viernes, 31 de mayo de 2013

SEGUIR A JESUS, LA NORMA DE TODO CRISTIANO

BENJAMÍN FORCANO, teólogo, bforcanoc@gmail.com
No es necesario hacer muchas presentaciones de Benjamín Forcano.
Mejor, leer su comentario. Seguro que nos ayudará mucho. Enhorabuena, Benjamín!
MADRID.
ECLESALIA, 27/05/13.- La lectura directa del Evangelio es interpelante y cuestiona muchas de nuestras formas de entender la vida cristiana. Nuestro tiempo es un tiempo de grandes transformaciones y, en el aspecto religioso, se las quiere también asegurar mediante un retorno radical a Jesús. Ha habido de por medio muchas cosas que nos lo han alejado, oscurecido e incluso secuestrado.
Los evangelistas no pueden ser más claros: hablan de quienes quieran seguir a Jesús y explican qué deben hacer para ello.
Primero, que nadie pretenda asociarse a la ligera sin saber a qué se compromete. El proyecto de Jesús no coincide con otros de la sociedad. Se trata de un proyecto que incluye principios, valores y compromisos bien concretos.
Segundo, abrazar su proyecto equivale a colocar en el centro de la vida los valores por los que Él ha luchado y vivido y que, inevitablemente, entrarán en conflicto con los valores de otros proyectos, que supondrán afrontar la incomprensión, la malquerencia, la calumnia, la persecución e incluso la muerte. A Él, esto le supuso la desaprobación y rechazo de los poderes establecidos de su tiempo, civiles y religiosos, de la Sinagoga y del Imperio. Su talante y doctrina ponían en peligro los privilegios y el dominio que esos poderes ejercían sobre el pueblo. Ante ellos, Jesús no fue neutral, hizo públicas sus denuncias, sin miedo, avergonzándoles y reclamándoles un cambio radical. Pero, el poder es impenitente, y se encontró con que su suerte estaba echada: decidieron e eliminarle.
Tercero, Jesús sabe que a sus seguidores les va tocar actuar en circunstancias parecidas, y se lo deja dicho: “Quien no lleve su cruz detrás de mí, no puede ser discípulo mío”.
¡Cuántas veces hemos malinterpretado estas palabras! Llevar la cruz de Jesús no sobreviene porque Dios exija que le agrademos espiando nuestros pecados con cilicios, maceraciones y sacrificios; ni porque con eso aplaquemos su ira y acumulemos méritos; ni castiguemos y tengamos a raya nuestras pasiones. El Dios de Jesús no es un Dios que habría pedido la inmolación de su Hijo para reparar nuestros pecados y que se recrea con nuestro dolor y sufrimiento. Ese Dios es un Dios sádico, contrapuesto al Dios Amor que nos revela Jesús.
La cruz de sus seguidores no son cruces materiales, que tienen que buscar y con ellas soportar e imitar su dolor. Dios no quiere el dolor por el dolor ni el sufrimiento por el sufrimiento. Jamás. Se trata de otra cosa: la cruz, de Él y nuestras, vienen por seguirle, por adoptar su estilo de vida, por luchar y vivir por lo que Él luchó y vivió. No hay que buscarlas, vendrán como una consecuencia impuesta por otros, “a causa de su hipocresía, que les lleva a honrar a Dios con los labios y tener su corazón lejos de Él” (Mr 7, 6), a “mostrar una virtud aparente y albergar dentro maldades que manchan al hombre (Mc 7,22-23). “Dichosos vosotros, cuando os odien los hombres, y os expulsen y os insulten y propalen mala fama de vosotros por causa de este Hombre. Alegraos ese día” (Lc 6, 22-23).
Cuarto, el seguimiento de Jesús, con la consecuencia inevitable de tener que asumir la cruz que los fariseos, la gente hipócrita y mentirosa, nos impongan, no tiene sentido sino es porque anunciamos y practicamos un proyecto de convivencia distintos, unos valores que ellos repudian. Valores que están a la vista en las páginas de su Evangelio: Tratad a los demás como queréis que ellos os traten, tened en dicha a los pobres y no los ricos, amad no sólo a los que os quieren sino a vuestros enemigos, no juzguéis ni condenéis, antes de sacar la mota del ojo ajeno sacad la viga del propio, el más pequeño entre vosotros ese es el más grande, amad a Dios con todo el corazón y al prójimo como a uno mismo, atended a cualquier prójimo necesitado con misericordia, dichoso quien escucha el mensaje de Dios y lo cumple, tened limpio todo no sólo lo de fuera, no paséis por alto lo más insignificante y os olvidéis de la justicia y del amor, rehuid el honor y las reverencias, no abruméis a los demás con cargas que vosotros no rozáis ni con un dedo,…
Dicho de otra manera:
- Todos vosotros sois hermanos y, si hermanos, iguales; y, si iguales, merecedores del mismo trato y amor.
- El que aspire a ser el mayor, que sea servidor de todos. Que nadie se tenga en más que nadie; La soberanía de quien me sigue está en servir, no en mandar.
-Los últimos son los primeros. Debéis tener como predilectos a los últimos, a los que no cuentan en la política y en la sociedad. Ellos son los preferidos de Dios y, para Él, serán los primeros.
- Hacer un bien a los más pequeños, es como hacerlo a mí mismo. Los pobres son mis vicarios: los que me representan y hacen mis veces. Y la sentencia última de la vida se hará en base a cómo os habéis portado con mis hermanos los más pequeños. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).


 
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sábado, 18 de mayo de 2013

Recibid el Espíritu


19 de mayo 2013 - Pentecostés
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.»
En esta celebración de Pentecostés me llaman la atención estas palabras que Juan pone en boca de Jesús: "...así os envío yo". Es recibir de Jesús el testigo. Lo que él vivió como una urgencia: comunicar la llegada del reino de Dios, que podemos y debemos cambiar para que se haga realidad en mí y en todos nosotros el mundo nuevo a la medida de Dios, nuestro padre.
Ahora está en mis manos y lo más importante en mi vida es eso: el reino de Dios. Es como decir que pienso, organizo y programo mi vida en función de esa gran aspiración.
Hay muchas personas que llevan dentro toda una programación deportiva, económica, financiera, política o simplemente de hacer más y más cosas...
Así os envío yo... como el padre me ha enviado. Jesús vivió esa misión como algo vital. El tesoro encontrado, la perla preciosa, la gran fiesta, la alegría que llenaba su corazón... También era su escala de valores.

La otra palabra que me hace reflexionar hoy es ésta: "Recibid el espíritu santo; a quienes perdonéis... serán perdonados..."
Ante todo, como comenta José Antonio Pagola, "el espíritu santo de Dios no es propiedad de la iglesia. No pertenece en exclusiva a las religiones..."
Hoy nos toca a todos invocar y llamar a nuestro padre para que nos mande ese espíritu (ese aliento) suyo para su reino llegue a nosotros, a nuestra sociedad, a nuestro mundo.
"Nos hemos acostumbrado a vivir en un mundo ensangrentado por las guerras. Despierta en nosotros el respeto a todo ser humano. Haznos constructores de paz".
"Atrapados por un sistema que nos impide caminar juntos hacia un mundo más humano. Los poderosos son cada vez más ricos, los débiles cada vez más pobres... Haznos responsables y solidarios"...
"Una minoría disfrutamos de un bienestar que nos está deshumanizando cada vez más. Una inmensa mayoría muere de hambre, miseria y desnutrición. Entre nosotros crece la desigualdad y la exclusión social... Enséñanos a defender siempre a los últimos..."
Hoy pido a Dios, nuestro padre, que nos mande su espíritu, su aliento, para que sepamos llevar el testigo y hacer realidad el mundo nuevo que deseas para nosotros.
Que sepa perdonar tanto pecado... para que se borre tanto dolor, tanta miseria, tanta injusticia, tanto miedo y tanto temor. Que su aliento y su manera de vivir no permita que me atrape el mal de nuestro sistema. Amén.

(Lectura del santo evangelio según san Juan (20,19-23)

sábado, 11 de mayo de 2013

Testigos


12 de mayo 2013 - Ascensión del Señor
"...y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos..."

En el comentario de este domingo he escuchado comentarios sobre la predicación y la evangelización. También sobre la comunicación y sus medios con ese toque moderno de los medios modernos, de las redes sociales, de los teléfonos e internet...
Sentí que se me quedaba corto, que el texto que se leía iba mucho más allá de todo eso.

"Se predicará la conversión y el perdón..."
Para mí ése es el punto: La conversión. Lo que Jesús comenzó diciendo de que había de cambiar, darse la vuelta, vivir de otra manera... Y ahí entra la solidaridad, la fraternidad, el respeto  y atención a los más débiles, la ternura y la compasión.
Y el perdón. ¿Cómo voy a explicar que Dios es mi padre, que nos perdona, que nos ama, si yo mismo soy incapaz de perdonar, de acoger, de apoyar y socorrer?
Porque en la medida en que mi vida se transforma y se va pareciendo a esa manera nueva de Jesús, nuestro Maestro, en esa misma medida me convierto en "testigo".

José Antonio Pagola lo expresa de esta manera: "Jesús solo piensa en que llegue a todos los pueblos el anuncio del perdón y la misericordia de Dios... Nadie ha de sentirse perdido. Nadie ha de vivir sin esperanza. Todos han de saber que Dios comprende y ama a sus hijos e hijas sin fin. 
Según el relato de Lucas, Jesús no piensa en sacerdotes ni obispos. Tampoco en doctores o teólogos. Quiere dejar en la tierra “testigos”. Esto es lo primero:“vosotros sois testigos de estas cosas”. Serán los testigos de Jesús los que comunicarán su experiencia de un Dios bueno y contagiarán su estilo de vida trabajando por un mundo más humano."

Seremos testigos con nuestra manera de vivir nuestra realidad. Y esa realidad está llena de relaciones sociales, laborales, económicas y políticas. Y no se puede decir que se puede hacer de muchas maneras, que hay muchos estilos... Creo que no. O cambiamos y comenzamos a vivir a la manera de Jesús o nos creamos un falso camino que nos tranquilice la conciencia. Ahí suele estar nuestro problema. Entonces nos contentamos con proclamar que somos cristianos, que anunciamos el evangelio, que lo leemos, que lo conocemos, que cumplimos con los mandamientos y normas...
Y es que o cambiamos de verdad y experimentamos el perdón o por el contrario caminaremos al margen de la propuesta de Jesús.
(Conclusión del santo evangelio según san Lucas (24,46-53)

sábado, 4 de mayo de 2013

Guardar la palabra


5 de mayo 2013 - 6º domingo Pascua
"El que me ama guardará mi palabra"
Después de tanto tiempo diría que la palabra de Jesús se nos ha convertido en una rutina, en algo tan conocido que apenas nos llama la atención...
Ahí están las parábolas, las explicaciones, los comentarios: su palabra. ¿Qué hago con ella? ¿La guardo? ¿Le presto atención? ¿Me importa? ¿Afecta a mi vida?...
"Después de veinte siglos, ¿qué hemos hecho del Evangelio de Jesús?... Después de veinte siglos, ¿qué espíritu reina entre los cristianos? ¿Nos dejamos guiar por el Espíritu de Jesús?... ¿Vivimos atentos a los que sufren? ¿Hacia dónde nos impulsa hoy su aliento renovador?", así comenta José Antonio Pagola el texto de hoy.

Entiendo que lo que importa es que yo haga mía esa palabra, la convierta en carne de mi carne, si quiero ser seguidor del Maestro.
Y cuando decimos "su palabra" es para referirnos a su modo de vivir, a las indicaciones que nos ha dado, a la manera de entender la realidad que nos rodea: "Buscad, ante todo, el reino de Dios..."; "Nadie puede servir a dos señores: a Dios y al dinero..."; "Dios es nuestro padre..."; "Entre vosotros el que quiera ser el primero que sea vuestro servidor..."; "Lo que hacéis a uno de los más pequeños, a mí me lo hacéis..."; "El hombre, la persona, es más importante que todos los mandatos y normas..."; "Un mandamiento os doy: que os améis..."
Toda una manera de plantear mi vida. Ése tiene que ser mi esfuerzo y mi dedicación. Y ésa será la señal de que intento guardar su palabra.
(Texto del  evangelio de Juan - capítulo 14,23-29)

Se acerca vuestra liberación

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