3 de Mayo de 2020
El texto de la Eucaristía de este fin de semana, tomado del evangelio de Juan (cap.10, 1-10), se nos habla del pastor y de las ovejas... Refleja el sentir y el pensamiento de aquella primera comunidad de seguidores. Jesús es el pastor y la puerta. Si no reconocemos su voz o su silbido, no lo distinguiremos y seguiremos con nuestras vidas, con nuestras rutinas, encerrados en nuestros problemas y dificultades.
Me gusta mucho el comentario que hace Fray Marcos y me ayuda a entender el fondo del relato: "El relato nos habla de la puerta y del pastor. En el fondo es la misma metáfora, porque la única puerta de aquellos apriscos, era el pastor. El rebaño eran las 5 ó 10 ovejas o cabras, que eran la base de la economía familiar. Por la noche, después de haber llevado a pastar cada uno las suyas, se reunían todas en un aprisco, que consistía en una cerca de piedra con una entrada muy estrecha para que tuvieran que pasar las ovejas de una en una y así poder controlarlas, tanto a la entrada como a la salida. Esa entrada no tenía puerta, sino que un guarda, allí colocado, hacía de puerta y las cuidaba durante la noche..."
"Por la mañana cada pastor iba a sacar las suyas para llevarlas a pastar. Esto se hacía por medio de un silbido o de una voz que las ovejas conocían muy bien. Incluso tenían su propio nombre como nuestros perros hoy. Cuando oían la voz, las ovejas que se identificaban con ella, salían. Con estos datos se entiende perfectamente el relato..."
Me pregunto si soy capaz de oír y reconocer la voz de Jesús. ¿En este mundo tan lleno de voces, mensajes, músicas y sonidos... llego a distinguir la voz, el mensaje del Maestro? ¿A quién sigo? ¿Acaso es más fuerte la voz de la televisión, de las revistas, de los mensajes, de los whatsapp, de lo que está de moda...?
Apenas si estamos saliendo de esta pandemia del coronavirus con todas las consecuencias y condicionamientos con ganas de volver a la vida de antes: salir, entrar, relacionarnos, comunicar personalmente... Nosotros, los seguidores de Jesús de Nazaret, qué comunicamos? qué tenemos que decir y transmitir? Resuena dentro de nosotros el mensaje de nuestro Maestro? En la vida y en la muerte; en situaciones duras; en lo que llamamos momentos de prueba... ¿Sabemos distinguir esa voz que nos tranquiliza, ese silbido que nos da ánimo?
Fray Marcos completa su comentario de esta manera: "Las ovejas atienden a su voz porque la conocen. Una frase con profundas resonancias bíblicas. Oír la voz del Señor es conocer lo que nos pide, pero sobre todo obedecerle. Las llama por su nombre, porque cada una tiene nombre propio..."
Creo que, muy a menudo, andamos desconectados o no tenemos cobertura. No oímos su voz. Y si la escuchamos no acabamos de identificarla. Tal vez sus palabras nos suenan demasiado a iglesia, a religión, a rezos y ceremonias... Hemos terminado por poner nuestro filtro a todo lo que se refiere al evangelio y ni voz, ni silbido, ni puerta...
Mi próximo objetivo tiene que ser: Sintonizar con su voz, escucharla y... seguir sus huellas. Él es la puerta. Me conoce y me llama... a mí. Es su invitación.
Texto del evangelio de Juan (10,1-10)
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