La Buena Noticia de Jesús nos cuestiona
14 de agosto 2022
Al comentar el evangelio del domingo pasado, el sacerdote nos hablaba de la fe y de la esperanza. Y recogía lo escuchado en la primera y segunda lectura sobre la fe de Abraham, Isaac y Jacob y la esperanza de la que habla Pablo en su carta a los Hebreos... Y el texto del evangelio (Lucas 12, 32-48) insistía en lo estar preparados... Como el criado que espera a su señor o como el dueño que si supiera a qué hora llega el ladrón... estaría vigilante.
Hoy, como siempre, el evangelio nos cuestiona. La Buena Noticia del Reino de Dios siempre es una palabra que nos descoloca: ¡Conviértete, cambia tu vida! Si quieres seguirme... toma tu cruz y ven detrás de mí. Crees que he venido a traer paz? No, ésta palabra creará división.
Pero realmente ¿creo en su mensaje? Nuestra respuesta será afirmativa, desde luego; pero aceptar la Buena Noticia que proclama Jesús de Nazaret es mucho más que decir que nos parece bien, que seremos buenas personas, que iremos a misa y haremos buenas obras que, al final de nuestra vida, nos llevarán al Cielo, a la Vida Eterna.
Creer en la Buena Noticia del Evangelio es, ante todo, vivir con alegría y esperanza el proyecto de Jesús: que Otro Mundo es Posible, que una sociedad más humana y fraterna es realmente un gran proyecto. Es más, es el proyecto de Dios. Y para Jesús y sus seguidores es como el tesoro escondido, la perla preciosa, lo más grande que hemos encontrado en nuestra vida. Y eso tiene que significar una explosión de alegría y júbilo en nuestra vida. El sueño de nuestra vida.
Ese compromiso con el proyecto y plan de vida de Jesús seguramente nos traerá más de un problema, más de una incomprensión. También el que nos tachen de idealistas y utópicos. Que no pisamos el suelo. Que nuestra sociedad y nuestro mundo no tienen remedio...
Hay un texto del evangelio de Juan en el que nos advierte que Jesús nos da la paz, pero no como la que da el mundo... Y me gusta rezar todos los días de oración de San Francisco de Asís: "Señor, haz de mí un instrumento de tu paz. Donde haya odio, que yo ponga amor. Donde haya ofensa, que yo ponga perdón. Donde haya discordia, que yo ponga armonía..."
Cada uno de nosotros, podemos decir, somos tan poquita cosa... En un mundo en el que los grandes andan a la greña con sus armas; los grandes y las empresas multinacionales con un ansia cada vez mayor por hacer mayores beneficios; los más ricos que anteponen su poder y su riqueza y ni siquiera ven la gente abandonada y marginada, cuando no, oprimida y pisoteada por todos ellos. En una sociedad como la nuestra que nos ofrece una propaganda constante para consumir más y más, para disfrutar de todo lo que tengamos a mano... sin caer en la cuenta de que ese despilfarro está llevando nuestro mundo a agotar la propia energía de la vida...
Pues, en ese mundo precisamente, nosotros estamos llamados a ser levadura... y sal... y luz... E instrumentos de paz para conseguir un mundo más compasivo, más solidario y más justo. Y que no lo decimos por decir. Que creemos que, siguiendo las huellas del Maestro, es posible.
Texto del evangelio de Lucas 12, 49-53
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