Más de una vez hemos escuchado discursos que utilizan ese término "bienestar". Lo utilizan los políticos para proclamar su gran labor en favor de la sociedad. Tal vez, nosotros mismos la usamos para hablar de nuestro progreso, de los avances de que disponemos, de las grandes mejoras en nuestras ciudades, en nuestras casas, incluso de las comodidades que vamos añadiendo como un elemento más de nuestro consumo.
Hace unos días escuchaba ciertos detalles de nuestra "sociedad del bienestar".
En medio del ajetreo diario, una persona joven se ve de pronto diagnosticada con cáncer. En un abrir y cerrar de ojos todo cambia en su vida. Visitas al especialista, análisis exhaustivos, programas de terapia, perspectiva de tratamientos... Y los innumerables interrogantes que surgen en su cabeza. Tantos por qués.
Y las informaciones, los comentarios, las experiencias, los resultados...
A todo aquel que le informo te sirve, a su vez, toda una serie de experiencias, anécdotas y comentarios.
La fatiga comienza a hacer mella. La tensión, los nervios, la duda...
Esta persona (y me imagino que son muchos los que pasan por lo mismo) inicia así su particular viacrucis. Cita en el hospital. A las 9,00 horas. En ayunas.
Y las horas van discurriendo lentamente. Llega puntual. Mejor, llegan media hora antes. Y dan las 9,00. Todavía nada. Médicos y enfermeras pasan y repasan de un lado para otro. Transportan carpetas o simplemente van a otro sitio. Ya son las 10,00 h. Nadie dice nada. Los enfermos se miran unos a otros. Los acompañantes miran sus relojes... Y la imaginación hace encaje de bolillos con los miedos y aprehensiones, las dudas y los temores. Y ya dieron las 11,00 sin que haya una palabra para el paciente.
Es normal esto? En medio de tanta técnica, de tanto progreso, de tanto saber no tenemos esa palabra de acogida, ese detalle de aliento, ese punto de humanidad...?
Y pensando en todo eso, me temo que nuestra sociedad ha confundido bienestar con el consumo, el tener muchas cosas con el ser más humanos. Nuestra sociedad es como un gran edificio equipado con todo lo más moderno que se haya podido inventar; pero en el que las personas no tienen tiempo ni de saludarse, cuanto menos de saber quién eres, qué haces, qué te sucede, cómo te van las cosas...
Y así nos va. A nosotros y a los pueblos que nos rodean, especialmente a los menos favorecidos, a los que sufren las consecuencias del consumo a ultranza de los pueblos ricos de Europa y América. Así nos va. Eso sí que es un cambio climático.