y Señor, no tenemos idea de hacia dónde vamos. No vemos el camino delante de nosotros. No podemos saber con certeza donde finalizará. Tampoco nos conocemos realmente a nosotros mismos y el hecho de creer que estamos siguiendo tu voluntad no significa que realmente lo estemos haciendo. Pero creemos que el deseo de complacerte hace, de hecho, que te complazcamos. Esperamos tener este deseo en todo lo que estamos haciendo. Esperamos no hacer nunca nada lejos de este deseo. Sabemos que si actuamos así tú nos guiarás por el camino recto, aunque no podamos saber nada sobre ello. Por tanto confiaremos siempre aunque pueda parecer que estamos perdidos y en sombra de muerte. No temeremos, tú estás siempre con nosotros y nunca nos dejarás solos frente a nuestros peligros.

Creo que en el camino sinodal hemos de acompañarnos unos a otros y también, cómo no, dejarnos acompañar por los que nos antecedieron, que se nos juntan de esa otra manera a la que todos llegaremos.

Gracias, hno. Thomas Merton por dejarnos escrita esta oración. Sé que te gustará escucharla en plural comunitario (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia. Puedes aportar tu escrito enviándolo a eclesalia@gmail.com).

*Thomas Merton (1915-1968) monje cisterciense del monasterio de Getsemaní (Kentucky, USA); oración en el libro “Pensamientos en la soledad”.

viernes, 7 de octubre de 2022

Lo que nos salva

Tu fe te ha salvado

9 de octubre 2022

Tal como se contaba antes... Y sucedió que iba Jesús por el camino de Jerusalén y le salieron al encuentro 10 leprosos. A voces le dijeron: "Jesús, ten compasión de nosotros". Y Jesús les dijo: "Id a presentaros a los sacerdotes". Y cuando iban de camino, quedaron limpios.

Entonces, uno de ellos, viendo que se había curado, se volvió alabando a Dios y se echó a sus pies dándole las gracias.

Éste era un samaritano.

-¡Ahí va! ¿No han quedado limpios los diez? ¿Dónde están los otros nueve?

-Anda, levántate. Tu fe te ha salvado".


Es un texto conocido. Lo que ocurre es que, quizás, no acabamos de entender su significado y profundidad.

Y es que, seguramente, lo que importa no es "quedar limpio", sino el salvarse.


Como escribe Fray Marcos: -"No tiene por qué tratarse de un relato histórico. Los exégetas apuntan más bien a una historia del primer cristianismo, encaminada a resaltar la diferencia entre el judaísmo y la primera comunidad cristiana. En efecto, el fundamento de la religión judía era el cumplimiento estricto de la Ley. Si un judío cumplía la Ley, Dios cumpliría su promesa de salvación. En cambio, para los cristianos, lo fundamental era el don gratuito e incondicional de Dios; al que se respondía con el agradecimiento. “Se volvió alabando a Dios y dando gracias”. Tenemos datos para descubrir que esta era la actitud de la primera comunidad."

Hay un pasaje del evangelio en el que leemos el encuentro de Jesús con una samaritana en el que Jesús le pide de beber... Entonces, a los comentarios que hace la mujer, Jesús le dice:..."«Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva.»

En otras ocasiones hemos hablado de la fe-confianza, de fiarse de la palabra y del mensaje de Jesús. Una vez más, Jesús insiste en esa fe-confianza. Y le escuchamos decir muchísimas veces: "Tu fe te ha salvado".

Y eso es, tal vez, lo que nos pierde. Nos sentimos más seguros con lo que rezamos, con nuestras actividades religiosas, con nuestros ritos, con las ceremonias, con las misas y novenas. Y así quedamos limpios. Como los nueve leprosos. Pero no nos salvamos. Nuestra vida no cambia. Nos parece que lo más importante es cumplir la Ley. Nos hemos hecho judíos. Y si cumplimos lo que nos dicen los curas, pues ya tenemos la salvación asegurada.

Fray Marcos lo expresa de esta manera: -"La verdadera salvación para el leproso llega en el agradecimiento. El problema es que queremos expresar a Dios nuestro agradecimiento como lo hacemos a otras personas. Solo viviendo el don podemos agradecerlo. Los otros nueve fueron curados, pero no encontraron la verdadera salvación; porque tenían suficiente con la liberación de la lepra y la recuperación del estatus social."

Hacer mío, interiorizar, el don de Dios. Que se nos da. Que todo lo que tengo y lo que soy es un don, un regalo... Lo que pasa es que dar gracias a Dios, no es decirle Gracias! o hacer algo para que esté contento, como haríamos con los amigos y vecinos. Acoger el don de Dios, darle gracias es intentar vivir a su manera, al estilo de Jesús de Nazaret. Intentar día a día, parecerme un poco a lo que Jesús entendía que debía ser la vida de cualquier hombre-mujer; adquirir una humanidad solidaria y compasiva que hace que el Reino de Dios llegue a nosotros, a nuestras casas, a nuestro barrio, a nuestra sociedad.

Y cuando acogemos y hacemos nuestro ese regalo de Dios, empezamos a salvarnos. Y nuestra Eucaristía es como repetir el gesto de leproso samaritano: Volvemos dando gracias.

"Agradecer es reconocer que lo que tienes, y sobre todo lo que eres, se lo debes a Otro."

Texto del evangelio de LUCAS 17, 11-19

Se acerca vuestra liberación

Esta despiertos en todo tiempo 1 de diciembre 2024 Este domingo comenzamos el tiempo de Adviento. Acostumbramos a celebrarlo como una prepar...