sábado, 31 de marzo de 2018

Domingo 1 de abril de 2018

Domingo de Resurrección


Hace unos días leía un texto del libro de Fray Marcos ("Atrévete" - La verdadera salvación) que me llevó a reflexionar, precisamente, en el significado de la Semana Santa, de la Resurrección. 
Todos los que nos decimos y proclamamos "cristianos" aceptamos como dogma de fe la resurrección de Jesús de Nazaret. Lo rezamos en el credo y lo damos por seguro y descontado.
Pero qué es y qué significa para mí la resurrección?
Los evangelios nos dicen que aquellos seguidores (hombres y mujeres) que compartieron caminos y comidas con Jesús de Nazaret "no entendían" bien todo lo que les decía. Tampoco todo lo que hacía... Y cuando llegó la gran prueba del arresto, detención, condena y muerte violenta y vergonzosa en la cruz, todos huyeron. Mucho miedo en aquellos días y en los siguientes...
Les faltaba la "experiencia" pascual. A aquellas personas les costaba asimilar el camino del Maestro. Entendieron que era un "hombre de Dios", sentían que Dios estaba con él. Cuando le escuchaban era como si el corazón les ardiera. Pero... (así comentaban los que iban camino de Emaús). Sí, ese pero...
Me temo que a muchos de nosotros nos pasa eso mismo... Una cosa es rezar el credo y otra muy distinta es eso de "experimentar la Pascua".

Como otras muchas veces, voy a echar mano del comentario de Fray Marcos: "Cuando el grano de trigo cae en tierra, “muriendo”, desarrolla una nueva vida que ya estaba en él en germen. Cuando ya ha crecido el nuevo tallo, no tiene sentido preguntarse qué pasó con el grano. La Vida, que los discípulos descubrieron en Jesús después de su muerte, ya estaba en él antes de morir, pero estaba velada. Solo cuando desapareció como viviente biológico, se vieron obligados a profundizar. Al descubrir que ellos poseían esa Vida comprendieron que era la misma que Jesús tenía antes y después de su muerte..."
Sigo con la cita. Vale la pena leerla.
"Teniendo esto en cuenta, podemos intentar comprender el término resurrección, que empleamos para designar lo que pasó en Jesús después de su muerte. En realidad, no pasó nada. Con relación a su Vida Espiritual, Divina, Definitiva, que no está sujeta al tiempo ni al espacio, por lo tanto no puede “pasar” nada; simplemente continúa. Con relación a su vida biológica, como toda vida, era contingente, limitada, finita, y no tenía más remedio que terminar. Como acabamos de decir del grano de trigo, no tiene ningún sentido preguntarnos qué pasó con su cuerpo. Un cadáver no tiene nada que ver con la vida..."
"Pablo dice: Si Cristo no ha resucitado, nuestra fe es vana. Yo diría: Si nosotros no resucitamos, nuestra fe es vana, es decir vacía. Aquí debemos buscar el meollo de la resurrección. La Vida de Dios, manifestada en Jesús, tenemos que hacerla nuestra, aquí y ahora. Si nacemos de nuevo, si nacemos del Espíritu, esa vida es definitiva. No tenemos que temer la muerte biológica, porque no la puede afectar para nada... "

Y un toque de actualidad que nos ofrece José Antonio Pagola:
"Creer en el Resucitado es resistirnos a aceptar que nuestra vida es solo un pequeño paréntesis entre dos inmensos vacíos. Apoyándonos en Jesús resucitado por Dios intuimos, deseamos y creemos que Dios está conduciendo hacia su verdadera plenitud el anhelo de vida, de justicia y de paz que se encierra en el corazón de la humanidad y en la creación entera..."

Texto del evangelio de Juan (20, 1-9)

domingo, 25 de marzo de 2018

Los sentimientos

Domingo 25 de marzo de 2018

Este domingo se celebra el domingo de Ramos. Es el comienzo de un sinfín de procesiones, de ceremonias, con todo el colorido que puede dar la religiosidad, las manifestaciones populares y el cauce para expresar un montón de sentimientos.
Resultado de imagen de domingo de ramosAl comenzar, pues, la Semana Santa me viene a la mente toda una serie de reflexiones que me ayudan a ahondar en el sentido que puede tener todo ese tipo de manifestaciones.
Hace unos días leía el comentario que hacía una escritora: Que, muy frecuentemente, la religión y los que la predican apelan a los "sentimientos"; pero no mueven un dedo para hacer cambiar la realidad de la vida.
Ahora, al contemplar las múltiples celebraciones (procesiones, hermandades, imágenes, adornos y ceremonias) veo aflorar sentimientos de pena, de compasión, de tristeza... Todo ello acompañado del discurso religioso de los sufrimientos padecidos por Jesús de Nazaret "por nosotros, por nuestros pecados"... Que murió "por nosotros"... siendo inocente. 
Y todo el dolor, la tristeza, las penas, los sufrimientos, la miseria, el hambre, la injusticia que vemos y vivimos las volcamos en el crucificado y así nos sentimos aliviados y "salvados".

Y pienso en el mensaje de Jesús de Nazaret, en su proyecto, en su vida y todo lo que quiso transmitirnos y me siento perplejo.
La buena Noticia del Reino de Dios es para que nosotros cambiemos y empecemos a vivir de otra manera. Y ahí entra todo el esfuerzo por vivir en hermandad, por hacer de los hermanos (hombres y mujeres) el centro de nuestros valores. Una humanidad en la que los más débiles sean nuestra preocupación...

Jesús de Nazaret fue acusado, juzgado, condenado y asesinado por las autoridades religiosas. Para esas personas lo más importante era la Ley y el Templo. Y si Jesús decía que lo que importaba era la persona, especialmente los marginados (leprosos, enfermos...) entonces era un blasfemo...
Ahora bien, si nosotros celebramos "la muerte del Señor", como decían las primeras comunidades de seguidores, es para afirmar y afianzarnos en el camino del Maestro. Y estar dispuestos a cambiar nuestra sociedad y nuestro mundo para hacer una humanidad más justa y solidaria.
Y así empezamos a vivir el Reino de Dios.
Y nuestras procesiones deberían ser verdaderas manifestaciones reclamando el fin de las guerras, de la brutalidad, de la marginación a los emigrantes, de la precariedad en el mundo del trabajo, de las familias desahuciadas, de la corrupción que oprime y explota a los débiles... 
Porque creemos en ese proyecto del Reino de Dios. Y por eso tenemos que estar dispuestos a que nos traten de "ilusos", incluso de poco religiosos o descreídos...

José Antonio Pagola  comenta hoy: "En ese rostro desfigurado del Crucificado se nos revela un Dios sorprendente, que rompe nuestras imágenes convencionales de Dios y pone en cuestión toda práctica religiosa que pretenda darle culto olvidando el drama de un mundo donde se sigue crucificando a los más débiles e indefensos...

Si Dios ha muerto identificado con las víctimas, su crucifixión se convierte en un desafío inquietante para los seguidores de Jesús. No podemos separar a Dios del sufrimiento de los inocentes. No podemos adorar al Crucificado y vivir de espaldas al sufrimiento de tantos seres humanos destruidos por el hambre, las guerras o la miseria... "

No sé si todo esto que pienso será muy ortodoxo; pero creo que la iglesia (como institución) no favorece el seguimiento del evangelio, de la buena noticia de Jesús de Nazaret. Y muchos de nosotros nos hemos dejado llevar de ese cúmulo de sentimientos y hemos volcado sobre el crucificado todo lo que no somos capaces de emprender para conseguir un mundo más humano y compasivo.
Texto del evangelio de Marcos (15,1-39)

domingo, 18 de marzo de 2018

Si el grano de trigo no muere

Domingo 18 de marzo de 2018

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El texto de Juan que hemos escuchado contiene esta frase que ya conocemos: "Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto..."
Estaba reflexionado sobre eso.

Creo que, muchas veces, al oírlo hemos pensado en Jesús y su muerte, en que al morir en la cruz nos salvó (dio mucho fruto); pero no solemos pensar en nosotros mismos.

Fray Marcos lo comenta así: "Si el grano de trigo no muere, permanece él solo... Dar Vida es la misión de Jesús. La Vida se comunica aceptando la muerte. La Vida es fruto del amor. El egoísmo es la cáscara que impide germinar esa vida. Amar es romper la cáscara y darse. La muerte del falso yo es la condición para que la Vida se libere. La incorporación de todos a la Vida es la tarea de Jesús y será posible gracias a su entrega hasta la muerte. El fruto no dependerá de la comunicación de un mensaje sino de la manifestación del amor total. El amor es el verdadero mensaje. El fruto-amor solo puede darse en la nueva comunidad..."

Un texto denso con el que tenemos para reflexionar mucho pensando en nosotros mismos.

El proyecto de Jesús de Nazaret es un proyecto de vida ("para que tengan vida y la tengan en abundancia..."). Y no habla de tener "más cosas", acumular más bienes, disponer de más dinero y poder. La vida la mide por la fraternidad, por la humanidad que tengamos, la compasión, la entrega y solidaridad. O sea todo lo que es fruto del amor. Un amor que se "parte" y "se reparte" como hacemos en la eucaristía (recordando la muerte del Señor...)
Las primeras comunidades de seguidores así lo entendieron. Y ése es el reto que nos propone la buena noticia del evangelio.

En más de una ocasión nos sentimos cansados, nos quejamos, criticamos el poco avance que experimentamos en nuestra sociedad, en nuestro mundo (también en nuestra iglesia). Me pregunto ahora si no es tiempo de cambiar también eso:"Si el grano de trigo no muere..." Vivir con una actitud de grano de trigo que muere, de levadura que se pierde en la masa... conscientes de que sólo así daremos fruto. Sí, aunque no lleguemos a verlo.

Me gusta el comentario de Fray Marcos:"El amor tiene que superar el apego a la vida biológica y psicológica. En contra de lo que parece, entregar la vida no es desperdiciarla, sino llevarla a plenitud. No se trata de entregarla de una vez muriendo, sino de entregarla poco a poco en cada instante, sin miedo a que se termine..."

Y llego a esa conclusión: Vivir entregando la vida poco a poco. Poner en cada instante la ternura y la compasión que me sugiere Jesús de Nazaret. "Si el grano de trigo no muere..." Un estilo y manera de vivir que tiene que llevarme hasta aquellas personas que no piensan como yo, que acomodan su vida a unos valores distintos, que nos dicen que todo eso es una utopía y que no vale la pena...
¿Acaso Jesús de Nazaret no pasó por eso mismo?
Texto del evangelio de Juan (12,20-33)

domingo, 11 de marzo de 2018

La salvación

Domingo 11 de marzo de 2018

La salvación es una palabra importante, con mucha profundidad sea el que sea el sentido que queramos darle. Salvarse en la vida: de catástrofes, de accidentes, de desgracias, de enfermedades, de juicios y condenas, de estafas y engaños, de robos y atropellos...
Resultado de imagen de para que el mundo se salveSalvarse en la muerte: Eso ya es más confuso. Si somos religiosos, pensamos en el premio que me darán si he sido buena persona, en alcanzar una vida de felicidad y descanso, en conseguir todo aquello que nos gustaría haber tenido en esta vida (incluida la visión de todo aquello que no podemos siquiera imaginar). Y si no somos religiosos, el final de una vida que, en más de una persona, ha sido un cúmulo de trabajos, sufrimientos y penalidades.
En la iglesia la oímos mucho. La salvación de Dios. Jesucristo, nuestro salvador. Jesús que murió en la cruz para salvarnos. Tantas obras que tenemos que hacer si queremos salvarnos...
¿Es de eso que habla el evangelio, la buena noticia de Jesús de Nazaret? Qué sentido tiene en su mensaje, en su anuncio del reino de Dios, eso de salvarse? Y, ante todo, realmente quiero salvarme? O me basta con aceptar que "Jesús me salva", que él ya murió para salvarnos a todos y es suficiente con que yo me lo crea y le dé las gracias...
Creo entender que el mensaje de la buena noticia del reino de Dios, el proyecto de Jesús de Nazaret, es para ahora, para esta vida, para nuestra sociedad y nuestro mundo. No es una salvación para "después de la muerte". La hemos entendido y pensado tan espiritual que parece que lo que importa es acertar con la "buena salida" de esta vida (aquello de "recibir los santos sacramentos" antes de morir). Y las cosas de esta vida sólo son lo que nos pasa en "este valle de lágrimas" mientras esperamos la salvación de Dios.
Fray Marcos hace este comentario: "La salvación no me viene de fuera. La salvación surge de lo hondo de mi ser. Desde ahí, Dios presencia y posibilita mi plenitud. Hay que tener muy claro que me salva totalmente Dios y me salvo totalmente yo. La acción de Dios y la del hombre, ni se suman, ni se restan, ni se interfieren, porque son de naturaleza distinta. "Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti" (Agustín). Todo lo que depende de Dios ya está hecho. Mi salvación depende solo de mí..."
Cuando Jesús de Nazaret comienza a proclamar la buena noticia del reino de Dios, insiste en "cambiar", en darse la vuelta, convertirse, en comenzar a vivir de otra manera... José Antonio Pagola dice: "Probablemente, a la hora de querer transformar nuestra vida orientando nuestros pasos por caminos más nobles, lo más decisivo no es el esfuerzo por cambiar. Lo primero es abrir los ojos. Preguntarme qué ando buscando en la vida. Ser más consciente de los intereses que mueven mi existencia. Descubrir el motivo último de mi vivir diario..."
Tal vez, si me pregunto por los motivos de mi vivir diario, me encuentre con que los objetivos de mi vida se reducen a la salud, la comodidad, el comer y el dormir...
"La conciencia que tenemos -añade Fray Marcos de que Dios puede no salvarme, es prueba de que esperamos una salvación equivocada. Queremos que Dios nos libere del sufrimiento, la enfermedad, la muerte… Todo eso forma parte de nuestra condición de criaturas y es inherente a nuestro ser..."
Al salir de la iglesia me he quedado con las palabras con las que ha empezado la celebración: "Alrededor de tu mesa venimos a recordar que tu palabra es camino y tu cuerpo fraternidad..." Sí, entender y aceptar la buena noticia de Jesús es "hacer camino", vivir a su estilo... Y lo que celebramos (la muerte del Señor, dice Pablo) es "la fraternidad" a la que nos sentimos llamados. 
Y con esos pensamientos me vuelvo a mi vivir diario, en el que empieza también mi "salvación".
Texto del evangelio de Juan (3,14-21) 

domingo, 4 de marzo de 2018

Lo sagrado




Domingo 4 de marzo de 2018

Resultado de imagen de no convirtais la casa de mi padre en un mercado
En este domingo, tercero de Cuaresma hemos escuchado un texto del evangelio de Juan (la expulsión de los mercaderes del Templo de Jerusalén). Un texto que todos conocemos y que, más o menos, nos han explicado de la misma manera: Jesús que purifica el Templo porque no quiere que "conviertan en mercado la casa de mi Padre"...
Hoy, leyendo y reflexionando lo que nos explican los analistas y estudiosos, me parece que tanto la actitud como la intención de Jesús de Nazaret es algo muy diferente. 
Las enseñanzas, las recomendaciones, la doctrina misma de la iglesia nos ha hecho asumir el concepto de los "sagrado" como algo que la iglesia declara y señala. Un concepto, además, que se aplica a ciertas personas, a ciertos lugares, a ciertos signos y ritos.
Iglesias, templos, ermitas, santuarios, oratorios, sacerdotes, religiosos y religiosas... Y si queremos contactar con lo sagrado (con Dios), tenemos que acercarnos a esos lugares o a esas personas.
O sea que la Iglesia ha recuperado el estilo y manera de la religión del Antiguo Testamento. El Templo, las ofrendas, el lugar y personas sagradas (los sacerdotes, el Sumo Sacerdote) y la insistencia en los rezos, celebraciones y ritos "sagrados".
¿Hemos olvidado la buena noticia de Jesús? ¿La conversión, el cambio de vida, la hemos reducido a la "confesión de pecados" y a "recibir la absolución" del sacerdote? ¿Y toda la insistencia del Maestro en el "amor al prójimo" (el buen samaritano, acoger a los pequeños, dar de comer, de beber, vestir, visitar a los presos...)? "El sábado es para el hombre y no el hombre para el sábado"...
No querrá decir con todo eso que lo sagrado, de verdad, es la persona humana (hombres y mujeres), que Dios no está encerrado en ningún lugar sagrado, que Dios (al igual que el reino de Dios) está dentro de nosotros...

Fray Marcos hace este comentario: "Si dejásemos de creer en un Dios ‘que está en el cielo’, no le iríamos a buscar en la iglesia (edificio), donde nos encontramos tan a gusto. Si de verdad creyésemos en un Dios que está presente en todas y cada una de sus criaturas, trataríamos a todas con el mismo cuidado y cariño que si fuera él mismo. Nos seguimos refugiando en lo sagrado, porque seguimos pensando que hay realidades que no son sagradas. Una vez más el evangelio está sin estrenar..."

Me gusta reunirme con las personas que quieren e intentan seguir tras la huella de Jesús de Nazaret. Y la eucaristía es o debería ser un momento privilegiado para recordar al maestro, coger fuerzas y ánimo para seguir adelante, renovar nuestro compromiso y darnos la paz. Porque lo importante y sagrado es el encuentro y reunión de la comunidad cristiana, es decir, las personas que la forman. Reviviendo al Maestro aprendemos a ver y mirar a los demás como algo sagrado, como Dios mismo encarnado.
Texto del evangelio de Juan (2,13-25)

Se acerca vuestra liberación

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