El sarmiento no tiene vida propia
2 de Mayo de 2021
El texto que leemos y/o escuchamos este domingo, tomado del evangelio de Juan, nos ofrece imagen preciosa y de un gran sabor agrícola. Hoy en día, andamos muy alejados de las cosas del campo. Pues bien, al igual que en otras ocasiones, a través de una actividad que todos conocían muy bien nos anima a reflexionar sobre nuestra adhesión a la Buena Noticia del reino de Dios.
La vid. En las páginas del Antiguo Testamento es frecuente la referencia a la "viña", "los viñadores", "el amo de la viña"..., siempre en referencia al pueblo de Israel, a los dirigentes del pueblo, al mismo Dios. En el evangelio de Juan (probablemente la reflexión de la comunidad de seguidores en torno a Juan) se refuerza la idea y nos ayuda a acercarnos más al mensaje mismo de Jesús de Nazaret. Como comenta Fray Marcos: "El sentido que le da Juan es completamente original. El doble aspecto, una misma vivencia individual y una proyección a los demás, es la clave de la experiencia pascual. La Vida de Dios, la de Jesús y la de los discípulos es la misma. Aunque no se nombra expresamente, la Vida sigue siendo el centro del discurso..."
A partir de ahí, me hago la siguiente reflexión: En Jesús de Nazaret se manifiesta la Vida de Dios. Con su vida, con sus palabras y con sus obras nos ofrece el mensaje de la Buena Noticia del reino de Dios que no es otra que vivir a la manera de Dios en la que la relación con las otras personas es lo más importante, es decir, en su humanidad, en la compasión y en la ternura mirando a las demás personas con los ojos y el corazón de Dios.
Entonces ahí viene la imagen de la vid. Si yo que soy un sarmiento no estoy unido a la vid (a la cepa) nunca daré fruto. Mi vida estará vacía y seca...
José Antonio Pagola hace este comentario: "La imagen pone de relieve dónde está el problema. Hay sarmientos secos por los que no circula la savia de Jesús. Discípulos que no dan fruto porque no corre por sus venas el Espíritu del Resucitado. Comunidades cristianas que languidecen desconectadas de su persona..."
Comentábamos en casa cómo es que las iglesias, las comunidades cristianas se ven cada día más reducidas y parecen ser algo del pasado, con un mensaje conocido y pasado de moda... Y me pregunto si nuestra vida no tendrá mucho de sarmiento, pero con poca conexión a la verdadera Vid, a la Vida misma (la de Jesús de Nazaret y la de Dios).
Muy agudamente comenta Fray Marcos: "Hay que tener en cuenta que la vid es una de las plantas que no produce fruto de provecho si no se poda severamente. Su capacidad de echar follaje es tan grande que, si no se le aplican fuertes correctivos, se le va toda la fuerza en tallos y hojas..."
Tal vez nuestra vida y nuestra práctica como seguidores de Jesús de Nazaret se ha preocupado más de los tallos y de las hojas, descuidando y desconectándose de la propia Vid.
La explicación que ofrece Fray Marcos me ayuda a entenderlo mejor: "Para Jesús, Dios es la savia, la Vida que se comunica a toda la vid. Jesús es el primer sarmiento que vivió plenamente de esa savia divina. No debemos confundir al hombre Jesús con el Dios cristiano, sino como el primer cristiano que, haciendo suya la misma Vida de Dios, nos ha indicado la manera de alcanzar la verdadera plenitud humana. El mensaje de Jesús consiste en que todos vivamos esa Vida divina..."
Y, para terminar, esta frase que hemos leído en el texto del evangelio: "Porque sin mí, no podéis hacer nada."
"El sarmiento que es una sola vida con la cepa produce fruto y hace que la vid sea capaz de dar fruto. El que está separado, no sirve para nada porque no tiene vida. Se trata, pues, de participar de la misma Vida de Jesús, que es la del Padre..."
Al final me quedo con la duda de si, después de oírlo tantas veces, nos hemos hecho a la idea de que si mi práctica religiosa es la que nos enseñaron (la misa, los sacramentos, las devociones, etc.), ya estoy unido a la Vid, ya estoy dando los frutos que Dios espera de mí... Y, si así fuera, empezaría a comprender que mi vida sería un sarmiento con muchas hojas y tallos, pero sin la Vida que nos propone Jesús de Nazaret.
Texto del evangelio de Juan (15,1-8)
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