Domingo 13 de agosto de 2017
Me llama la atención la palabra de Jesús: "Ánimo, soy yo, no tengáis miedo"...
Nuevamente escuchamos su palabra de ánimo. El domingo pasado lo escuchábamos en la visión de la transfiguración: No temáis!
Desde luego que no me sirve el comentario más socorrido que hemos escuchado en la celebración: Jesús tiene todo el poder, es el Señor y todo está sometido a él. O hacerse eco de la "multiplicación de los panes y los peces"...Creo que no es ése el mensaje, lo que Jesús de Nazaret quiere hacernos entender.
Ser seguidor suyo implica un compromiso en nuestra vida, intentar vivir a su manera y estilo. Adoptar una escala de valores que se acerquen a la buena noticia que él nos anuncia: la compasión, la solidaridad, ser "prójimo" de los sufren, de los que han caído en manos de los bandidos (y cuántos hoy en día han caído en sus manos)... Todo eso por encima de los rezos y devociones.
Y eso no es nada fácil.
Atribuir al demonio o al mundo las tentaciones que nos arrastran a una vida más cómoda y despreocupada, es demasiado sencillo. Lo digo porque la tentación la llevamos dentro de nosotros. El afán de enriquecerse, de llegar al poder, de ser famoso, de ser más que los otros... Todo eso nos lo proponen los medios de comunicación y nosotros mismos nos justificamos diciendo "por qué no?"
Deseando ser seguidores de Jesús de Nazaret, sentimos que no podemos, que el "viento" es demasiado fuerte, que nos hundimos en el mar, que parece que vamos contra corriente, que... "No tengáis miedo".
Mi oración va a ser la misma que Pedro cuando ve que se hunde en el agua...: Sálvame! Para no tener miedo de mis propias debilidades. Para no sentirme incómodo de ir contra corriente y contra toda la propaganda que se nos hace. Para seguir confiando en el Maestro.
Texto del evangelio de Mateo 14,22-33
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