31 de Marzo de 2019
En la eucaristía de este domingo se nos propone la parábola del "hijo pródigo"...
Así nos la han contado y así nos han predicado para que, como pecadores, nos convirtamos y volvamos al buen camino. Para eso estamos en tiempo de Cuaresma.
Ciertamente es una parábola que siempre me ha impactado, me ha hecho reflexionar, ha hecho revivir en mí todo lo que he hecho y vivido como "hijo pródigo"... y me ha proporcionado momentos intensos de reflexión y deseos de verdadera conversión.
En cambio la propuesta de Fray Marcos (tal como resume Inma Calvo) es hacernos ver que "cada uno de nosotros somos a la vez los tres personajes: el padre, el hijo pródigo y el hermano mayor. Somos ese hijo menor que dilapida la herencia; también el hijo mayor que no se ha enterado de que está dentro de casa; y sobre todo, estamos llamados a ser como el padre: dispuesto a perdonarnos a nosotros mismos y a fundir nuestro hielo interior con el amor..."
Sí, esa manera de entender la parábola me ofrece una comprensión que me parece más cercana a lo que Jesús de Nazaret quería expresar. Cierto, en muchos momentos me he comportado como el hijo menor que pide la herencia que le toca y dilapida... En otros me parezco al hijo mayor que se cree con más derechos sin comprender todo el cariño y el amor del padre al que siempre lo tiene en casa... Y, sobre todo, la figura del padre, todo compasión y ternura, al que tengo que ir pareciéndome... "Sed compasivos como vuestro padre es compasivo..." Así dirá Jesús en más de una ocasión.
Jesús de Nazaret nos ofrece una visión del Padre que en más de una ocasión nos parece injusta. Al hijo menor que se ha ido de parranda y se ha gastado todo, ni le pide cuentas ni nada. Y además le ofrece una fiesta. Y nosotros (hermano mayor), aguantando todo aquí en casa...
Me pregunto si la iglesia que yo "represento" (con mi manera de hacer y de vivir) no se parece a ese hermano mayor...
Y todavía más: ¿me parece un buen "programa" imitar y vivir como el "padre compasivo"...? Tal vez tendríamos que hacer hincapié precisamente en eso.
Y Fray Marcos insiste en que ese Dios de Jesús de Nazaret no es alguien que esté fuera en algún sitio que llamamos "cielo"; sino que está dentro de nosotros (dentro de nuestra vida, dentro de nuestra carne) y tenemos que revivirlo, hacer que se vaya haciendo una realidad...
¡Una parábola para rumiar!
Así nos la han contado y así nos han predicado para que, como pecadores, nos convirtamos y volvamos al buen camino. Para eso estamos en tiempo de Cuaresma.
Ciertamente es una parábola que siempre me ha impactado, me ha hecho reflexionar, ha hecho revivir en mí todo lo que he hecho y vivido como "hijo pródigo"... y me ha proporcionado momentos intensos de reflexión y deseos de verdadera conversión.
En cambio la propuesta de Fray Marcos (tal como resume Inma Calvo) es hacernos ver que "cada uno de nosotros somos a la vez los tres personajes: el padre, el hijo pródigo y el hermano mayor. Somos ese hijo menor que dilapida la herencia; también el hijo mayor que no se ha enterado de que está dentro de casa; y sobre todo, estamos llamados a ser como el padre: dispuesto a perdonarnos a nosotros mismos y a fundir nuestro hielo interior con el amor..."
Sí, esa manera de entender la parábola me ofrece una comprensión que me parece más cercana a lo que Jesús de Nazaret quería expresar. Cierto, en muchos momentos me he comportado como el hijo menor que pide la herencia que le toca y dilapida... En otros me parezco al hijo mayor que se cree con más derechos sin comprender todo el cariño y el amor del padre al que siempre lo tiene en casa... Y, sobre todo, la figura del padre, todo compasión y ternura, al que tengo que ir pareciéndome... "Sed compasivos como vuestro padre es compasivo..." Así dirá Jesús en más de una ocasión.
Jesús de Nazaret nos ofrece una visión del Padre que en más de una ocasión nos parece injusta. Al hijo menor que se ha ido de parranda y se ha gastado todo, ni le pide cuentas ni nada. Y además le ofrece una fiesta. Y nosotros (hermano mayor), aguantando todo aquí en casa...
Me pregunto si la iglesia que yo "represento" (con mi manera de hacer y de vivir) no se parece a ese hermano mayor...
Y todavía más: ¿me parece un buen "programa" imitar y vivir como el "padre compasivo"...? Tal vez tendríamos que hacer hincapié precisamente en eso.
Y Fray Marcos insiste en que ese Dios de Jesús de Nazaret no es alguien que esté fuera en algún sitio que llamamos "cielo"; sino que está dentro de nosotros (dentro de nuestra vida, dentro de nuestra carne) y tenemos que revivirlo, hacer que se vaya haciendo una realidad...
¡Una parábola para rumiar!
Testo del evangelio de Lucas (15, 1-3.11-32)
No hay comentarios:
Publicar un comentario