El texto del evangelio de Juan que escuchamos y leemos en estos domingos (tanto si son palabras de Jesús como si son la reflexión que hizo Juan y toda la primera comunidad de seguidores) nos lleva a repensar nuestras "eucaristías", nuestras reuniones y encuentros como cristianos.
"Yo soy el pan vivo bajado del cielo..."
"...el que coma de este pan vivirá para siempre..."
"...el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo..."
Estamos tan acostumbrados a escuchar todo esto que ya no nos llama la atención. O bien no lo creemos y nos da igual.
Todos tenemos ya experiencia de la vida y también de la muerte. Por eso que se nos diga que "el que coma de ese pan vivirá para siempre... se nos antoja que es una simple expresión, algo espiritual y religioso; pero que no nos afecta realmente.
¿Qué entendía Jesús de Nazaret al decir esas palabras? ¿Qué pensaba y sentía Juan y toda aquella primera comunidad?
¿Y yo mismo...? Tantos años participando de la eucaristía, de los encuentros de las diferentes comunidades cristianas... y sigo sin llegar al fondo de esa "vida para siempre".
José A. Pagola lo comenta así: "Para tener vida dentro de nosotros necesitamos alimentarnos de Jesús, nutrirnos de su aliento vital, interiorizar sus actitudes y sus criterios de vida. Este es el secreto y la fuerza de la eucaristía. Solo lo conocen aquellos que comulgan con él y se alimentan de su pasión por el Padre y de su amor a sus hijos..."
Entiendo que mi participación en la eucaristía, en la reunión de la comunidad cristiana, tiene que llevarme a la "conversión" que pedía Jesús de Nazaret. Un cambio de vida que ponga como centro y primer valor a Dios, nuestro padre, y la compasión y ternura hacia los demás. Esa actitud y esos criterios de vida que aparecen en Él. Porque si no hago mío ese modo de vivir, no "comulgo" con él y mi eucaristía podrá ser un acto religioso; pero no me llevará a esa "vida" para siempre.
Creo que sólo así empezaré a sentir la vida de Dios en mí que irá más allá de la muerte física (aunque no sepa ni pueda explicar lo que realmente significa).
Texto del evangelio de Juan (6,51-58)
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