Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y, durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo...
En las explicaciones y enseñanzas que hemos recibido de la iglesia (institución) recibimos este texto de las tentaciones de Jesús como una anécdota en la que se manifiesta la rectitud, la santidad, el poder, la gloria, el hijo predilecto de Dios...
Supongo que los que han enseñado todo eso saben y entiende mucho más y mejor de lo que nosotros podemos hacerlo; pero me hace sentir como que no entendemos bien la manera y estilo de Jesús de Nazaret.
Jesús, nuestro Maestro, hombre como tú y como yo, sintió a lo largo de toda su vida la tentación, la duda, el miedo, la impotencia, la dificultad...
Vivir según la manera nueva del Reino de Dios resulta exigente de verdad y si no estamos atentos fácilmente nos desviamos.
Me gusta citar a José Ant. Pagola que en la lectura del texto de este domingo dice lo siguiente: "Nos desviamos de Jesús cuando nos creemos con derecho a tenerlo (nuestro pan), y olvidamos el drama, los miedos y sufrimientos de quienes carecen de casi todo.
Nos desviamos de Jesús cuando presionamos las conciencias tratando de imponer a la fuerza nuestras creencias. Al reino de Dios le abrimos caminos cuando trabajamos por un mundo más compasivo y solidario.Nos desviamos de Jesús cuando confundimos nuestra propia ostentación con la gloria de Dios."
(Lectura del santo evangelio según san Lucas (4,1-13)
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