2 de septiembre 2012 - 22º domingo ordinario
-"Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres..."
El texto de hoy es todo un toque de atención para todos nosotros.
Tradiciones, costumbres, culturas, religiones, modos de vivir... Echamos mano de todas esas cosas para justificar nuestro modo de hacer.
Y si no seguimos "las costumbres de los mayores" ya se nos señala como "impuros", gente que no sigue la tradición...
Al decir eso estoy pensando en lo más ortodoxo de la religión, en lo que siempre nos parecía lo más puro y santo. Y es que sigo viendo y observando cómo la iglesia oficial, la jerarquía, sus mayores dirigentes y jefes insisten en las "costumbres antiguas", las de nuestros mayores: novenas, adoración nocturna, rezos y plegarias, maneras y modos de comportarse en la iglesia, actuaciones que nos "acercan" a lo santo, a lo divino...
Resuena en mi interior las palabras de Jesús de Nazaret: "Dejáis de lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres..."
El mandamiento de Dios, ¿cuál es?
Entiendo que Jesús lo vive con gran intensidad. Es su buena noticia. Es su manera de hacernos entender lo que Dios, nuestro padre, quiere de todos nosotros: una comunidad de hermanos, una sociedad en la que los oprimidos sean liberados, los hambrientos saciados, los desnudos y abandonados reciban el apoyo y el consuelo...
La ternura y compasión de Dios que mira, ante todo, a esos últimos de nuestra sociedad y nos pide que reaccionemos, que nos convirtamos, que demos la vuelta a nuestra vida.
Eso es lo que da gloria a Dios, lo que santifica su nombre, lo que hace que su reino llegue a nosotros. Ésa es su voluntad, su mandamiento.
Todo lo demás son tradiciones, tal vez de nuestros mayores, pero sólo son eso: tradiciones.
Leyendo a Albert Nolan me encontré con este texto:
"Jesús no idealizó la pobreza. Su preocupación, por el contrario, consistía en asegurarse de que nadie pasara necesidad, a cuyo fin combatió denodadamente el espíritu de posesión y animó a la gente a que se despreocupara de la riqueza y repartiera sus pertenencias materiales...
...lo que le mueve es su ilimitada compasión por los pobres y oprimidos. Cuando pide al joven rico que lo venda todo, no lo hace por un estricto y abstracto principio ético, sino por la compasión que siente por los pobres.
En el Evangelio a los Hebreos se destaca con toda claridad este mismo relato: "Pero el rico comenzó a rascarse la cabeza porque la idea no le seducía. Y el Señor le dijo: "¿Cómo puedes decir que has cumplido la ley y los profetas?. Porque está escrito en la ley: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo". Y he aquí que muchos de tus hermanos, hijos de Abraham, están cubiertos de harapos y mueren de hambre, mientras que tu casa está llena de muchas cosas buenas, de ninguna de las cuales permites que disfruten ellos"...
...De todo lo anterior se sigue que cualquier sociedad estructurada de manera que algunos de sus miembros sufran por causa de la pobreza, mientras otros tienen más de lo que necesitan, forma parte del reino de Satanás..."
Aquí y en otros muchos países vivimos situaciones económicas difíciles. Imagino que a lo largo de la historia (también en tiempos de Jesús) los pueblos han sufrido y se han encontrado con los mismos interrogantes.
Nos toca a nosotros entender el mensaje de Jesús de Nazaret y vivirlo hoy y aquí. Que nuestro corazón se llene de compasión hacia los más débiles y comencemos a actuar. Ése es el mandamiento de Dios.
Quiero permanecer atento a todos esos signos que se dan en nuestras pequeñas comunidades de seguidores de Jesús: la solidaridad, la atención y apoyo a los pobres, el compartir, el esfuerzo por la justicia... Es que el reino de Dios se va haciendo presente. Cada signo y señal será como un brindis por la nueva humanidad... al estilo de nuestro padre.
Lectura del santo evangelio según san Marcos (7,1-8.14-15.21-23):
En aquel tiempo, se acercó a Jesús un grupo de fariseos con algunos escribas de Jerusalén, y vieron que algunos discípulos comían con manos impuras, es decir, sin lavarse las manos. (Los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes las manos restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, y, al volver de la plaza, no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones, de lavar vasos, jarras y ollas).
Según eso, los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: «¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras y no siguen la tradición de los mayores?»
Él les contestó: «Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos.” Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres.»
Entonces llamó de nuevo a la gente y les dijo: «Escuchad y entended todos: Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro.»
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