16 de Agosto de 2020
El texto que hemos escuchado este fin de semana (15-16 de agosto), tomado del evangelio de Mateo me resulta tremendamente simpático. Se trata de la mujer cananea que le pide a Jesús que cure a su hija que tiene un demonio muy malo... Jesús le dice que "sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel..." Y añade: "no está bien echar a los perros el pan de los hijos..." A lo que la mujer le contesta: «Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos.»
Sea como fuere, en ese momento debió aparecer una gran sonrisa en la cara de Jesús. "Qué grande es tu fe!"
Quizás, lo más importante no es el diálogo mismo o la curación de la hija. Creo que el mensaje de fondo es el mismo que nos ofrece el Maestro a lo largo de su vida. Todos estamos invitados! La buena noticia es universal. Lo recoge la comunidad cristiana y lo escribe Mateo en su evangelio. Y en muchas ocasiones, en muchas parábolas, lo explica y comenta Jesús: "Id y avisad a los invitados que vengan a la boda..." "Id por los caminos e invitad a todos..." Ciegos, cojos, mancos... todos esos marginados de la sociedad. También los cananeos, los egipcios, los romanos, los sirios, los africanos...
Los judíos (escribas, fariseos, doctores de la Ley) creían tener ya la salvación: La Ley y el Templo. Jesús muestra que no es el Templo, ni la Ley lo que salva. Hace falta una conversión, un cambio y descubrir al prójimo, al hermano... Empezar a vivir una humanidad nueva en la que la persona es lo primero, la solidaridad, la fraternidad que no distingue raza, ni color, ni religión, ni el nivel social o el poder económico.
La invitación está ahí. Y debo recordar siempre que esa invitación, esa salvación es para ahora, para ya.No es algo que podamos dejar para el más allá, para después de la muerte.
"¡Qué grande es tu fe! Que se cumpla lo que deseas.
Texto del evangelio de Mateo (15,21-28)
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