13 de enero 2013 - Bautismo del Señor
"-El os bautizará con Espíritu Santo y fuego..."
Me doy cuenta de que, muy a menudo, los textos que leemos en el evangelio nos son tan conocidos que apenas si nos impactan. Bautismo, espíritu santo, bautizarse... Nos acordamos de las ceremonias, de lo que se dice en la iglesia, de las cosas que hemos visto repetidas tantas veces; pero que no representan ningún cambio ni compromiso en nuestra vida.
Durante siglos el pueblo judío había vivido en esa expectativa. Los profetas y otros muchos hombres sabios y religiosos consolaban al pueblo mientras esperaban que las cosas cambiaran, que se terminara la opresión, la miseria y el desprecio que sufría la mayoría.
Juan el Bautista (porque bautizaba) también se puso a anunciar ese cambio que se avecinaba. Gritó a todo el que quiso escucharle que se acercaban nuevos tiempos, que la salvación estaba cerca... Había que cambiar, rectificar, vivir de otra manera... Yo os bautizo con agua, realizo esta acción simbólica con vosotros; pero ya llega el tiempo en el que llegará la salvación. No por la fuerza de un gesto o rito, sino por la fuerza del espíritu de Dios mismo, el aliento de Dios que es como un fuego que quema lo malo y purifica lo bueno que hay en nosotros.
Hoy en día me gustaría escuchar a los dirigen y presiden nuestras comunidades cristianas decirnos algo así: Nos hemos bautizado con agua, hemos realizado gestos que simbolizan el lavado de nuestras vidas; pero, en realidad, nosotros somos como todos vosotros. No somos dignos de desatar la correa de su sandalia. Él es nuestro maestro. El nos cambiará y nos salvará. Tenemos que dejarnos bautizar con el espíritu y aliento de Dios mismo. Sólo si prestamos atención a su palabra, sólo si comenzamos a cambiar y ponemos en nuestra vida la misma meta que él nos mostró, entonces ese aliento de Dios nos limpiará con un fuego ardiente. Y nuestra existencia se llenará de unos valores nuevos y extraños: la compasión y la solidaridad, la ternura y la hermandad, la atención a los más débiles y necesitados, el reconocer a Dios encarnado en las personas más desfavorecidas y marginadas...
Jesús de Nazaret hizo nuestro camino. No sólo nos dijo palabras que nos guiaran. Sus gestos, su manera de actuar y de vivir, la pasión por el reino de Dios, la visión profunda de la realidad hasta descubrir a los más pequeños como los preferidos de Dios, nuestro padre, su acercamiento a los marginados y despreciados de la sociedad... Todo eso tiene que ser nuestra pauta. Entonces sentiremos ese bautismo de espíritu santo, ese fuego que nos purifica y nos limpia.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (3,15-16.21-22):
Durante siglos el pueblo judío había vivido en esa expectativa. Los profetas y otros muchos hombres sabios y religiosos consolaban al pueblo mientras esperaban que las cosas cambiaran, que se terminara la opresión, la miseria y el desprecio que sufría la mayoría.
Juan el Bautista (porque bautizaba) también se puso a anunciar ese cambio que se avecinaba. Gritó a todo el que quiso escucharle que se acercaban nuevos tiempos, que la salvación estaba cerca... Había que cambiar, rectificar, vivir de otra manera... Yo os bautizo con agua, realizo esta acción simbólica con vosotros; pero ya llega el tiempo en el que llegará la salvación. No por la fuerza de un gesto o rito, sino por la fuerza del espíritu de Dios mismo, el aliento de Dios que es como un fuego que quema lo malo y purifica lo bueno que hay en nosotros.
Hoy en día me gustaría escuchar a los dirigen y presiden nuestras comunidades cristianas decirnos algo así: Nos hemos bautizado con agua, hemos realizado gestos que simbolizan el lavado de nuestras vidas; pero, en realidad, nosotros somos como todos vosotros. No somos dignos de desatar la correa de su sandalia. Él es nuestro maestro. El nos cambiará y nos salvará. Tenemos que dejarnos bautizar con el espíritu y aliento de Dios mismo. Sólo si prestamos atención a su palabra, sólo si comenzamos a cambiar y ponemos en nuestra vida la misma meta que él nos mostró, entonces ese aliento de Dios nos limpiará con un fuego ardiente. Y nuestra existencia se llenará de unos valores nuevos y extraños: la compasión y la solidaridad, la ternura y la hermandad, la atención a los más débiles y necesitados, el reconocer a Dios encarnado en las personas más desfavorecidas y marginadas...
Jesús de Nazaret hizo nuestro camino. No sólo nos dijo palabras que nos guiaran. Sus gestos, su manera de actuar y de vivir, la pasión por el reino de Dios, la visión profunda de la realidad hasta descubrir a los más pequeños como los preferidos de Dios, nuestro padre, su acercamiento a los marginados y despreciados de la sociedad... Todo eso tiene que ser nuestra pauta. Entonces sentiremos ese bautismo de espíritu santo, ese fuego que nos purifica y nos limpia.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (3,15-16.21-22):
En aquel tiempo, el pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos: «Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego.»
En un bautismo general, Jesús también se bautizó. Y, mientras oraba, se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre él en forma de paloma, y vino una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto.»
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