Notas para un Viernes Santo
“La Humanización de Dios”
Por José M. Castillo
(Cap 12 – pag 287 ss)
“Los cristianos piadosos ven en
los crucifijos la representación más
conmovedora de la misericordia de Dios, del amor de Dios, de la bondad y de la
generosidad de Dios hacia los hombres pecadores, perdidos y extraviados…
…Resulta sorprendente que las
personas normales pongan sus ojos en un hombre colgado de una cruz y que eso
les cause devoción y no les provoque terror… Es una imagen de extrema
violencia.
(La cruz era el suplicio
horrendo… la marginación social total…)
…Un crucifijo es la expresión más
brutal de violencia que se ha podido imaginar contra Dios.
Y es que, según la teología de
Pablo, se presenta la muerte de Jesús como el “sacrificio expiatorio” que Dios
necesitó para poder perdonar nuestros pecados… Se está afirmando que Dios
necesita sangre para perdonar…
…Si se toma en serio todo eso que
se dice, nos vemos abocados a tener que defender que el Dios en el que creemos
es un “Dios vampiro”, un Dios que necesita sangre y muerte para amar…
Hay que perfilar mucho para no
caer en la afirmación de que Dios colgó a su propio hijo en una cruz en la que
le clavó… Algo tremendamente violento y sádico…
También es una violencia contra
nosotros los creyentes… A fin de cuentas, siempre se nos ha dicho que los
responsables de esa imagen patética somos nosotros. Cristo murió por nuestros
pecados…
El problema más grave es que
asocia a Dios con la violencia.
…Si Dios es así, actúa así, y nos
ha salvado así, entonces nos encontramos con esta conclusión: si de verdad
queremos salvarnos, tiene que ser a base de sufrir, perder la propia dignidad y
morir… Y por eso la Iglesia se ve obligada a presentar un proyecto a la
humanidad que consiste en pasarlo lo peor posible, puesto que el discurso de
salvación que se le puede (y se le debe) ofrecer a la gente es que el camino de
la salvación es la probación, el aguante, la paciencia, la renuncia a todo
gusto y a todo placer…
La dificultad para entender al
crucificado
¿Por qué Jesús acabó así? ¿por
qué el final de su vida fue tan cruel y violento?
Dos posibles respuestas:
1) Porque
Jesús mismo dio algún motivo para ello
2) Porque
Dios mismo lo decretó así (para redimirnos de nuestros pecados)
Decisión Humana? – Decisión
Divina?
En el primer caso sería grandeza
de la humanidad de Jesús. Y en el segundo una exigencia que imponen a los
humanos la Divinidad…
Según la Teología que la Iglesia
ha venido manejando (la de Pablo) Jesús murió crucificado por nosotros y para
nosotros porque así lo decidió Dios. O sea, un decreto divino.
Si se trató de un proceso humano,
el final es debido a que Jesús buscaba
una humanidad más justa y solidaria… “hacer el bien y sanar a los oprimidos”.
Se trataría de “liberarnos del sufrimiento”.
En cambio, si fue una decisión
divina, se da a entender que lo que le importa a Dios es el pecado que le
ofende a él , mientras que si la decisión fue humana, lo que le importa a Jesús
es el sufrimiento que nos oprime a nosotros los mortales…
La laicidad del crucificado
Hoy en día, estamos ya muy
acostumbrados a ver el crucificado dentro de la emoción de lo sagrado, lo
santo, lo divino…
Sin embargo, la pura verdad, la
más desconcertante verdad es que todos esos sentimientos, siendo tan nobles,
tan grandes y tan sublimes, y por más excelsos que se puedan presentar y
representar, en realidad lo que hacen es ocultar y desfigura al Crucificado.
Un crucificado no tenía nada que
ver ni con la religión, ni con lo sagrado, ni con la piedad, ni con la
devoción. Y menos aún con la estética, con la belleza, con el poder o con
cualquier tipo de sentimiento noble y humano, fuera el que fuera.
Precisamente los sumos sacerdotes
fueron los que tuvieron el mayor empeño en que Jesús terminara su vida asesinado
precisamente en cruz… Porque lo específico de la cruz no era el tormento
físico, sino la exclusión social y, sobre todo, la maldición religiosa que
llevaba consigo cualquier crucificado.
Un crucificado era un maldito.
Un crucificado no podía
representar entonces para nadie ni una imagen de lo religioso, ni una expresión
de lo divino, ni una manifestación de piedad, ni siquiera una creación
artística o estética que alguien pudiera contemplar con respeto o mirarla con
algo de piedad.
Un crucificado evocaba la
humillación suprema de un fracasado.
El mensaje subversivo del
crucificado era tan nuevo como desconcertante.
El sufrimiento, el fracaso y la
muerte son fuente de vida. No porque el sufrimiento, el fracaso y la muerte nos
hagan más religiosos, más divinos, sino todo lo contrario.
Cuando nuestras representaciones
de lo religioso, lo sagrado y lo divino se viven en la dura experiencia de la
renuncia a todo privilegio, a toda dignidad, a todo honor, a todo poder,
incluso al honor sagrado y al poder divino, entonces la religión deja de ser
engaño y empieza a ser fuente de vida y felicidad.
En la cruz “no murió Dios” como
tantas veces se ha dicho, sino que “murió la religión” que encierra a Dios en
el Templo y lo pone en manos de los sacerdotes que se presentan con la
pretensión de ser ellos, y sólo ellos, la voz de Dios y los administradores
sagrados de su poder…
Con la llegada al poder de
Constantino (y de la Iglesia), la cruz dejó de teneer su significado original.
El signo de fracaso y de muerte se había convertido en signo de victoria y
poder.
El Jesús fracasado de la cruz se
vio constituido en un luchador victorioso en todas las batallas. La bondad se
había convertido en violencia.
La cruz profana en la que murió
el ajusticiado Jesús de Nazaret, instrumento de vergüenza y fracaso, se había
erigido en cruz sagrada en la que triunfa y resplandece la victoria y el ornato
de lo que realmente representa el poder y la riqueza de un templo…
¿Cómo entender de esa manera lo
que significa “la locura de Dios” y “la debilidad de Dios”?
(Seguiré con las notas sobre los
motivos de su muerte, su interpretación y su aplicación a nosotros como
seguidores del Maestro).
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