sábado, 25 de abril de 2009

"Celebramos la muerte del Señor..."


Cómo me llama la atención esa frase que usa San Pablo!
Cuando nos reunimos y partimos el pan celebramos la muerte del Señor...
Y me pregunto si lo entiendo bien.
Vamos a la celebración. Compartimos el pan de la Eucaristía. Oramos y recordamos a nuestros antepasados difuntos...; pero "celebramos la muerte"?

En las notas que he leido sobre las normas o estatutos de los Laicos Misioneros de los Sagrados Corazones se habla de "servir al Traspasado en los traspasados"...
Y contemplando al Traspasado, vuelvo a preguntarme sobre esa celebración de su muerte.
Y a los traspasados (con minúscula) lo encuentro todos los días. Para muchos de ellos la vida que llevan se parece a una "muerte".
Estoy recordando a Ahmed, a Osman, a Ike Okejuku, a Pulla, a tantos... Los miércoles y los jueves por la mañana me los encuentro en las clases de español en Karibú (ONG). Son de Mauritania, de Togo, de Nigeria, de Gambia, etc. ¿Cómo han llegado hasta nosotros? Todo un viacrucis. Y no tienen papeles, no saben español, no tienen trabajo, sobreviven con la ayuda de la Cruz Roja, de Karibú, de buenas gentes...
Son unos "traspasados". Viven y mueren día a día.
¿Tengo que celebrar su "muerte"?
¿Acaso quiere decir que con su muerte algunos de nosotros estamos pasando a una vida diferente? Será que ellos nos abren los ojos como a los discípulos de Emaús?
Porque cómo va a querer Dios su miseria, su pobreza, su muerte! Si Dios, nuestro padre, quiere que vivamos y tengamos vida en abundancia... no será que tenemos que descubrir ese nuevo estilo de vida?
Y al abrir los ojos comprenderemos que al llegar a ese nuevo nivel la vida de Dios entra en nosotros, nos cambia, y comenzamos a celebrar algo que resulta absurdo para unos, necio para otros...
De esa manera, al acercarme a estos inmigrantes creo que empiezo a entender algo de esa "celebración de la muerte del Señor".

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