domingo, 31 de agosto de 2014

¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, sí arruina su vida?

Domingo 31 de Agosto de 2014

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Hace mucho tiempo esas palabras del título (y que escuchábamos en la eucaristía de hoy) conmovieron y decidieron la vida de Francisco de Xabier. Supongo que muchas otras personas han experimentado algo parecido y optaron por un estilo de vida diferente, opuesto a la moda y al estilo que proclaman los medios de comunicación, la moda...
¿De qué me sirve ganar el mundo entero, si arruino mi vida?
José Ant. Pagola recoge la pregunta en un planteamiento de dos caminos: "...El primer camino consiste en aferrarse a la vida viviendo exclusivamente para uno mismo: hacer del propio “yo” la razón última y el objetivo supremo de la existencia. Este modo de vivir, buscando siempre la propia ganancia o ventaja, conduce al ser humano a la perdición.
El segundo camino consiste en saber perder, viviendo como Jesús, abiertos al objetivo último del proyecto humanizador del Padre: saber renunciar a la propia seguridad o ganancia, buscando no solo el propio bien sino también el bien de los demás. Este modo generoso de vivir conduce al ser humano a su salvación.
Jesús está hablando desde su fe en un Dios Salvador, pero sus palabras son una grave advertencia para todos. ¿Qué futuro le espera a una Humanidad dividida y fragmentada, donde los poderes económicos buscan su propio beneficio; los países, su propio bienestar; los individuos, su propio interés?..."

Como dice Jesús, cuando pongo todo mi empeño y mi afán en mi vida (en mi comodidad, en mis gustos, en mis posesiones, en mis cosas...), entonces la pierdo. Me convierto en una isla en la que sólo existo Yo y nada más que yo con una soledad que da miedo y una tristeza que lo invade todo. En cambio, cuando comparto mi vida, cuando la doy, cuando mi vida es sólo una prolongación de la felicidad de los demás... Entonces siento una plenitud dentro de mí que no sé explicar. Creo que es lo que Jesús quería decir: "el que pierda su vida por mí, la encontrará". Eso es encontrarse con Dios.
Y me gusta sentir el eco de las palabras de Jesús: "De qué me sirve ganar el mundo entero, si arruino mi vida?"
Lectura del santo evangelio según san Mateo 16, 21-27

domingo, 17 de agosto de 2014

Grande es tu fe

Domingo 17 de Agosto de 2014

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El texto de Mateo que nos han leído hoy en la eucaristía es el de la mujer cananea. La mujer que le pide a Jesús que le ayude con su hija que tiene un demonio malo... A la respuesta de Jesús sobre lo de dar el pan a los hijos, no a los perros, le dice aquello de que "también los perros comen las migajas que caen de la mesa..." Y de ahí la exclamación: ¡Qué grande es tu fe!"

Me digo a mí mismo que nosotros (los cristianos, los católicos) nos creemos como con más derechos, como los "hijos" que comen el pan, como los elegidos y pueblo de Dios... Pero, ¿realmente es así?
Estos días me impresionaba la lectura de un comentario de José Mª Castillo: "Cuando llegue el momento supremo, la hora de la verdad definitiva, lo único que va a quedar en pie, lo que únicamente se va a tener en cuenta como criterio de salvación o perdición, no va a ser ni la piedad, ni la religiosidad, ni la espiritualidad, ni la fe, ni siquiera lo que cada cual ha hecho o ha dejado de hacer con Dios, sino que solamente se va a tener en cuenta una cosa, a saber: lo que cada cual ha hecho o ha dejado de hacer con los seres humanos..."
Y la mujer cananea es todo un ejemplo.
¡Qué grand es tu fe!
Fe en la manera de actuar de tanta gente sencilla, humilde, quizás hasta marginada y despreciada; pero que adoptan en su vida un estilo acogedor, amable, tierno y totalmente humano... Nada que ver con la religión, con la iglesia, con los ritos y ceremonias, con las novenas y rosarios, con lo más santo y religioso que nos rodea. Unos gestos y unos modos que desbordan humanidad y ternura, acogida y corazón.
¡Qué grande es tu fe!
Yo soy más bien como los discípulos "hombres de poca fe"... que puedo llegar a creerme muy discípulo del Maestro Jesús de Nazaret; pero que no ha adquirido el estilo sencillo y acogedor, las maneras solidarias y totalmente humanas.
Señor, auméntame la fe!
Lectura del santo evangelio según san Mateo 15, 21-28

domingo, 10 de agosto de 2014

No tengáis miedo

Domingo 10 de Agosto de 2014

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No tengo ni idea de cómo interpretaba aquella primera comunidad de seguidores de Jesús el texto escrito en Mateo (14, 22.33) en el que remando en la barca ven a Jesús acercarse como si fuera un fantasma y gritaban de miedo...
"Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!"
Unirse al grupo de seguidores de Jesús de Nazaret no es fácil. Tenemos momentos en los que nos sentimos entusiasmados, llenos de esperanza y alegría. Es como ver el mundo de color de rosa: un mundo solidario, justo, construido con un estilo en el que la compasión y la ternura son el elemento central. Luego la realidad que nos rodea hace que el corazón se nos encoja y... nos entra miedo. Sí, miedo! Y nuestro Maestro, Jesús de Nazaret, se parece más a un fantasma, alguien tan alejado de nuestra sociedad como un extraterrestre.
Basta que miremos las noticias que nos ofrece la televisión (en sus muchos canales), los medios de comunicación, la publicidad y el consumo... Podemos cambiar de canal, de periódico, de cultura y de lengua, de país, de continente... El mundo, la sociedad (los nuestros)no siguen la pauta de la "buena noticia" de Jesús de Nazaret.
También yo puedo gritar de miedo, de dudas, de incompresión... Es que no estoy apostando por un partido político. No estoy escogiendo un camino o una manera que (más o menos) me pueda llevar a una meta o a un objetivo normal. No! Es que el camino, el estilo, la propuesta que nos hace el Maestro Jesús de Nazaret es algo que no cuadra con nada o con casi nada de lo que nos sugiere y propone esta sociedad nuestra.
Se puede decir que cada día debo reiniciar: "Convertíos! Daos la vuelta... El reino de Dios ha llegado..." Y debo cambiar mi manera de mirar, mi manera de valorar, mi manera de acoger, mi manera de hacer y de decir...
"...Ánimo! soy yo, no tengáis miedo". Me voy a quedar rumiando estas palabras...


Texto del evangelio de Mateo 14, 22-33

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